Música para todos

Guillermo Revilla

Guillermo Revilla

Entrevista con el tenor Felipe Gallegos

Cantar es algo que hacemos todos, digamos, naturalmente, en el baño, en el coche. Para ti que lo haces profesionalmente, ¿qué es cantar?

Yo entiendo que es una de esas cosas que sanan el alma, que te hacen sentir bien, que te hacen tener un contacto constante contigo mismo, porque la voz refleja inmediatamente el estado de cada quien. Cuando cantas en el baño, cantas para ti y disfrutas. En mi percepción artística, cuando estás en el escenario, no solamente muestras tus significantes de la música, se los traspasas a las personas y ellas los toman como algo suyo. El intérprete hace su trabajo sobre la técnica al hacer lo que está escrito en la partitura, pero pone una parte de sí mismo, y esa parte viaja al público que lo puede interpretar como quiera.

¿Qué tan difícil es cantar?

Es difícil en función de que implica una disciplina como en todas las artes. Hay que estudiar la técnica, desde lo más ínfimo, que es la respiración, hasta una serie de cosas tan importantes como el canto mismo en el escenario, la pronunciación, que estudies idiomas, que tengas una cultura muy amplia para entender lo que estás cantando. Si yo no entiendo lo que está escrito, entonces no puedo decir nada, esa es la chamba del artista.

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¿Cómo empezaste en el mundo del canto?

Cuando yo “salí del clóset del canto”, fue una experiencia chistosa: estaba en la escuela, tocaba la flauta y cada año había una presentación de los alumnos con la filarmónica. Hacías una audición y, si eras seleccionado, tocabas en el concierto de gala del aniversario de la escuela con la filarmónica. Yo hice la audición tres años y no quedé como flautista. Entonces, el último año, me subí y le dije al pianista: “no voy a tocar, voy a cantar”. Le di una partitura de Donizzetti, me subí al escenario, me dijeron: “¿qué va a tocar?”, y dije: “no, voy a cantar Una furtiva lacrima de Donizzetti”. Canté y quedé. Ese fue el momento en que, más que decirle al mundo, me decidí a decirme a mí mismo: “realmente lo que yo quiero hacer es cantar”.

Pareciera que la música llamada clásica, la música que tú cantas, es para un público selecto. ¿Qué opinas?

Ese es un prejuicio. Lo que hay en esa música es para todos. Obviamente estaba hecha para personas de una comunidad, de una cultura, de un país, que hablaba cierto idioma, que vivía en una situación política e ideológica específica, como pasa con todos los géneros de la música, desde los corridos mexicanos hasta la música barroca.

Dicho prejuicio, me parece, tiene que ver incluso con lo que nos toca vivir ahora: el “divide y vencerás”, la separación de clases y todo eso, porque a fin de cuentas, ir a un concierto en la Sala Nezahualcóyotl no es tan caro: cuesta, más o menos, 100 pesos, y si tienes una credencial de estudiante o del INAPAM, te cuesta como 50, es decir, no es inaccesible, como en otros teatros, por ejemplo, en Europa, donde sí es mucho más caro.

Más allá de la idea de “ser más culto”, ¿qué ofrece al público la música clásica a nivel de experiencia estética?

Tiene para ofrecer lo que la gente quiera tomar de la música. Yo recomendaría, y se lo digo a mis alumnos, escuchar música clásica porque generalmente te brinda un estado de ánimo distinto al que te brinda lo que estás acostumbrado a escuchar todos los días: ese estado de euforia constante que tiene el pop, que tiene la música de altos volúmenes y que solamente es para bailar. Lo que te puede ofrecer esta música es una gama de emociones distintas, no mejor ni peor, pero sí una experiencia de vida distinta.

En cuestión de cantidad de público, ¿dirías que hay más público para este tipo de música en Europa que en México?

En algunas ciudades sí, en otras, no. Depende. Por ejemplo, aquí en el D.F. tenemos una ciudad muy diversa, con mucha gente que va a muchas cosas, con una gama de entretenimiento muy amplia, desde lo muy comercial hasta lo muy sui generis, y muchas de esas cosas son de muy buena calidad. Hablando de lo más clásico, de lo más culto (aunque no me gusta decirlo así), hay una buena calidad de espectáculos artísticos, y hay buen público.

En otras ciudades en Europa hay una tradición, no de hace 50 años, sino de 100 o 200 años. Hablo, por ejemplo, de Berlín, donde durante la Segunda Guerra Mundial la gente no dejaba de ir al teatro para ver el concierto y no dejó de haber ópera, por lo menos no durante tanto tiempo como sí ha dejado de haber en México, con crisis o sin crisis, con guerra o sin guerra, con el PRI o sin el PRI. El nivel de apreciación es distinto, pero eso no implica necesariamente que la gente sea más culta, sino que su situación cultural los hace estar más acostumbrados a este tipo de expresiones artísticas.

En México, casi todas las artes, incluyendo la música, están subsidiadas por el Estado. ¿Crees que en cierto sentido esta dependencia de la institución puede volverse enemiga del arte o del artista?

Sí, sí lo creo, si no hay un buen manejo, si no hay un buen cuidado, si no hay una consciencia de que hay que trabajar por el arte, desde el arte, por el pueblo y para el pueblo, y sobre todo, la idea de brindar no solamente espectáculos de primera calidad, sino de mantener la calidad humana de una institución artística.

¿Hace falta educación artística en la educación básica mexicana?

Hace muchísima falta. La educación artística en México se da, generalmente, en las escuelas privadas, y es muy caro acceder a eso. Te enseñan flauta en la secundaria como “mentada de madre”, porque tampoco te enseñan realmente a tocar la flauta.

La flauta de pico tiene una función en el estudiante, niño o adolescente, desarrollar psicomotricidad delgada, así como el gusto por la música, y una serie de habilidades que tienen que ver más con lo intelectual que con lo meramente artístico.

La educación artística hace falta porque con ella desarrollas un individuo diferente, más sensible, más humano.

¿A dónde te gustaría llegar en tu trayectoria artística?

Yo sé que el canto no va a durar para toda la vida, que en algún momento mis facultades vocales se van a acabar. Por eso, en mi futuro veo mucho teatro, que me gusta, me encanta, lo he descubierto hace un par de años, y espero poder trabajar en él, como músico, como actor tal vez en algún momento, como director musical. También me veo como compositor y también me veo dirigiendo.

Pero ahora que tengo la edad, los conocimientos y las ganas, quiero seguir cantando; quiero buscar la forma de seguir cantando música barroca, de seguir haciendo oratorio, recital y, sobre todo, de empezar a salir al extranjero, porque la música barroca en México sí tiene un espacio donde podemos trabajar, pero no es tan amplio, ni tan bien pagado, ni tan constante como en otros países.

Quiero salir para aprender y después regresar y seguir trabajando aquí, porque siento que aquí hay todo por hacer. Todo lo que tú quieras con respecto al arte está por hacerse en México.