Ante el recorte de casi 4 mil millones de pesos al gasto cultural propuesto por el gobierno federal para el año 2014, que afecta principalmente al Instituto Nacional de Bellas Artes, a las ciudades patrimonio de la humanidad, y a la producción cinematográfica, El Ciudadano buscó a Víctor Ugalde, presidente de la Sociedad Mexicana de Directores-Realizadores de Obras Audiovisuales, para conversar sobre cómo afecta este recorte al cine nacional.
Es un problema de mentalidad y de educación por parte de los administradores de este país. El PAN nos gobernó doce años, y la Secretaría de Hacienda siempre presentó un presupuesto restrictivo. El PRI nos gobernó setenta años, y hasta los ochenta o noventa más o menos atendió a la cultura; a partir de ahí, en la concentración del neoliberalismo, la entregó, y al hacerlo entregó la cultura fílmica. Afortunadamente en el 2000 entró una pequeña democracia (digo pequeña porque la democracia es una forma de vida y ésta es una democracia electorera), y hubo un equilibrio de fuerzas en el Poder Legislativo, de modo que todas las propuestas restrictivas que año con año metía la Secretaría de Hacienda siempre eran corregidas por el Congreso, que durante más de diez años ha modificado siempre a favor de la cultura. Si tú ves los números del 2000 y ves los números del 2012, es una constante hacia arriba en la cultura.
Sin embargo, ahora que la industria está boyante, en el primer año de este gobierno, por un acuerdo que organizaron muy bien los priístas le rebajaron la partida al cine mexicano: había un presupuesto anterior de 500 millones y para el 2013 se redujo a 375, y ahora lo quieren reducir aún más. El año pasado, por la inexperiencia de la Comisión de Cultura y por la malignidad y el oficio de muchos políticos, no se le corrigió la plana al presupuesto presentado. Nosotros fuimos, nos quejamos, y no tuvimos eco; hicimos el cabildeo que hicimos durante diez años y en esta ocasión nadie se movió en beneficio de la cultura. Nos preocupa que pudiese pasar otra vez, pero creemos que los diputados pueden modificar el presupuesto, que además es su potestad, y vamos a platicar con ellos.
Es también un problema de educación: yo siempre digo que todos los neoliberales se compraron el libro número uno del neoliberalismo recalcitrante, pero nunca se compraron el segundo tomo. Este segundo tomo es una corrección de todos los teóricos, donde llegaron a una conclusión: el libre mercado no regula todo, hay áreas que es función del Estado impulsar y regular porque son fundamentales para el desarrollo de un país. En esas áreas están las industrias culturales, porque lo que pongas ahí, si produces, sirve para crear el imaginario de una nación, y si no produces y solo consumes, compras el imaginario de otra nación y educas con otro uso y costumbre, que no necesariamente es el tuyo.
Otro aspecto primordial es el económico: la fórmula del neoliberalismo en México es una fórmula dependiente. Uno de los nichos más dinámicos son las industrias culturales: según la UNESCO, aportamos el 5 por ciento promedio del PIB; según una investigación de Víctor Hugo Rascón Banda, que apoyamos todas las sociedades en su momento, es el 6.7; según otra investigación que está a punto de salir, que hizo el CIDE, es el 8 y el 9 por ciento. El gobierno, en lugar de alentar, de impulsar, detienen y entonces nos surge la pregunta a todos los creadores de este país: ¿por qué echar a perder uno de los pocos nichos exitosos que tiene nuestra economía? ¿Qué plan perverso hay atrás que en lugar de impulsar, detienes?
Lo más preocupante es que los recortes son en gasto productivo: se queda la burocracia, pero no hay gasto para trabajar, ¡es una locura! El IMCINE es el motor del desarrollo de la producción, ya que tiene funciones como impulsar la escritura de guiones, pues la iniciativa privada en este momento no la está impulsando; desarrollar los proyectos, pues mucha gente no tiene dinero para viajar a Estados Unidos, a Colombia, a España, que es donde pueden estar los posibles co-productores, etc. Además, se reduciría el monto de lo que se entrega por película y se reduciría el número de proyectos aprobados. Hay que tomar en cuenta que todas las inversiones del gobierno son detonantes: por cada peso que pone el gobierno, la iniciativa privada pone dos (en los proyectos apoyados con dinero público).
Es un éxito que un país que llegó a tener en los años noventa entre siete y doce películas, llegue ahora a rondar las 130. ¿Quiénes se oponen a este boom de expresión? El producir tanto atrae inversiones en el sector: hace que se adquieran nuevas cámaras, así como lo más reciente en equipos de post-producción. A los inversionistas siempre tienes que darles un tiempo prudente para recuperar. ¿Cuál es el mensaje que mandas cuando envías un presupuesto reducido por segundo año consecutivo? Que no vas a pagar todo lo que inviertes, y desaceleras las inversiones. Es un problema muy fuerte de concepción de desarrollo de país.
