El trabajo por causa es una forma de organización que ha tenido mucho éxito en varias regiones y países del mundo, no solo para el o los individuos que toman la iniciativa, sino para aquellos sectores de la sociedad que resultan beneficiados por dichos esfuerzos.
Para comprender qué es y cómo funciona el trabajo por causa, comencemos por definirlo. La ley de la causalidad dice: “La causalidad es una relación entre un evento (la causa) y un segundo evento (el efecto), en la cual el segundo evento se entiende como una consecuencia del primero”. Esto significa que a toda causa le corresponde un efecto.
Pero esto, ¿cómo nos ayuda a comprender el trabajo con causa? La respuesta radica en entender que todos nosotros, como individuos o en colectividad, podemos ser generadores de beneficios para nuestro entorno. Por lo tanto, es de suma importancia que cada uno defina su causa personal para poder potenciar su trabajo en favor de la misma, ya que una vez definida la causa, todos los esfuerzos y recursos irán encaminados a cumplir dicho objetivo.
Pese a que son muchos los beneficios del trabajo por causas, hay varios paradigmas que lo limitan: en nuestro país, por ejemplo, es utilizado o relacionado con el mal ejercicio de lo político, pues es usado solo como una bandera durante las campañas electorales para atraer votos. Estas formas deben erradicarse.
Cada uno de nosotros tiene un tema que lo define. Ejemplos puede haber muchos: trabajar en favor de las mujeres, los jóvenes, los animales, los niños de la calle, la cultura, el medio ambiente, los espacios públicos, etc. Identificar nuestra causa es el primer paso.
El efecto dominó
Entre los conceptos ligados a la idea de causa están la “teoría del dominó” y el “efecto bola de nieve”, que sugieren que la ocurrencia de un determinado factor de diversa índole conducirá a la replica de una misma acción en entornos similares.
Por ejemplo, se emplea esta teoría para explicar por qué si un país apoya una determinada ideología o sistema político, es probable que otros de su área también lo hagan. Esta hipótesis también permite aclarar el motivo por el cual un detonante aparentemente sencillo puede precipitar una serie de grandes cambios en un tiempo más o menos reducido. Incluso el “efecto bola de nieve” ha sido utilizado para explicar cómo una pequeña variación que parece atribuida al azar puede dar lugar a fenómenos muy complejos y desequilibrantes para la sociedad y la vida cotidiana.
Este tipo de efecto se presenta en la mayoría de los movimientos sociales de nuestros días, por ejemplo: la primavera árabe, las protestas en Turquía o Brasil, y en México, por nombrar alguno, el movimiento #YoSoy132. Se trata de pequeñas acciones que van logrando muchos resultados, de compromiso asumido, y sobre todo, de la detección de un problema y la búsqueda de una solución.
¿Cómo potenciarlo?
Comenzando primero por definir la proximidad y encontrar solución a un problema actual. Todo inicia con la difusión, con la suma de esfuerzos para consolidar el eje de ruta. Lo siguiente es comenzar a diseñar un plan de vuelo, una estrategia que te permita definir el rumbo que quieres tomar. Una vez desarrollado el plan, solo queda trabajar, comprometerse, sumar más personas que crean en lo mismo y tratar de ir haciendo acciones encaminadas a fortalecer y darle difusión a lo que defiendes.
Llega el momento en que ya no hay marcha atrás, solo puedes seguir trabajando para seguir encontrando nuevas y mejores alternativas, políticas públicas, medios de difusión, talleres, mesas de debate, etc., para que más personas vayan sumándose al proyecto.
En Jóvenes en Movimiento se trabaja por las causas sociales, por las causas de las juventudes, pues cada joven tiene algo que decir, algo que defender, y sobre todo, algo por qué alzar la voz.
Confiamos en los valores y el impulso que tenemos los jóvenes, pues estos nos permitirán hacer que México siga en movimiento. Ahora solo debes preguntarte: ¿cuál es tu causa?.