Pasar un verano o un invierno en esta árida región requiere de gran valor, aseguran los habitantes de la ciudad de Mexicali; pero no para las iguanas, lagartijas, víboras y demás animales que forman parte de la fauna de esta región donde, aparte de las piedras, arbustos de desierto y agujeros en la tierra que usan como refugio, hay una laguna usada para el procesamiento de aguas negras al lado de un depósito de basura público. Ambos se encuentran encerrados por la mancha urbana.
Esta laguna se extiende hacia el sur de la ciudad donde se transforma en un pequeño humedal, refugio de aves migratorias, pelicanos, codornices, garzas y patos silvestres. Para todas estas especies se trata de un pequeño paraíso en vías de desaparecer, ya que su cauce es cada vez más pantanoso.
En este silencioso lugar se pueden apreciar los graznidos de diversos ejemplares y, cuando algo los asusta, se les ve volar de una a otra orilla. Es como si no supieran que su hogar está a punto de desaparecer.
A su alrededor hay algunos asentamientos de ranchitos improvisados que toman parte del caudal, o de lo que queda, para la fabricación de adobes. Un contraste impresionante, ya que al otro extremo del humedal se sitúan una serie de fraccionamientos que dan la espalda con indiferencia a este pequeño mundo. Quizá sea esta actitud la que le salva la vida al entorno, aunque no faltan quienes arrojan escombros y basura sin considerar lo que se está extinguiendo aquí.
Parece que a la ciudad le falta tomar conciencia de que está ubicada en un desierto y que estos pequeños paraísos se deben respetar y cuidar como lo que son, un oasis en medio del desierto.