La sociedad mexicana es pluricultural y todos tenemos derecho a ver el cine que nos apetezca. Desgraciadamente la oferta que hay en las 5,343 salas registradas hasta 2012, es muy limitada: unos 310 estrenos al año. Dentro de estas salas, se estrenan unas 60 ó 70 películas mexicanas; de ésas, solamente el 15% llegan a toda la República, el 20 ó 25% no salen del D.F., y las otras andan en diferentes proporciones por los estados, es un desastre. Hay una serie de intereses creados que impide la libre circulación del imaginario nacional con prácticas contrarias al libre comercio.
Los espectadores muy exigentes ven satisfechas sus expectativas en los festivales, donde salen muchísimas películas. Sin embargo, muchas veces estas cintas ganan en los festivales y los exhibidores, o los distribuidores, no las quieren tomar para darle la oportunidad al público mexicano de verlas.
Antes teníamos salas de cine de 2,300 localidades, ahora tenemos salas de 150, estamos marginando al 72% de la población que le encanta el cine, y para más señas, el cine mexicano. Se necesita una política grande para componer esto, para incorporar al consumo, y a la identidad y al pensamiento que transmite el cine, al 72% de la población mexicana que está marginada de las salas. No importa quién gobierne, el modelo es lo que nos está matando. Somos el quinto mercado del mundo del cine, si incorporáramos a ese 72%, podríamos ser el segundo o tercero, y seríamos un polo de desarrollo para nosotros mismos, ahorita nada más somos un exportador de regalías.
El gobierno pone leyes y las leyes son generales. Lo que tiene que tener muy claro es qué modelo de desarrollo elige: un modelo dependiente o uno independiente. Tiene que haber dirección dentro de un Estado para ver qué tipo de ciudadanos quiere formar: uno crítico o uno alienado, y si es así, pues pones a Laura Bozzo.
La ley de cine es un cadáver viviente, casi un zombie, porque a partir del 2014 todo va a ser audiovisual, va a ser digital, y se va a transmitir por aire. ¿Qué hacemos para impulsar que haya más empresas de televisión que pongan en contacto nuestro cine con nuestro público? En este momento, el modelo de televisión es una lápida sobre el cine mexicano: no le permite ni ganar, ni comunicar, ni recuperarse. Hay que quitarlo, la tecnología lo permite.
Lo que debe pasar es que el público realmente tenga derecho a elección. Si en el verano un ciudadano quiere elegir una película mexicana, no la encuentra. Entonces, es una visión de qué quieres ser: una nación productora que desarrolle contenidos que tienen un alto valor económico e ideológico, o una nación consumidora en la cual se produzca lo menos para no molestar a las grandes empresas.
Los gremios no somos consultados. El IMCINE propone su plan de gastos y lo manda a CONACULTA, que a veces lo avala y a veces no, ahí pueden empezar los recortes; CONACULTA lo manda a la SEP, que lo palomea o lo recorta, de ahí sale el primer presupuesto que se manda a la Secretaría de Hacienda, donde se decide todo al final, por eso se dice que ellos son los que gobiernan y no la presidencia.
Es que estás hablando de una sociedad acostumbrada a no decidir sobre su destino y que sí decidan sobre ella. Cuando entró el neoliberalismo a la voz de “el mercado todo lo rige”, se les olvidó que en este país no había las instituciones ciudadanas de contrapeso a los grandes intereses de los empresarios y del gobierno.
Sí, hay que decirle que tiene derecho a la elección, que es, además, el primer derecho del consumidor. Pero, qué pasa: nosotros solo podemos acercarnos a un pequeño segmento que está educado, porque al resto lo tienen casi en situación feudal. Si tú quieres llevar el cine, digamos, a Chiapas, ahí se reproducirá en pequeño lo que ocurre en la nación: va a haber un pequeño grupo de egresados de comunicación y público exigente que quiere ver las películas de arte, y va a haber un gran público que quiere simplemente ver películas de entretenimiento porque su realidad es oprobiosa; pero ¿qué crees? Que no tienen dinero para ir al cine, además de que no hay ni salas ni una política de difusión. Si pones la película a veinte pesos, en algunos lugares, es caro, porque eso puede ser el dinero de la comida de toda la familia.
Todo esto nos lleva a preguntarnos: ¿Cuándo se va a ejercer en México el derecho a la cultura? Yo digo: si se pagaron 60 películas con dinero nacional, ¿por qué no se le dan al público consumidor gratis? Necesitas una infraestructura que haga posible la comunicación, esa infraestructura para la comunicación con la gente más pobre no está creada, hay que hacer un fondo de 500 mil millones para hacerlo, pero sería un gran polo de desarrollo económico.
Les gusta, porque van a producirse menos películas mexicanas, y como nuestra producción compite tratando de entrar a las salas con el producto norteamericano, entonces, si se produce menos, mejor para ellos.