Entrevista a Raúl Trejo Delarbre
Yo creo que no. Primero hay que recordar qué es Internet: la web consiste en una red de redes; una colección de redes entrelazadas que no tienen un eje, no tienen un centro y, por lo tanto, se dificulta el control, la censura y la supervisión de lo que en ella ocurre. Desde que Internet se generalizó (hace poco más de 20 años), lo que más ha funcionado, lejos de los intentos de legislarlo, ha sido el autocontrol por parte de los internautas. Por supuesto, esto no resuelve la frecuente comisión de delitos que se realizan en Internet, al igual que en otros espacios.
Hace mucho tiempo definí a Internet como una colisión de espejos de la humanidad. En la red, al igual que en la sociedad humana, conviven el altruismo, la filantropía, el deporte, la ciencia, la literatura, la música, etcétera. Pero del mismo modo que en la vida fuera de línea, en la web también hay odios, delitos y perversidades.
Me parece que más que aplicar legislaciones específicas que podrían violentar la libertad de expresión y de tránsito a través de las redes, lo pertinente es que los ordenamientos legales que ya existen para perseguir delitos en cualquier ámbito, también sean aplicados en Internet. Por ejemplo, si alguien comete un fraude y me roba dinero de mi cuenta bancaria mediante un artilugio digital, yo estoy protegido por la ley, aunque el fraude haya sido en Internet y no en la sucursal del banco. No hay motivo para que este delito no se persiga de la misma manera que si hubiera ocurrido fuera de la web.
Los bancos son responsables. Es como si me dijeran que si alguien falsificó un cheque de mi cuenta, es mi culpa porque yo presté mi chequera. Por supuesto hay pretextos para eludir las responsabilidades, pero para eso existen autoridades ante las que uno puede reclamar. No es aceptable que un banco use como pretexto que a alguien más se le dio la contraseña, para no cubrir los depósitos de un cuentahabiente.
Yo creo que no hay nada que cambiar, ya hay reglas para que se denuncien los fraudes, existen procedimientos mercantiles que deberían de funcionar. Fuera de reglamentar la firma electrónica y ese tipo de cosas, creo que ya no hay mucho que cambiar, lo que hay que hacer es lograr que se cumplan las leyes que ya existen.
Me parece una tontería. Desde luego nos falta educación cívica para hacer mejor uso de nuestras libertades, pero proponer que como no sabemos usarla no puede haber libertad, es una posición autoritaria y del todo rechazable.
No hay término medio. Yo creo que estamos ante la necesidad de tener nuevas definiciones de privacidad y de actualizar el deslinde que solía haber entre lo público y lo privado. Antes era muy clara la frontera entre estos dos conceptos; esencialmente podíamos decir que lo público es lo que uno hace en la calle y lo privado es lo que uno hace en su casa, pero esas fronteras están desapareciendo desde que muchos usuarios de la red hacen públicos temas de su vida privada, aunque sólo sea con el propósito de que los conozcan algunos allegados suyos.
Cuando una persona coloca una fotografía de una fiesta familiar o un comentario de una reunión personal en su cuenta de Facebook, probablemente piense que este contenido sólo va a ser visto por sus amigos en esta red social: sin embargo, vale la pena recordar e insistir en el hecho de que todo contenido digital que se coloca en línea es susceptible, en primer lugar, de ser conocido por otros a los que no necesariamente iba dirigido; en segundo lugar, también puede ser modificado y, en tercer lugar, puede ser propagado sin nuestro consentimiento.
Lo anterior es un riesgo que existe en las redes digitales y que va más allá de la legislación pero que está presente siempre, cualquier cosa que digamos por correo electrónico, al igual que nuestras conversaciones telefónicas (particularmente las llamadas por celulares), son susceptibles al espionaje. De tal manera que un principio importante a recordar, es que si queremos que algo permanezca sin ser conocido, lo peor que podemos hacer es difundirlo por medios digitales, tanto por teléfono como por Internet. Esto, no elimina la responsabilidad de los que espían, de los que interceptan llamadas, etcétera. Por eso es muy importante que haya disposiciones para penalizar la intromisión indeseada en la vida privada de la gente y para que, en caso de que los gobiernos requieran alguna información, que ésta solo sea obtenida a merced de una orden judicial. En Estados Unidos, en virtud a la las legislaciones para perseguir al terrorismo y a la delincuencia organizada, las autoridades policíacas pueden intervenir contenidos en línea y esto nos lo avisan Facebook, Twitter y otras redes sociales, en las letras pequeñitas que nadie lee pero que todos aceptamos al darle “click” y decir que estamos de acuerdo.
