“Siempre hay que celebrar la inteligencia y el arte. En la obra de Efraín Huerta confluyen ambos. En un país que tiene tantos problemas de lectura, tantos problemas políticos, debemos de volver la mirada a los grandes maestros”.
¿Cuál le parece que es el “motor” (por llamarlo de alguna manera) de la poesía de Efraín Huerta?
Revisando la bibliografía de Huerta para esta entrevista, me encontré con un artículo muy bueno de Carlos Montemayor, se llama: “Notas sobre Efraín Huerta” y habla de cuatro temas que ahora nadie menciona, ni siquiera Vicente Quirarte en el homenaje que se le hizo a Huerta en la Universidad Nacional Autónoma de México, por la conmemoración del centenario de su natalicio.
Estos temas son: la ciudad, la política, el amor y el asolamiento. De ahí yo me quedaría con la ciudad y el amor. A Efraín Huerta hay que considerarlo como este muchacho de Silao, Guanajuato, que llega a la ciudad y se deslumbra.
Además le tocó el paso de un D.F. que todavía era muy ranchero, muy rural, al cambio de la urbanización masiva. Hay un poema suyo llamado “Juárez-Loreto”, que cuando lo leo siempre me hace recordar los viajes que hice por esta línea.
El poema está lleno de referencias culturales, se trata de un estudiante de letras, de provincia, que hace este viaje y va descubriendo todos los signos de la modernidad que conviven con los símbolos de un país retrasadísimo en la mayoría de los aspectos.
Yo creo que, como lo postulan en los números de la revista Taller; una de las cosas que lo hace distinto es el compromiso innegable de cambiar a la sociedad por medio del arte, pero se trata de un arte que no debe ser dogmático. Efraín Huerta se distingue de los otros poetas de su época porque escribe una obra muy hermética con un compromiso ético (no político, que no es lo mismo) pensando en el entorno que está viviendo dentro una revolución socialista que acaba de pasar con el cardenismo (en México el cardenismo se vivió como una revolución) y manteniendo siempre el compromiso de un arte libertario. Eso hace a Huerta diferente al resto de sus contemporáneos.
En sus libros iniciales sí, luego dio un salto conforme fue dominando la técnica en su escritura y se dio cuenta que debía tener una retórica personal. Es en este momento cuando aparecen sus grandes poemas urbanos: “Declaración de odio”, “Avenida Juárez”, “Juárez- Loreto”, etcétera.
En esta medida se va haciendo más accesible, más entendible, porque va adquiriendo más humor, hasta llegar a los “Poemínimos”, que son los poemas de lo cotidiano, para leerlos en el Metro, en el camión. Tienen un gran sentido del humor y esa es otra de las cosas que hacen diferente al “Cocodrilo”. Mientras otros poetas eran muy solemnes, él tuvo sentido del humor, no era un trágico profesional, ni un profeta cuya palabra debe estar grabada en piedra, era el poeta que tomaba el arte como una parte importante en la vida de la gente, pero sabía que también era necesario burlarse de ese arte, así como de la sociedad y de lo solemne.
Sí, yo creo que como ocurre con los grandes maestros de la pintura, cuando el trazo se hace más sencillo es cuando han llegado a perfeccionar el arte, lo mismo ocurre con la palabra, cuando se hace más fácil es cuando han llegado ya a la perfección y el dominio de su obra.
Efraín Huerta no escribía para poetas, que esto es algo que lamentablemente ocurre con mucha frecuencia en la actualidad, es más, se escribe poesía para poetas que están haciendo un posgrado en letras, con este ritmo vamos a tener que becar lectores que sean capaces de leer esa poesía.
Me parece que para medir la obra de un poeta, se puede delimitar y estudiar su influencia, basándose en qué otros poetas formó, quiénes lo citan, quiénes reconocen sus logros. En este sentido, la mano de Efraín Huerta toca a muchos otros grandes poetas, como a Eduardo Lizalde, por ejemplo, o Vicente Quirarte, etcétera.
