Israel y Palestina viven una nueva escalada de violencia que ha dejado miles de muertos y desplazados. Una nueva versión de un conflicto ya antes visto y repetido, cuyo origen ancestral tiene un sin número de antecedentes que sobreviven los siglos y que en el futuro promete secuelas y nuevas reediciones. Desde la desaparición del Imperio Turco Otomano, la zona del “creciente fértil”, como se le llama desde la antigüedad, no ha tenido un momento de estabilidad política y social. La irresponsable política de ocupación de Gran Bretaña a partir del desafortunado Mandato de Palestina, sentó las bases del desorden geopolítico, ya que creó fronteras artificiales y pasó por encima de las nacionalidades y los grupos étnicos-religiosos.
Aunque la resolución 181 de la Asamblea General de Naciones Unidas en 1947 preveía la creación de los Estados de Israel y Palestina, así como Jerusalén como una zona desmilitarizada, no pudo ser aplicada debido a la ocupación israelí del sector de Jerusalén y parte de Jordania oriental. Las hostilidades comenzaron y se agudizaron con la Guerra Fría.
Va la población palestina, se desarrollan al amparo de la dupla anglosajona que enseñó a Israel sus mejores formas de control y contención. Durante años el gobierno de Tel Aviv ha sido el mayor receptor de asistencia militar de Washington en el mundo. A la fecha Israel ha recibido 121 mil millones de dólares por parte de Estados Unidos. Tan sólo en 2007, George W. Bush acordó un paquete de apoyo por 30 mil millones de dólares durante 10 años, que fue calificado irónicamente como “inversión para la paz”. Recientemente el presidente Barack Obama solicitó tres mil 100 millones para asistir a Israel en el año fiscal 2014 y 504 millones adicionales para investigación y producción de un sistema de misiles. (Véase La Jornada, 16 de julio) Mientras EUA y Gran Bretaña gastaron millones de dólares en propaganda para convencer al mundo de las nunca encontradas armas químicas y de destrucción masiva en Irak, Siria e Irán, asisten con tecnología militar a Israel, único país de la región con capacidad nuclear comprobada, en la construcción de misiles balísticos como el Jericho y el Shavit.
Los Estados Unidos siempre han visto en Israel un aliado estratégico, por cuyo conducto puedan mantener relativo control sobre los países árabes y todo Medio Oriente. Hoy Israel justifica sus acciones e invoca su derecho a la legítima defensa; su reacción defensiva, argumenta, es proporcional a la amenaza que se cierne sobre su pueblo; aplica y perfecciona así una política preventiva “provisional” que le lleva a utilizar armas no convencionales para garantizar el derecho a su existencia.
No se puede afirmar que el conflicto entre Israel y Palestina sea una guerra desde el punto de vista del derecho internacional, toda vez que no existe una confrontación directa entre estados ni un enfrentamiento armado entre fuerzas militares regulares. Por este motivo las acciones que tienen lugar en la franja de Gaza tendrían que ser evaluadas por la Corte Penal Internacional (creada por los 160 países firmantes del Estatuto de Roma en 1998), que tiene suficiente autoridad para intervenir ante la comisión de crímenes graves de trascendencia para la comunidad internacional, como genocidio, crímenes de guerra y de lesa humanidad; entre éstos se destaca el dirigir intencionalmente ataques contra la población civil.
Sin embargo, los expertos ven con escepticismo la eventual intervención de la Corte Penal Internacional, dado el peso político de los Estados Unidos que suele traducirse en efímeras treguas y débiles extrañamientos. Lo cierto es que las violentas respuestas de Israel a los misiles de Hamás (grupo radical del Movimiento de Resistencia Islámico), en la medida en que causan graves estragos en la población civil, sólo incrementan la escalada de violencia en la región y avivan el fundamentalismo de los grupos islámicos y los nacionalismos de otros países, como es el caso de Irán, que busca consolidarse como el rival natural de Israel y defensor del mundo musulmán. Los grupos terroristas proliferan en la medida que Tel Aviv incrementa su política de fuerza sobre Palestina y de intimidación contra el resto de los países árabes. Fuego llama a fuego.