Entrevista con el Dr. Farid Kahhat
A finales de agosto, el momento en que realizamos esta entrevista, Hosni Mubarak fue liberado y Mohamed Mursi se encuentra prisionero, al igual que varios de los principales líderes de los Hermanos Musulmanes. Hace dos meses la situación era la inversa. Sin afán de hacer predicciones, en su opinión ¿qué nos dice todo esto? ¿hacia dónde parece encaminarse la situación en Egipto?
Si Abdul Fatah al-Sisi (el general que encabezó el reciente golpe de estado en Egipto) logra el que presumo es su objetivo fundamental, estaríamos ante una suerte de restauración autoritaria.
No sería un régimen necesariamente similar al de Mubarak, se parecería más a lo que algunos académicos americanos denominan “autoritarismo competitivo”, en donde habría elecciones; pero, si bien serían mínimamente competitivas, no serían elecciones justas, en tanto quien se presenta como candidato oficial tendría el aparato del Estado como medio de campaña y para hostilizar a sus opositores.
No me sorprendería, aunque no lo estoy pronosticando, que el propio al-Sisi cambie el uniforme por el traje y la corbata para presentarse como candidato presidencial.
Lamentablemente –digo “lamentablemente” porque creo que el golpe de Estado fue contraproducente–, creo que la legitimidad social que las fuerzas armadas tienen en la sociedad egipcia, podría hacer que una candidatura de al-Sisi tenga éxito.
Entonces no estamos ante una restauración de Mubarak como muchos lo han interpretado tras su liberación poco después del golpe de Estado.
El tema aquí es que existe en Egipto lo que los académicos extranjeros llaman el Estado Profundo –Deep State, en inglés–, que es el que ha gobernado Egipto, incluso tras la caída de Mubarak, más allá de quién ejerciera el Ejecutivo. Las fuerzas armadas, servicios de inteligencia, ministerio del interior, que está siendo restablecido con sus viejos fueros por el gobierno actual, juzgados, todo eso es herencia del régimen de Mubarak y Anwar el-Sadat (el presidente anterior a Mubarak) y eso no ha cambiado.
Desde su punto de vista, en qué falló el gobierno de Mursi y los Hermanos Musulmanes.
Yo creo que cometieron múltiples errores. El primero y más obvio fue sobreestimar la fuerza que ellos y el islamismo tenían dentro de la sociedad egipcia.
También sobreestimaron su capacidad de cooptar al alto mando militar. Mursi destituye al que había sido jefe de las fuerzas armadas durante décadas, el general Tantawi, y nombra a al-Sisi, que es quien le da el golpe, alguien nombrado por él mismo, con quien se suponía tenía una buena relación personal.
Creo que los Hermanos Musulmanes estaban más preocupados de aprobar una constitución de corte islamista, que en resolver los problemas cotidianos de la economía del país; en establecer un Estado sectario, que en hacer alianzas para una transición estable hacia un nuevo régimen y que permitieran aislar a los sectores autoritarios.
Habría que ver el ejemplo de Túnez, donde el principal partido islamista, Al-Nahda (una fuerza con alrededor de un tercio de los votos o un poco más), tensado entre fuerzas seculares y fuerzas islamistas más radicales, finalmente opta por establecer una alianza con los sectores que querían promover un régimen democrático, los sectores más seculares. Cada vez que se presenta una crisis institucional, Al-Nahda, que ha tenido errores significativos, toma partido por la política de alianzas, que en mi opinión es más proclive a producir un Túnez más estable y democrático.
Eso es lo que no hacen los Hermanos Musulmanes en Egipto. Optaron por una alianza con el partido al-Nour, una fuerza islamista-salafista, o sea, para ponerlo en términos simples, más integrista que ellos mismos, un partido que lo llevó por una deriva crecientemente autoritaria.
Egipto es un país en el que conviven muchas religiones. ¿Los Hermanos Musulmanes estaban amenazando esta convivencia?
Sí, pero habría que añadir que las organizaciones de las minorías cristianas en Medio Oriente han tenido sus propios errores. Errores comprensibles.
Por ejemplo, en el caso de Siria, la minoría cristiana prefiere un gobierno relativamente secular como el régimen de Bashar al-Assad (actual presidente de Siria), que no pone restricciones a la práctica de la religión y que no promueve la persecución de las minorías por razones de credo. Pero en un contexto como el actual, con una guerra civil en curso, si ese régimen finalmente fuera derrotado, esa minoría terminaría pagando las consecuencias de sus alianzas.
Lo mismo parece estar ocurriendo en Egipto. Es comprensible que la mayoría de los cristianos viera con recelo el gobierno de un partido islamista que quería aprobar una constitución donde la sharia (ley coránica) se convertía en la principal fuente de la legislación. Sin embargo, que el patriarca de la iglesia copta apareciera al lado del general Al-Sisi cuando anunciaba el golpe de Estado, hace que miembros de los Hermanos Musulmanes entiendan que está justificado tomar represalias contra integrantes de la iglesia copta por su alianza con los golpistas, que a su vez los estaban reprimiendo a ellos.
Es un escenario en que no hay alternativas buenas para los coptos, pero creo que fue un error que el líder máximo apareciera apoyando un golpe de estado contra un gobierno democráticamente elegido.