Me parece que se debe al miedo a los desconocidos, a los violentos, al terrorismo, al miedo que da en cualquier sociedad la posibilidad de que ocurran atentados, al miedo que propagan, por ejemplo, las escenas de las decapitaciones a cargo del grupo fundamentalista: “Estado Islámico de Irak y Siria”. Todo esto, lo aprovechan los gobiernos con cierta frecuencia para reforzar las capacidades de supervisión de sus cuerpos policíacos.
La verdad es que me pide usted mucho, porque son situaciones muy variadas, pero voy a tratar de responderle. Yo diría que hay que asumir a estas nuevas tecnologías digitales como una fuente de acceso a posibilidades para informarnos, interrelacionarnos y comunicarnos como nunca antes se había visto en la humanidad. Estamos ante una revolución de las telecomunicaciones que nos permite tener acceso a bancos de datos lejanos, tener comunicación con amigos o colegas con los que de otra manera no tendríamos contacto, podemos disponer de contenidos que antes eran muy laboriosos o imposibles de alcanzar. El cine también se revolucionó con la existencia de sitios como Netflix, que es una filmoteca muy numerosa, impensable hace algunos años y que ahora se usa con mucha facilidad, etcétera. Estamos ante un nuevo contexto cuyo uso tiene costos, y uno de ellos, inevitable, es que nuestra información, cuando la convertimos a un formato digital, sea muy susceptible, primero de propagarse sin nuestro consentimiento y en segundo lugar, de ser modificada o utilizada con modalidades diferentes a las que nosotros queríamos. Esto vale para todo, lo mismo nuestras fotografías en Facebook, los textos que ponemos en un blog o los datos personales que dimos al banco. ¿Qué precauciones tomar? Es difícil de responder, pero yo diría que hay que tener una actitud de desconfianza permanente, no de miedo que nos paralice, pero sí de desconfianza. No confiar en ofertas providenciales, el dinero fácil no existe y mucho menos llega de pronto por correo electrónico, también es necesario actualizar constantemente nuestros paswords y hacerlos más complejos.
Bueno, todos los instrumentos y todas las tecnologías implican riesgos, pero nadie se va a detener por ellos. Contestando a su pregunta, el tráfico en Internet sigue estando de manera mayoritaria en sitios abiertos, el sitio que más tráfico recibe es Google, porque existen tantos contenidos en línea que forzosamente necesitamos un filtro y el más eficaz (aunque está permeado por intenciones e intereses comerciales), es Google. Los otros sitios que tienen mayor número de visitas según la empresa Alestra, son: Facebook, Youtube, Yahoo y el buscador chino Baidu.
Lo que algunos llaman la Internet profunda o la Internet obscura, es esa colección de sitios de especialistas donde se esconden los hackers y algunos miembros de la delincuencia organizada. Esta web subterránea tiene un peso cada vez menor. Existen muchos intereses que circulan ahí: transacciones financieras probablemente, acuerdos para tráfico de drogas, pornografía infantil, etcétera, pero es tan amplia la capacidad de los gobiernos para fiscalizar ese tipo de sitios que yo creo que van disminuyendo.
Sea como sea, siempre, a todos los Estados les va a interesar regular cualquier espacio, está en su naturaleza; sean del color que sean y de la tendencia ideológica que sea, pero particularmente los más autoritarios tratan de regularlo todo. Sin embargo, censurar y controlar Internet sigue siendo, por fortuna, difícil, porque a pesar de la enorme consolidación del tránsito de la red en unos cuantos sitios en todo el mundo, seguimos sin tener un eje desde donde se pueda observar todo lo que hay en la web y censurar, al gusto de algunos gobiernos, los contenidos en Internet.