And the Oscar goes to…

Guillermo Revilla

Guillermo Revilla

A pesar de sus siete premios Oscar, incluyendo mejor edición y director para el mexicano Alfonso Cuarón, y mejor fotografía para el también mexicano Emmanuel Lubezki, Gravity no coronó la noche del 2 de marzo con el reconocimiento a la mejor película hollywoodense del año 2013.

     La triunfadora de la 86 entrega de los premios de la Academia fue 12 years a slave, dirigida por el británico Steve Mcqueen, que también se llevó dos premios más, por mejor guión adaptado para John Ridley, y por mejor actriz de reparto para Lupita Nyong’o.

     Si las matemáticas fueran un criterio al momento de decidir cuál es la mejor película, la victoria de 12 years a slave resulta ilógica: fue nominada a nueve premios, por diez de Gravity, de los cuales conquistó tres, cuatro menos que la aventura espacial dirigida por Cuarón, que ganó la mayor cantidad de estatuillas. Sin embargo, el triunfo de la cinta de Mcqueen no fue una sorpresa para nadie.

     Si comparamos ambos filmes, nos daremos cuenta de que encajan a la perfección con el tipo de trabajos que la Academia gusta premiar: por un lado, un despliegue técnico impresionante y muy bien logrado, por otro, la lucha de un personaje contra la injusticia que lo rodea y oprime. Un vistazo a la lista de premios que conquistó Gravity nos revela que la Academia premió en ella, precisamente, sus logros técnicos: efectos visuales, sonido, edición de sonido, montaje, fotografía, banda sonora, director. Destaca en la lista, por su ausencia, la categoría de mejor guión, en la que no fue ni nominada. Por su parte, 12 years a slave ganó premios considerados “más importantes”: mejor actriz de reparto, guión adaptado y mejor película.

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     Efectivamente, puede decirse que si de algo carece Gravity es de guión: la historia se queda corta frente a la inmensidad del espacio retratado. No es que 12 years a slave tenga un argumento innovador o especialmente original: se trata de una historia lineal, con algunos flashbacks, que cuenta la historia de un protagonista bueno que lucha contra las injusticias de un sistema malo, sostenido y defendido por personas igualmente malas.

     Sin embrago, lo convencional y maniqueo del argumento no quitan lo indignante de la historia, máxime si el director pone a cuadro escenas de gran crudeza, como una espalda deshecha a latigazos o un hombre colgado en el límite de la muerte durante un plano secuencia que dura varios segundos, escenas que están ahí para estremecer… y lo consiguen.

     La Academia, en su distribución de premios, hizo lo que se esperaba de ella, actuó de la manera políticamente correcta, premiando una película que trata uno de los grandes problemas históricos de la nación estadounidense para reafirmar un discurso que todos conocemos: privar de su libertad a una persona, esclavizarla, es una atrocidad. Pero, otra vez, no porque todos conozcamos el discurso, éste deja de ser tan válido como conmovedor.

     12 years a slave es un melodrama, género que trabaja sobre el manejo de las emociones, y esto no es negativo: se trata de un buen melodrama cuyo tema, además, es muy vigente: hoy salen a la luz datos e informaciones sobre el gravísimo problema de la trata de personas en el mundo entero, y este tema es especialmente sensible (o debiera serlo), en nuestro país, que es un centro de recepción y trata de personas, especialmente de mujeres con fines de explotación sexual.

     No se puede olvidar que los horrores que relata la película, por desgracia, no sólo no han sido exorcizados, sino que siguen siendo la realidad de muchísimas personas en pleno siglo XXI. Bien lo dijo el director Mcqueen al aceptar el premio Oscar y dedicarlo “a los que sufrieron esclavitud, y a los 21 millones de personas que aún la sufren”.