“…El del lado del conductor le decía al otro, del lado del copiloto: Ya mata a este hijo de tal por cual.”
Plática con Julia:
Fuimos a Oaxaca a visitar a la familia y tuvimos allá unos días maravillosos. De regreso, después de la última caseta para entrar a la Ciudad de México procedentes de Puebla, unos judiciales nos hicieron señal de que nos detuviéramos.
Los judiciales se acercaron de manera amable y nos dijeron que era una revisión de rutina, por seguridad, porque últimamente habían aparecido muchos cadáveres en el Valle de Chalco. “Hacemos nuestro trabajo como debe de ser”, nos dijeron.
Revisaron la camioneta, uno del lado del conductor; el otro, del lado del copiloto; nos indicaron que sacáramos todas nuestras cosas de valor para que no hubiera malos entendidos.
La patrulla estaba más allá de la caseta; nosotros avanzamos unos cuantos metros y más adelante nos hicieron señal de detenernos. La patrulla la dejaron muy atrás.
Sí, de hecho tenían la torreta encendida… Una vez revisada la camioneta dijeron: “Ahora vamos a revisarlos a ustedes, saquen sus cosas de valor para que no haya malos entendidos.”
Abrí la bolsa y mis hermanas también; a los hombres, les revisaron los bolsillos del pantalón. Primero se aseguraron de lo que traíamos. Unos no traíamos nada, habíamos gastado todo en Oaxaca. Solo el conductor traía como seis mil pesos en la bolsa de los pants. Uno de ellos se dio cuenta y le ordenó: a ver, sácalos…
Terminada la revisión, el conductor les dijo: “¿ya nos podemos ir?”
Contestó uno de ellos: “No, vamos a revisar el número de placas para ver si la camioneta no es robada”.
Se fueron, dieron unos pasos, regresaron… El policía que se acercó del lado del copiloto le apuntó con su arma al conductor, traía colgado un gafete al revés. El que estaba del lado del conductor cubrió toda la ventanilla mientras el otro apuntaba; le gritó: “¡tú, dame el dinero!” No sé si lo vieron con intenciones de no darles el dinero, porque le aplicaban toques eléctricos; es decir, le apuntaban con un arma y al mismo tiempo, no sé con qué, le daban toques; yo veía al conductor, que brincaba y brincaba…
Para mí fue una angustia tremenda; yo estaba en la parte trasera de la camioneta; alcancé a escuchar que el policía que se hallaba al lado del conductor le decía a su compañero, del lado del copiloto: “Ya mata a este hijo de tal por cual”. Finalmente, les dio el dinero.
Luego fueron del lado del copiloto y le dijeron a mi hermana: “órale, saca el dinero; traes tanto. ¿Dónde está lo demás?” No sé si ella lo escondió, nada más sacó un billete; y el policía le preguntó enojado: ¿y el otro billete?
Luego fue con mi otra hermana: ella traía mil quinientos pesos, creo. Entonces se dirigió a mí: “El dinero”. Le di toda la cartera, a lo que repuso: “No, nada más el dinero”. Nos quitaron solamente el efectivo, después nos dijeron: “ya pueden irse, pero no vayan a hacer algo porque ahorita los seguimos; además, ya tenemos su número de placas; no vayan a hacer nada, hijos de tal por cual”.
Esa fue nuestra experiencia en esas vacaciones. Nos dio miedo, yo estaba angustiada.
Sí, por miedo…