Andrés Treviño
Entrevista con Pedro Ultreras
Yo estaba en Nueva York cuando ocurrió la tragedia, pero ya tenía un viaje programado a Hermosillo para el 27 de junio de ese año, un par de semanas después (del incendio), para ir a hacer la premier de mi primer película, 7 soles, porque la mayoría de los actores eran de Hermosillo.
Fue muy difícil encontrarme con esa situación de dolor, de olor a muerte en la ciudad, de tristeza en las calles. No había una sola persona que no estuviera conmovida. Además, todavía había varios niños en condición crítica que eventualmente murieron.
Desde entonces empecé a estar cerca de la historia, hasta que fui conociendo a los padres de familia y ahí surgió la idea. Cuando los vi frente a frente, cuando conocí sus historias, fue cuando decidí hacer el documental.
Tú produjiste el documental, pusiste tus recursos. En ese momento, ¿buscaste apoyos de instituciones u organizaciones?No, nunca. Mi documental anterior también fue autofinanciado totalmente. Yo lo prefiero si tengo la forma de pagarlos, para que no traten de limitarme en las cosas que quiero decir. Cuando te dan fondos, muchas veces tratan de manipular o, a veces, quieren sacar un poco más el ángulo comercial y yo no quería que me impusieran absolutamente nada.
Yo sigo siendo un periodista. Ni siquiera soy cineasta. A pesar de tener tres películas, no me considero cineasta. El tema de los derechos humanos me ha interesado mucho, sin saber qué eran necesariamente los derechos humanos y sin tener el conocimiento pleno de lo que representaba levantar la voz por alguien más. Yo me asomé a este tema como desde los 14 ó 15 años de edad, depués de leer por primera vez el Diario de Ana Frank.
Me impactó muchísimo y me empecé a hacer preguntas. ¿Por qué alguien era perseguido por una ideología, por qué alguien era asesinado? Fue el primer libro que cayó en mis manos y de alguna manera marcó mi vida.
Cuando hice La Bestia me detuvieron unos policías en Orizaba, Veracruz. En cuanto vieron que traía una cámara me llevaron detenido, me metieron a unos cuartitos y me tuvieron como unas cuatro o cinco horas ahí, intimidándome, diciéndome la gravedad del delito que estaba cometiendo. Decían que andar en trenes de carga era un delito federal.
Yo traía un pasaporte mexicano, era la única identificación válida que traía. Me dijeron que seguramente ese pasaporte era falso porque yo no tenía acento mexicano, que sonaba a colombiano, que era un delito aún peor el falsificar un documento federal ¡Que no sabía en la que me iba a meter!
A final de cuentas, querían extorsionarme, querían dinero. No me pudieron sacar nada porque no traía. Como unas cinco horas más tarde me dejaron ir, no sin antes amenazarme.
Yo lo atribuyo, sin prueba alguna y a lo mejor de manera irresponsable, a que era el gobierno del estado de Sonora que quería sacarme.
Llegaron cuatro, cinco patrullas, se pusieron bastante agresivos conmigo: yo empecé a debatir con ellos: “yo he cubierto noticias en veinte países, soy periodista internacional y sé perfectamente dónde puedo y dónde no puedo. Estoy en plena vía pública, aquí ocurrió una tragedia y, como cualquier otra gente, como cualquier periodista, tengo derechos”. Finalmente, el tipo no tuvo argumentos. Dijo, “mira, ¿sabes qué? Traemos órdenes directas, expresas de sacarte de aquí, punto”, “¿Por parte de quién?” Le dije. “Del jefe” “¿Cómo se llama tu jefe?” “Sepúlveda”, dijo él.
Semanas más tarde, a través de un amigo, me contactaron con el jefe de seguridad, y me dijo: “No, no te preocupes, mañana asigno a alguien directamente para que te empiece a vigilar, voy a mandar al teniente Sepúlveda para que vaya y te cuide”.
Yo dije, “¡Ay, güey! ¿Cómo que Sepúlveda? No, oiga, muchísimas gracias. Fue el que me mandó sacar el otro día. Así es que muchísimas gracias y olvídese de que le llamé”. Y ya, colgué y no pasó nada.
Yo no trabajo en proyectos porque me hablen y me ofrezcan dinero. Tengo que engancharme por el tema, tengo que conocerlo y tengo que apasionarme con él para poder entrarle.
Tengo muchas ganas de hacer algo sobre los tarahumaras, porque crecí en el norte de México, en Chihuahua. Pero también soy muy consciente de que este momento no es el más apropiado para meterte a la Sierra Tarahumara a vivir algunos meses y poder filmar. Eso sí me toca más y me engancha más, porque es mi tierra, porque es mi gente.
Hay otro tema en Estados Unidos, de hecho mi siguiente proyecto lo quiero hacer en inglés y de algo más universal. Estoy en pláticas ya con algunos organismos humanitarios internacionales. Es sobre los países donde se dan las fábricas textiles de explotación laboral. Lo único que hacen es trabajar en ropas de marcas norteamericanas que cuestan mucho dinero y a estas gentes las explotan. Con lo que pasó recientemente en Bangladesh, donde se vino abajo un edificio con mil doscientos empleados, despertó más el interés. Me interesan Vietnam, Bangladesh y Guatemala.
Hay otro tema que me llama la atención: un guión cinematográfico que empecé a escribir sobre el descontrol de armas en Estados Unidos, que no existe una ley que las regule (algo que conozco perfectamente porque vivo allá), y cómo esas armas terminan en manos del narcotráfico.
Como mexicano-americano tengo el interés de los dos países. Quiero involucrar cosas muy actuales, que están ocurriendo, la situación de la violencia en México, el tema de la frontera y las armas de fuego en Estados Unidos.
Estas son algunas de las cosas a las que estoy tentativamente echándoles el ojo, una de esas va a aterrizar.
