Gobierno inexperto e ineficiente, proclive a gobernar por decreto y a espaldas de sus gobernados; inseguridad galopante, abusos de poder; complicidad, corrupción e impunidad concomitantes; desafíos y violaciones consuetudinarias al estado de derecho, pobreza creciente de las mayorías frente al enriquecimiento insólito de una minoría privilegiada; riqueza patrimonial en subasta pública al mejor postor…
Este es el escenario deprimente que sufre una sociedad empobrecida y marginada, en el colmo de un hartazgo cuya expresión más reciente (no la primera ni la única), se anunció en la región de la Montaña, en el estado de Guerrero, zona que comparte miseria, hambre y alcoholismo con la Alta Mixteca oaxaqueña.
No hay pero que valga. El discurso oficial mal remienda sus yerros y vocifera en medios (pagados) que todo está bien, que el país está en paz. Tiene razón el Dr. Alejandro Gertz Manero en sus declaraciones a El Ciudadano: “se perdió la certeza jurídica, la gobernabilidad y el control sobre muchas de las áreas del país”. En el colmo, el secretario de las finanzas públicas suple al de Gobernación para decirle al país que en Michoacán está siendo desafiado el estado de derecho.
Se trata de una realidad que nadie ve o quiere ver desde las alturas del poder, donde suponen ingenuamente que el problema (y la solución) es cuestión de medios: con nombrar un vocero oficial que explique lo que el jefe quiere decir (Rubén Aguilar dixit), todo se resuelve.
¿Cuál es el problema? Que está creciendo, más allá de los comentaristas oficiosos de la radio, la televisión y la prensa escrita.