Una frase que cualquiera de nosotros ha dicho a su pareja en algún momento de arrobamiento. Pero decírsela a tu esposa que se ha quedado sin pelo por la agresividad de la quimioterapia, necesaria para el tratamiento de la terrible enfermedad del cáncer, es algo muy, muy diferente: se trata de verdadero amor, de ese amor incondicional que no se detiene en la belleza física. Ese fue el valor que Estela Monroy de la Delegación Tláhuac, D.F., pidió a la Fundación México con Valores reconocer en su esposo Pablo Mateos.
Estela es un verdadero ejemplo de vida. Se enfrentó con toda fortaleza al cáncer, siguió rigurosamente las indicaciones de sus médicos, y con el apoyo de sus hermanas, de sus padres, de Pablo y de sus hijos, no solo venció a esa terrible enfermedad, sino que también se dio tiempo para darle ánimos a sus compañeras que, enfermas del mismo mal en el hospital, parecían renunciar a la vida. Siempre con una sonrisa, ella las animaba a luchar por aquellos que aún las necesitaban.
Cuenta cómo durante su enfermedad, su esposo debía levantarse muy temprano, preparar el desayuno a sus hijos, arreglarlos, llevarlos a la escuela y después ir a trabajar; con qué amor él regresaba cansado de su actividad y aun así le preguntaba por su salud, la alimentaba, la aseaba y la ayudaba haciendo las tareas del hogar que ella estaba imposibilitada para hacer, e incluso apoyaba a sus hijos con sus deberes escolares. Pablo jamás se doblegó, y su amor incondicional tuvo como premio la recuperación de la salud de su esposa y la alegría de un hogar completo y muy unido.