La atención a ciudadanas y ciudadanos de la tercera edad es una preocupación creciente en todo el mundo, y México no es ajeno a este escenario. Por la trascendencia del tema, para crear conciencia sobre los problemas a los que se enfrentan las y los mexicanos que llegan a esta etapa de su vida, El Ciudadano ofrece a sus lectores las colaboraciones del Dr. Antonio Rosado García, titular de la Secretaría de Pensionados y Jubilados de Movimiento Ciudadano, en las que aborda el origen, el estado actual que se vive en el mundo de las pensiones y jubilaciones, y la expectativa futura para que la sociedad incremente su participación en la solución de problemas del sector. Tres entregas más de esta serie se encuentran disponibles en nuestro sitio de Internet.
El conflicto económico ocasionado por las pensiones y las jubilaciones es motivo de alarma en el mundo: en todas las naciones se refleja como una partida presupuestal que afecta gravemente la economía de los países, desarrollados o no.
Son muchas las causas que originan esta delicada situación, que no obstante su importancia social no parece tener una solución equitativa y viable.
Los avances en la medicina y la tecnología han determinado un cambio considerable en la esperanza de vida: en los años70 se calculaba un promedio de 60 ó 65 años, índice que actualmente llega a los 80 años en los países desarrollados, en tanto que en los subdesarrollados el promedio es de 70 ó 75, todo lo cual supera con creces los cálculos financieros que se habían hecho para cumplir satisfactoriamente con estas obligaciones.
A esto debe agregarse que también por el mejoramiento en la salud, y por consiguiente en la calidad de vida, la tasa de nacimientos ha bajado a niveles generales de dos hijos por familia, lo que se refleja: a) en un considerable aumento de la población adulta que llega al período final de su vida laboral, y b) en la falta de jóvenes empleados que ayuden con sus aportaciones a mantener los niveles económicos suficientes para el cumplimiento de los programas.
Con la creación de la Dirección de Jubilaciones y Pensiones para los Empleados al Servicio del Estado y del Instituto Mexicano del Seguro Social para los obreros y fuerza laboral contratada por el sector privado, México asumió el compromiso de ayudar a los adultos a vivir una vejez digna, una vez concluida su vida laboral, mediante un sistema equitativo, apoyado en la solidaridad que debe existir entre los que más tienen y los que menos poseen.
El mecanismo instrumentado fue tripartita: un porcentaje aportado por los trabajadores, otro por los dueños de las empresas y una aportación gubernamental que garantizó este indudable avance en la vida social del país.
Cuando se hicieron los cálculos actuariales para determinar la reserva económica que debía existir para estos fines, la edad para obtener el derecho a pensión se pactó en 50 años para mujeres y 55 para los hombres, así como 30 años de servicio efectivo.
Hubo además algunas variantes que se obtuvieron mediante conquistas laborales obtenidas por las organizaciones sindicales. Una de ellas, importante, fue el derecho a tener estas prestaciones con la acreditación de solo 500 semanas de trabajo.
Desde luego, cuando se lograron estos avances, las condiciones económicas del país eran suficientemente buenas para la saludable administración de estos fondos, especialmente en el caso de los afiliados al IMSS, que por ser un instituto de nueva creación, vio crecer la capitalización del fondo en muy buena proporción para responder a las necesidades, teniendo en cuenta que transcurrirían muchos años para que empezara a cumplir con sus compromisos.
En el caso de la Dirección de Pensiones, el fenómeno era similar, aunque pronto se dieron cuenta de que no convenía tener aislados los servicios médicos y sociales para los trabajadores del Estado y una oficina diferente para las pensiones y jubilaciones. Decidieron fundirlo todo en una nueva institución llamada Instituto Nacional de Seguridad y Servicios Sociales para los Trabajadores del Estado (ISSSTE), que es como funciona actualmente.