Una amenaza constante
En la Ciudad de México estamos siempre preocupados por la calidad del aire que respiramos, tema al que le hemos dedicado tiempo y sobre el que existe mucha conciencia. En cambio, son recientes los llamados a la población hacia otro contaminante, uno que está siempre presente, ya que el sentido por el cual lo recibimos no tiene la capacidad de cerrarse; me refiero al ruido.
El oído tiene una nobleza especial que lo coloca por encima de los demás sentidos, ya que a través de él lo que ocurre en el exterior se interioriza de una forma impresionante.
El incremento en los niveles sonoros en las agrupaciones humanas de ninguna manera es un fenómeno reciente, sin embargo, en los últimos años se ha constatado que la permanencia, la variedad y la diversidad de sonidos han aumentado en nuestras sociedades urbanas.
Si uno se detiene en un punto de mucha actividad en la Ciudad de México quedará envuelto en un sin fin de sonidos: cláxones, motores, frenos, etc., múltiples tipos de vehículos haciendo ruido de forma permanente, sin ningún control; obras con maquinaria pesada, sirenas de policía y ambulancias, combinado con aviones y ahora los tan usuales helicópteros que sobrevuelan a cualquier hora.
Esto no es todo, también circulan constantemente vehículos con altavoces anunciando sus servicios y cancioncillas que se repiten, coches con la música a todo volumen, y por las noches el sonido proveniente de fiestas interminables. Así podríamos seguir, enumerando infinidad de ruidos, fenómeno de toda ciudad actual.
Es necesario que nos detengamos a pensar en ello y en las repercusiones que tiene en nuestra salud, nuestro humor, nuestra interacción con los otros, etc. Existen límites recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y en este sentido desde la administración pasada en la Ciudad de México se han establecido algunas normas. Por ejemplo, el límite de ruido entre las 6:00 y las 20:00 horas es de un máximo de 65 decibeles, equivalente al ruido que emiten algunas imprentas, plantas de luz y discotecas o bares; y para el horario de 20:00 a las 6:00 horas el límite permitido es de 62 decibeles.
Esta disposición no aplica en la zona federal del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, ya que sería imposible de cumplir. La nueva normativa ha surgido por la cantidad de denuncias por ruido que recibe la Procuraduría Ambiental y Ordenación del Territorio (PAOT), entre otros factores.
El periódico Reforma informaba en 2006 que “de un total de mil 894 denuncias ciudadanas recibidas en la PAOT durante el año 2005, más del 26% de ellas correspondieron a quejas por ruido y vibraciones emitidas por alguna fuente fija. La mayor parte de denuncias se ubicaron en las delegaciones centrales del D.F.”.
Resulta difícil combatir los niveles sonoros a los que estamos habituados, ya que entran en consideración muchos aspectos. Se requieren de fuertes inversiones para introducir en la vida cotidiana nuevas formas y recursos constructivos. Además de los esfuerzos económicos aplicados a la ingeniería, la arquitectura y el urbanismo, es indispensable que, de forma paralela, se modifiquen ciertos hábitos, usos y costumbres de la población.
Los habitantes no siempre están conscientes del ruido que producen, por lo que no se hacen responsables del mismo. Muchos buscan justificarse en los gustos individuales o colectivos, o en prácticas y hábitos muy arraigados. Es por todo esto que se requiere una mejora de los entornos sonoros urbanos, lo cual sin duda deberá contemplar la puesta en práctica de políticas educativas que incluyan los aspectos vinculados al sonido.