PRIMERA PARTE
Focos rojos en la UNAM

Tania Rosas

Tania Rosas

 Platicamos con una joven estudiante de 26 años que ingresó como becaria del Conacyt en uno de los programas de Maestría y Doctorado de la Universidad Nacional Autónoma de México. Tiene aproximadamente un año y dos meses en dicho programa de excelencia. Por cuestión de integridad física y académica, mantendremos en el anonimato la identidad de la entrevistada.

      “Desde que entré a la maestría empecé, junto con mis compañeros, a vivir una experiencia traumática causada por los docentes. Además de la violencia sistemática y el abuso psicológico que todos vivimos, el ambiente siempre fue de intimidación, descalificación, ofensas, excesivas cargas de trabajo; todo este año, mis compañeros y yo descuidamos sueño, alimentación, familia, amigos, intereses y lo cierto es que no refleja el esfuerzo realizado”.

Después de la denuncia contra uno de los catedráticos por acoso sexual y abuso de poder presentada por una alumna, como si se abriera una caja de Pandora, siguieron siete denuncias más por acoso sexual y un sinfín de irregularidades en los programas, horarios y carga de trabajo, que lo único que provocaron fue desgaste emocional y físico para los estudiantes, todo ello en una de las facultades de la UNAM.

¿Me podrías platicar sobre el actual proceso de denuncias?

Las denuncias las lleva el coordinador y responsable del programa de maestría y doctorado; ha sido la única persona que nos ha apoyado hasta ahora. Son denuncias por cargas excesivas de trabajo, abuso de poder y maltrato.

Al ingresar, firmamos una carta al Conacyt en la que nos comprometemos a cubrir 40 horas semanales en el programa. Una de las principales estrategias de este grupo de docentes ha sido mantenernos desinformados de nuestros derechos como estudiantes.

Estábamos cubriendo 25 horas más a la semana, además de asistir los sábados. Hicimos un cálculo y descubrimos que hacíamos entre 75 y 80 horas a la semana. Además de que había trabajo injustificado, la mayoría de las veces carecía de supervisión, de retroalimentación y los seminarios los dábamos nosotros porque los docentes decían que a ellos no les pagaban para dar seminarios. Nos decían que estaban ahí por altruismo.

No había guía, ni supervisión; se trata de algo muy delicado porque en la Maestría trabajamos con personas, de modo que no sólo corría riesgo nuestra formación académica sino la intervención o el trabajo con terceros.

Además de lo anterior, hay denuncias por acoso sexual ¿es correcto?

Sí. En realidad eso se ha dado de varias formas, una de ellas es que había constantes comentarios misóginos o de sobajamiento contra mujeres y homosexuales. Todo el tiempo se dirigían a nosotros con albures, comentarios obscenos e insultos. Esa es una parte de lo que denunciamos en el tema del acoso. Uno de los argumentos de los docentes es que bromeaban, pero sus intenciones eran claras, se referían a los compañeros como maricones, en alguna ocasión usaron términos peyorativos como “puto”.

En otros aspectos había claras situaciones de hostigamiento sexual, como insinuaciones, mensajes, condicionantes de calificación o, “para mantener el ambiente tranquilo”, acceder a ese hostigamiento.

 

¿De cuántas denuncias hablamos por acoso sexual y psicológico?

Que yo sepa, al menos de unas siete. El problema es que no son denuncias formales porque se carece de pruebas factibles o que puedan servir para llevar el caso al jurídico de la UNAM, o incluso fuera de la institución, porque ya es un asunto que no debe quedarse únicamente dentro de la Universidad.

Además de que no hay pruebas factibles, hay personas que temen porque su integridad física, psicológica e incluso profesional, esté en riesgo por hacer alguna denuncia formal… (Fin de la primera parte).