En las siguientes generaciones, Huerta influyó con su poesía urbana, la obra de los poetas que le siguen no hubiera sido posible sin “El Cocodrilo”, que fue abriendo camino. Creo que una de las cuestiones fundamentales de su poesía (y justo ahí se encuentra su mayor influencia para las siguientes generaciones), es que abrió los ojos a la cultura popular que convivía con las clases altas y la “alta cultura” en las calles de México.
Creo que aplica una técnica tomada de la plástica contemporánea que es el collage, pero en un sentido juguetón. Es como en las platicas de la cantina que uno va haciendo juegos de palabras y albures. Huerta hace lo mismo pero con obras clásicas e incluso su obra se convierte a veces en una clase de literatura. Uno lee cosas en sus poemas que inmediatamente lo remiten a Ramón López Velarde (que fue uno de sus grandes maestros) o a Rubén Darío, o tal vez algo más elegante, de Walt Whitman, etcétera. Huerta los va incorporando en sus juegos de palabras, es finalmente un collage literario donde va haciendo estos “ensambles” de poesía para crear la obra propia con mucho humor, creo que ahí está el secreto de Efraín Huerta.
Yo creo que hay un prejuicio de los profesores de literatura que lo ven muy vulgar, pero a mí me parecería estupendo que hubiera una antología didáctica con los grandes maestros de la poesía, como ocurre en muchos otros países, para que lo leyeran y se divirtieran con él los estudiantes de preparatoria, por ejemplo.
Otra de las razones por las que Efraín Huerta se fue olvidando es que no fue un poeta tan mediático; hay que recordar que escribía en el periódico “El Día”, que no era de gran circulación, que no apareció en la televisión y que después sus herederos no le hicieron mucho eco, no hubo una fundación Efraín Huerta, por ejemplo. Para que un autor tenga muchas ediciones y sea muy leído necesita tener presencia en los medios y tal vez a Huerta ya no le interesó.
A mí me parece que siempre hay que celebrar la inteligencia y el arte, y en la obra de Huerta confluyen ambos. En un país que tiene tantos problemas de lectura, tantos problemas políticos, hay que regresar a los grandes maestros, y en ese sentido es que debemos celebrar a Efraín Huerta y a su generación como unos hombres que enfrentaron una problemática también compleja en su época y que nos pueden enseñar los caminos que ellos siguieron.
Creo que en el caso de José Revueltas, de Octavio Paz y de Efraín Huerta, cuando los recordamos, no se trata de hacerlo por medio de estampitas o haciendo honores a la bandera, sino tener presente la importancia de la crítica, de la educación política y de la función del arte en la crítica social del país. Por eso hay que leerlos, sino lo hacemos las cosas van a estar peor. Huerta era muy satírico y tenía mucho humor, pero desde su trinchera hacía una crítica implacable a todas las corruptelas y a los vicios del poder.
Por un lado tiene que ver nuevamente con la literatura popular, son los manifiestos de un Efraín Huerta juguetón, pero por otro lado también tiene que ver con uno de los acontecimientos que marcó a Huerta en su vida: la revolución cubana. De esta combinación nace el “Cocodrilismo”, que se relaciona con El Caimán Barbudo (una importante revista cultural cubana) y con la relación y el trabajo intenso que tuvo Efraín Huerta en “La Casa de las Américas”.
El “Cocodrilismo” es la concepción del arte nuevo, del hombre nuevo, que va muy de la mano del “Guevarismo”y que Huerta ya iba pensando en crearlo a partir de la literatura.
Yo creo que para empezar es bueno como ejercicio mental, para ver y entender que la realidad está escrita en metáforas y que un poema enseña más de la vida que resolver un crucigrama o que ver la televisión. Sin poesía veríamos las cosas en dos dimensiones, la poesía nos enseña a verla en cuatro y la satisfacción de entender un poema enriquece la vida. Claro que hay que atreverse y es parte de un aprendizaje.
Sí, les recomendaría que leyeran “Declaración de odio” o “Juárez-Loreto” y van a ver la ciudad de manera diferente, una ciudad que ya no existe, pero un entorno urbano que esta lleno de signos que sin la poesía no podrían ser descifrados.