Emiliano es un niño de 13 años que vino de una comunidad Chamula del Estado de Chiapas.
Decidió venir para Ciudad del Carmen en busca de trabajo para poder enviarle dinero a su familia. Trabaja todos los días de 6 de la mañana a 6 de la tarde para poder ganar 200 pesos diarios. -Los viernes y sábados son los mejores días porque si me va bien saco 600 pesos, solo que acabo muy cansado– comenta.
Como todo niño tiene la esperanza de seguir estudiando, pues apenas terminó el sexto grado, y dice que le gustaría estudiar la secundaria.
Aun cuando las leyes nacionales establecen la prohibición para el trabajo infantil, de acuerdo con datos divulgados por el INEGI, en México las tasas más altas de trabajo infantil se registran en los estados de Campeche, Chiapas, Hidalgo, Jalisco, Nayarit, Sinaloa y Zacatecas.
En la mitad de los casos, trabajan sin recibir un salario a cambio y en condiciones que ponen en riesgo su integridad y salud.
Así como Emiliano, uno de cada diez niños y adolescentes en México se ve forzado a realizar alguna actividad económica. Lo común en ellos es que provienen de hogares pobres, sus madres y padres tienen baja escolaridad y se localizan principalmente en entidades con un menor desarrollo económico.
Existen leyes nacionales e internacionales que buscan insistentemente reducir estas condiciones. La pregunta es: ¿dónde están los resultados?.