Hace siete años que María Olguín, una mujer que frisa en los 57, tiene un autolavado en el Estado de México; en su modesta empresa da trabajo a jóvenes con problemas de adicción, sin estudios y con familias disfuncionales. María fue gerente en la funeraria Gayosso; las ganas de hacer algo diferente y la oportunidad la impulsaron a iniciar el negocio con dos empleados nada más. Nos platica:
El terreno es de él, pero el negocio lo abrí yo; como le decía, he estado aquí desde hace siete años sacándolo adelante.
Sí, es raro, pero siempre tuve ganas de ayudar a jóvenes que yo veía que andaban en la calle, que no tenían trabajo, que no estudiaban, que incluso veía que se drogaban. Y creo que pensé en el lugar indicado.
Sí, muchas, desde que inicié nada más con el terreno y dos muchachitos que me ayudaban. Para poder empezar me fui a otro autolavado a aprender a lavar autos.
Cuando comencé, yo misma me ponía a lavar carros con los niños. De hecho hasta la fecha lavo algunos. Hoy en día ya tengo nueve jóvenes. La mayoría de los muchachos son de 16 a 18 años. Me llama la atención que pareciera que el negocio los llama, porque son niños con familias muy disfuncionales, la mayoría no tienen papá, las mamás andan en muchas cosas menos en ponerles un poco de atención a sus hijos; tengo chicos que se la pasan luchando para librarse de las adicciones y hablo mucho con ellos. ¿Qué le puedo decir? Son como mis hijos, como mi segunda familia. Los quiero mucho y creo que ellos también a mí.
Sí, la mayoría de ellos a duras penas terminó la primaria y los motivo para que sigan con sus estudios. He tenido muchachos que ya lograron terminar la secundaria abierta. Incluso uno de ellos ya no viene porque logró titularse, ya es ingeniero y, trabaja en una empresa llamada Festo. Ese niño llegó conmigo de 15 años, terminó la preparatoria e hizo la carrera. Yo estoy muy satisfecha y no cambiaría ahorita mi vida de lavar autos por un traje sastre o unos tacones altos.
El cambio es drástico incluso en mi persona, pero soy una mujer de muchos retos. Me dolía la discriminación cuando venían hombres al autolavado, suponían que como soy mujer no podía desarrollar un trabajo que ellos creen que solamente es para varones. Con el paso de los años mucha clientela me dice que se sorprenden de cómo ha salido adelante el autolavado, pero nunca he pensado que ser mujer me limite para hacer algunas cosas. Creo que entre más me decían que traspasara el negocio o que necesitaba estar un hombre a la cabeza, más fuerza me daban para seguir adelante.
Somos como una familia. Ellos no tienen atención en su casa. Cuando tienen problemas, se defienden de quienes los acosan o maltratan: “si me sigues diciendo de cosas me voy con mi mamá Mary”. Son gran parte de mi motor para levantarme, para querer venir al negocio, para bromear, para trabajar, para compartir con ellos la vida.