El 20 de marzo de 2012, un sismo de 7.4 grados Richter provocó siete fracturas en el piso del Lago de Tláhuac, que en menos de 15 días se secó por completo. Este lago es muy importante para la convivencia de cientos de familias que acuden diariamente, no sólo de Tláhuac, sino de otras delegaciones vecinas como Iztapalapa, Milpa Alta e incluso Xochimilco. Además, gracias a la afluencia de visitantes, un grupo de 130 comerciantes organizados como “Unión de Concesionarios del Bosque de Tláhuac” obtienen su sustento en este bello lugar.
Fue muy triste ver este hermoso lago sin agua: las lanchas en las que los lugareños paseaban a sus familias lucían como cadáveres encima de la grava del piso rocoso, surcado por grandes grietas y, por supuesto, la gente dejó de visitar el bosque.
El tiempo pasaba y nadie movía un dedo para devolver al lago su cauce. Nadie, excepto Miguel, quien incansable, llevó docenas de escritos a otras tantas oficinas empezando por la Secretaría del Medio Ambiente, la Jefatura Delegacional, la Procuraduría Ambiental y de Ordenamiento Territorial de la Ciudad de México, la Secretaría de Obras y Servicios Públicos, el Senado de la República, la Jefatura de Gobierno del D.F., la Asamblea Legislativa del D.F., e incluso, la Presidencia de la República.
Todos decían que estaban al pendiente pero “nadie me daba una solución”, dice Miguel, evocando su peregrinar. Finalmente, se autorizó en la Asamblea Legislativa un presupuesto de 20 millones de pesos y la delegación de Tláhuac inició los trabajos, que culminaron el 12 de octubre de 2013 con la reapertura del lago.
Hoy, gracias a esta encomiable labor del Miguel López Ochoa, disfrutamos de uno de los pocos bosques con lago, que existen en el Distrito Federal. Ciudadanos como Miguel, verdaderos héroes anónimos, son las personas que México con Valores busca y reconoce porque son ejemplo a seguir por todos nosotros, al brindar esperanza de un futuro mejor para nuestra atribulada sociedad.