Cuentan que en el 1100 a.C., durante el reinado de Ramsés IX en Egipto, un viejo funcionario del faraón llamado Peser, reveló las corruptelas de un colega burócrata que se había unido a una banda ¡de profanadores de tumbas! Se trata, apostillan los historiadores, del primer caso de corrupción registrado en la historia de la humanidad.
Dicen las malas lenguas (que las hay buenas), que unos siete siglos después Pericles, el genial orador y político ateniense, fue involucrado en una especulación con los costos de construcción del Partenón, en tanto que alrededor de un siglo más tarde otro orador y político, Demóstenes, fue avergonzado públicamente al ser acusado de apoderarse de una buena cantidad de dracmas depositadas en la Acrópolis por el tesorero de Alejandro.
Por cuanto hace al México posterior a la Conquista, la historia consigna que Hernán Cortés fue un pionero de la corrupción en la Nueva España, al desobedecer órdenes del emperador Carlos V, quien le prohibió aplicar el sistema de encomiendas en el nuevo territorio. Había suficientes motivos imperiales para ello: los encomenderos habían diezmado a la población indígena con sus crueles tratos en las Antillas.
Cortés simplemente desobedeció a su patrón. Apenas cayó Tenochtitlan, el conquistador nombró en Coyoacán a 500 españoles como encomenderos de igual número de pueblos. Inició así, con estos valientes aunque incultos soldados, la espectacular historia de la corrupción en todos los niveles… y el caciquismo nacionales.
Al primer Virrey, Antonio de Mendoza, se le acusó de recibir dádivas de algunos encomenderos a cambio de aumentarles los beneficios de los que gozaban o para acrecentar sus extensiones territoriales. El mismo virrey fue acusado de embolsarse anualmente 2 mil ducados de oro, durante los 19 años de su gobierno; ese dinero había sido asignado por Carlos V para los salarios de las personas que estaban a cargo de Antonio de Mendoza.
De modo que la corrupción no es nueva. Asombran, eso sí, su acelerada propagación, a grado tal que en los tiempos modernos es modus vivendi y modus operandi de la cotidianeidad social en todo el mundo. Inclusive politólogos como el neoyorquino Samuel Phillips Huntington (1927-2008), han llegado a afirmar que la corrupción podía ser considerada “un factor de modernización y de progreso económico”.
Numerosas encuestas apuntan a que nueve de cada diez ciudadanos consultados creen que la corrupción es una práctica “bastante” o “muy extendida”, lo cual quiere decir que hemos aprendido a convivir con la enfermedad. Incluso ha sentado sus reales en importantes organismos e instituciones.
El analista político, ensayista y periodista peruano-español, Eric Frattini, publicó en 2005 el libro “ONU, Historia de la corrupción”, en el que describe “con nombres y apellidos, 60 años de fraude, corrupción, amiguismo, estafas, acosos sexuales, violaciones, torturas, pederastia, sobornos, mala gestión y catastrófica administración por parte de la ONU”, según epígrafe de la obra editada por Espasa, justamente en el sexagésimo aniversario de la organización.
¿Cómo andamos hoy en México? Hace poco más de tres años un grupo de empresarios mexicanos congregados en el Foro Económico Mundial (Davós, Suiza), revelaron que la corrupción es una práctica que se mantiene por las “fallas e ineficiencias” de los gobiernos, que su costo en México equivale a 9 por ciento del producto interno bruto y que las empresas erogan hasta 10 por ciento de sus ingresos en sobornos, para facilitar trámites y obtener contratos, señaló Michael Pedersen, director asociado del FEM, al reconocer que para caer en la corrupción “se necesitan dos”.
¿Con quién hacen trámites los empresarios mexicanos para obtener contratos? Pues con el gobierno. Encuestas del FEM aplicadas a más de 12 mil directivos empresariales del mundo señalan que “la corrupción es el segundo factor más problemático para hacer negocios en México”.
La corrupción en México tiene mucho (o todo) que ver con el abuso del poder. Según el Índice de Percepción de Corrupción (IPC) de Transparencia Internacional, México figura entre los países más corruptos del mundo… y sigue en picada.
¿Qué hace el poder? Ruido mediático, castigos ejemplares pero selectivos, usar la lucha anticorrupción para eliminar adversarios o aliados incómodos. Modus vivendi, modus operandi.