En este sentido, desde fuera de Egipto, las personas que no estamos enterados del detalle de la situación vemos muchas manifestaciones, contra Mubbarak, después contra Mursi, y después contra los militares golpistas. ¿Cómo podemos distinguir quién es quién?
En el caso específico de Egipto, la paradoja es que los primeros manifestantes contra el régimen autoritario de Mubarak, y luego contra las aristas autoritarias del gobierno islamista de Mursi, han sido organizaciones juveniles que tienen un perfil muy similar a las organizaciones de jóvenes de otras partes del mundo.
A parte de la condición generacional, son jóvenes que tienen niveles de educación superiores, que tienen acceso masivo a redes sociales y medios electrónicos de comunicación, que son de estratos medios, generalmente. Ese es el grupo que inicialmente se moviliza tanto contra Mubarak como contra Mursi.
En el primer caso se movilizan contra un gobierno dictatorial apoyado por las fuerzas armadas. Inicialmente no reciben el apoyo de sindicatos y partidos como los Hermanos Musulmanes; pero, cuando estos se dan cuenta de que las movilizaciones tienen un potencial mayor al que habían previsto, se suman a ellas. Entonces se forja una alianza mucho más amplia que logra crear fisuras en el régimen y propiciar la caída del gobierno de Mubarak.
Sin embargo, quienes ganan electoralmente no son las organizaciones que promueven estos jóvenes, sino los Hermanos Musulmanes.
Contra Mursi parece darse una situación similar. Los jóvenes inician las movilizaciones y se suman sectores diversos de la sociedad, algunos únicamente preocupados por la carestía y la inseguridad, sin una agenda política.
Lo paradójico es que los jóvenes terminan abriendo camino en favor del proyecto político de un actor enmascarado tras un caballo de Troya, que en este caso han sido las fuerzas armadas.
En ambos casos parece haber participado una mayoría de la sociedad, siempre con los jóvenes a la vanguardia, pero nunca con las organizaciones juveniles como una mayoría de los manifestantes, y nunca ellos como quienes se benefician políticamente de la transición que han contribuido a crear.
Egipto está en un lugar estratégico muy particular. Quien controla el canal de Suez controla el paso entre Asia y el Mediterráneo, eso invita a pensar que otros factores internacionales pueden tener la vista puesta sobre Egipto.
Egipto es el país árabe más grande en población, uno de cada cuatro árabes es egipcio, y es el país árabe con el ejército más grande –de hecho es una de las fuerzas armadas más grandes del medio oriente.
En términos culturales, ha sido la fuente de inspiración para el imaginario colectivo en el mundo árabe, algo así como la edad de oro del cine mexicano lo fue en América Latina. Ha sido pionero en muchas cosas, el islamismo surgió en Egipto, los Hermanos Musulmanes fueron la primera organización islamista; el nacionalismo árabe surgió en Egipto con Gamal Abdel Nasser, este no es cualquier país árabe.
Lo que habría que recordar es por qué Estados Unidos comenzó a dar ayuda militar a Egipto. Esa ayuda no empezó bajo un régimen civil. Empezó bajo la dictadura militar de Anwar el-Sadat. Fue el premio a tres cosas que Egipto empezó a hacer en favor de Estados Unidos.
Primero, abandonar la alianza con la Unión Soviética, El-Sadat cambia esa alianza, asumiendo que Estados Unidos era la llave para obligar a Israel a negociar la devolución de la Península del Sinaí.
La segunda es que Egipto acepta firmar un tratado de paz con Israel.
Y por último, mantener la estabilidad en el canal. Por el canal de Suez pasa el 10 por ciento del comercio mundial de bienes, mantenerlo abierto, estable y funcionando, es un objetivo muy importante.
Entonces, la razón por la que recibe 1,300 millones de dólares de ayuda es porque mantiene una estabilidad cercana a los intereses de Estados Unidos en la región. Eso sigue siendo cierto incluso ahora y, por ende, Estados Unidos nunca pensó seriamente en reducir significativamente la ayuda a Egipto.
Para terminar, ¿cuál sería su opinión general sobre la “primavera árabe” a dos años y medio de distancia?
El término primavera fue usado por primera vez para referirse a las revueltas democráticas en Europa occidental, sobre todo en Francia, en 1848, entonces se habló de una primavera de los pueblos. Esa primavera dio lugar a un crudo invierno autoritario, más crudo aún que el que estamos presenciando ahora en Egipto.
En Egipto, esas cartas no están jugadas, es un escenario muy probable, pero todavía no es algo que esté claramente definido.
Habría que tomar en cuenta que las transiciones a la democracia son generalmente procesos lastrados por inestabilidad, crisis económica e incluso violencia política.
Pensemos en los ejemplos sudamericanos. En el Perú en 1980 el mismo día en que se dan las elecciones para la creación de un gobierno civil por vía democrática, se inician las acciones militares de Sendero Luminoso que van a dar origen a una guerra civil que causó la muerte de unas 60 mil personas.
En el caso de Chile, la transición no tuvo erupciones de violencia política, pero hasta el día de hoy se discute cómo desmantelar la herencia del régimen autoritario de Pinochet.
Las transiciones democráticas nunca son fáciles. Quien creía que iban a ser fáciles en el Medio Oriente le estaba pidiendo peras al olmo.