Los primeros hombres que construyeron aeropuertos y estaciones de trenes, se equivocaron al hacer de éstos, no lugares, para usar la definición de Marc Augé. Se pensó en un principio que al ser sitios de paso, no necesitaban confort. Se asignaron “salas de estar” como si pudiera haber salas de no estar. Se olvidó que en la vida, pero sobre todo en esta vida frenética de los últimos tiempos, siempre se está de paso, siempre se está yendo uno, siempre, hacia alguna parte. Valdría más entonces que el sitio de tránsito, donde confluyen muchas narraciones, fuera por lo tanto un sitio habitable, al fin y al cabo, un lugar que se precie de ese nombre.
Ganador del Premio Pritzker y el Príncipe de Asturias de las Artes, Norman Foster es famoso por su arquitectura modernista de alta tecnología y sustentable. La arquitectura, piensa Foster, debe buscar romper las barreras económicas, sociales o ambientales de quienes la usan. Durante muchos años no se ha construido una sola obra que le dé identidad a la Ciudad de México, como sí lo han hecho especialistas para otras ciudades: Santiago Calatrava, Renzo Piano, Zaha Hadid, Frank Gehry, Rem Koolhaas o Richard Meier. Los arquitectos son músicos que escriben la partitura de las ciudades que habremos de tocar con nuestros pasos, con nuestros humores, con nuestro temperamento. En ese sentido, a mí me parece loable que sea Foster quien construya el aeropuerto. Hasta aquí la parte noble del proyecto. Dicho lo anterior, tendríamos que hacernos otras preguntas: ¿Cómo será el aeropuerto que construya Foster, cuando haya de enfrentar todos los vicios mexicanos de la industria, los sindicatos, y hasta llevar de socio-contratista al yerno de Carlos Slim? ¿Logrará romper las barreras políticas de quienes lo contratan? El gobierno federal está obligado a rendir cuentas y transparentar las licitaciones correspondientes, pero ¿lo hará?
Aquí el foco rojo. Ya el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT), aseguró que parte de la poligonal donde se planea construir el nuevo aeropuerto, ocupa terrenos de Atenco y Texcoco que fueron comprados ilegalmente, pues se presionó a los ejidatarios a venderlos, por lo que con movilizaciones y acciones legales defenderán sus tierras. No olvidemos que en Atenco, el entonces gobernador del Estado de México, hoy Presidente de la República fue el responsable directo de la brutal represión y graves violaciones a los derechos humanos. Hoy, Peña Nieto vuelve a Atenco. ¿Cómo actuará frente a la defensa de los pueblos?
Más allá de los beneficios sociales que traerá el proyecto, los habitantes de Atenco y Texcoco aseguran que la construcción y desarrollo del aeropuerto, así como de los lugares de hotelería, zonas habitacionales y zonas recreativas, sólo traerán cuatro veces más contaminación, impacto de ruido, y la desaparición de las comunidades, falta de identidad y ruptura del tejido social. Aunado a lo anterior, César Buenrostro, ex secretario de Obras y Servicios del Gobierno del Distrito Federal, reveló que durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador se realizó un estudio que señala que la zona del Lago de Texcoco es un área de inundaciones y no resulta idóneo construir un aeropuerto ahí, por lo que alertó sobre las consecuencias que traería consigo efectuar dicho proyecto para la Ciudad de México al señalar que “se van a invadir áreas de regulación hidráulica […] son mecanismos de emergencia, de soluciones parciales porque sigue creciendo la Ciudad de México, si no preservamos este recurso, que es el mecanismo de regulación, vamos a afectar a la Ciudad”.
En los tiempos democráticos en que vivimos, construir espacios públicos es concertar. Las grandes obras implican enormes desafíos y deben hacerse con pleno respeto al medio ambiente y a las comunidades que históricamente han habitado esos sitios. Si no se hace de esa forma, entonces construir un aeropuerto sustentable, por medio de prácticas abusivas y que acaben despojando de lo suyo a los pueblos originarios, será un despropósito.
El problema no es que se edifique un nuevo aeropuerto, sino cómo se vicia el proceso de construcción cuando sólo se piensa en multimillonarios negocios inmobiliarios y cuando se desplaza a los habitantes originarios. Si eso ocurre durante la cimentación, poco se habrá logrado. Se construirá una obra a costa de destruir lugares habitables. Se construirá un espacio, dejando alrededor un no lugar, y de eso no se trata la arquitectura de Norman Foster.