Hace algunos meses ocurrió en Londres el fallecimiento de la ex primer ministro británica Margaret Tatcher, suceso que desató en un servidor una serie de reflexiones en torno al cúmulo de elementos políticos y económicos, así como de desarrollo social, que la rica cultura inglesa ha aportado a la humanidad desde hace varios siglos.
El sistema parlamentario, por ejemplo, que muchos países han aplicado como forma de gobierno, tuvo su origen en la Inglaterra del siglo XI, cuando el monarca creó la Cámara de los Lores como órgano de consulta real. El esquema fue perfeccionándose paulatinamente hasta que en el siglo XVI -en tiempos del Rey Eduardo I- se logró constituir la Cámara de los Comunes como contrapeso de la primera, a la que pertenecían exclusivamente personajes afines a la monarquía.
Si bien es cierto que se atribuye a los griegos el fundamento de la democracia y a los romanos el establecimiento de la representación senatorial, son los ingleses los que ponen el ejemplo práctico de control y equilibrio entre poderes. Las cámaras de los Lores y de los Comunes representaban cada una a los diferentes estratos de la sociedad inglesa, firmándose lo que se llamó el Pacto de lo esencial, que garantizaba que las discusiones no entorpecieran el deseo de progreso para Inglaterra.
Margaret Tatcher, apodada La Dama de Hierro dada la firmeza de sus convicciones, encabezó durante la década de los ochentas un gobierno sustentado en el pensamiento de la economía de libre mercado, en una confluencia histórica con otros dos personajes como fueron Karol Wojtila (Papa Juan Pablo II), que proponía el respeto a los derechos humanos, y Ronald Reagan, presidente estadounidense, promoviendo los principios de la democracia y las libertades políticas.
Esas tres figuras mundiales influyeron poderosamente para que el planeta entero ingresara a una renovada dinámica, en donde la mayoría de las naciones optaron por desechar sus anquilosadas estructuras autoritarias y dictatoriales, cambiándolas por sistemas donde la libertad de expresión, la democracia participativa, así como la rendición de cuentas y la transparencia, fueran lo acostumbrado, tarea nada fácil, desde luego.
Otra figura inglesa destacada, Anthony Giddens, pensador y economista, aportó durante la década de los noventas la famosa “Tercera vía” como un conjunto de normas exitosas para la gobernanza y la administración pública efectiva, que hoy son guía y sustento de la plataforma política socialdemócrata en muchos países.
Regímenes encabezados en su momento por el primer ministro inglés Tony Blair, o bien por el propio Bill Clinton en Estados Unidos, son ejemplos claros y exitosos de la aplicación de los principios alternativos sugeridos por Giddens, beneficiando a las sociedades gobernadas.
Poco antes de ingresar al nuevo siglo, surge en la escena pública el primer ministro Gordon Brown, quien se ha destacado como un incansable promotor de la cultura emprendedora, conocida hoy en día como Emprendedurismo, concepto que se está convirtiendo en uno de los ejes de desarrollo de las naciones.
En suma, como podemos apreciar, muchos conceptos y elementos de origen inglés han sido adoptados y adaptados a los usos y costumbres que diversos países tienen.
El año pasado cuando se inauguraron los juegos olímpicos en la ciudad de Londres, muchos pudimos apreciar –a través de los cuadros presentados- esa gran riqueza cultural de una nación que se ha significado como exportadora de principios y valores sociales, políticos y económicos, para su aprovechamiento general.