El domingo 15 de julio de 2007 me hallaba en mi natal Tierra Blanca, estado de Veracruz, en compañía de un respetable y querido amigo, el CP Fernando Mora Ramos, a la sazón candidato de Convergencia (hoy Movimiento Ciudadano), a la presidencia municipal de nuestro pueblo.
Ese día iniciaban las campañas electorales locales de candidatos a 212 presidencias municipales y 50 diputaciones locales (30 uninominales y 20 plurinominales), bajo los cálidos y reiterados exhortos de los consejeros del Instituto Electoral Veracruzano, a candidatos y dirigencias de los partidos políticos contendientes, a evitar “la guerra sucia”.
Ninguna advertencia hubo para otro mal del sistema político en México: el cinismo endémico de quienes abusan del poder impunemente. Por ahí de las nueve de la mañana escuchamos por la radiodifusora local que de un momento a otro se esperaba “el arribo del señor gobernador” priista al campo deportivo municipal, para presidir un importante acto agrario. Recuerdo que el alcalde saliente era del PAN: Francisco Arano Montero. Picados por la curiosidad, pues nada sabíamos de un acto semejante y menos el mismo día de arranque de las campañas (lo prohíbe la ley electoral), Fernando y yo nos dirigimos al campo deportivo.
Allí nos encontramos con una multitud enfundada en camisetas rojas con el logo del PRI, que abarrotaba las tribunas. En el centro del cuadro beisbolero estaba alineada una veintena de tractores agrícolas, todos también de color rojo.
El espacio restante estaba dedicado al helicóptero del señor gobernador que, en efecto, arribó poco después de las diez de la mañana.
Ahorro a los lectores de estas líneas la puesta en escena del grotesco, cínico e impune acto político, salvo que el gobernador iba de prisa pues tenía por delante actos semejantes en numerosos municipios de la entidad… para ese mismo domingo.
Los resultados del día de la elección, 2 de septiembre, eran previsibles. Los candidatos del partido estatal en el poder, postulados por la Alianza Fidelidad por Veracruz (así se llamaba, en serio), triunfaron en 28 de los 30 distritos electorales en disputa, y en 155 de los 212 ayuntamientos del estado.
“Un tsunami rojo azotó Veracruz”, se dijo entonces coloquialmente. El gran ganador fue el señor gobernador, por supuesto. Tres veces diputado federal, senador en dos ocasiones, reiteradamente señalado como político corrupto y corruptor (hay grabaciones) y usuario habitual de recursos públicos para apoyar a candidatos de su partido…
El caso es que el señor gobernador de marras era entonces (y aún conserva intacto su poder), nada más y nada menos que un genuino y fiel representante del sistema político instaurado en México en 1929 desde el omnímodo poder presidencial, y del cinismo endémico que hoy todavía agobia al país. Sistema que dio a luz al partido que el escritor hondureño Augusto (Tito) Monterroso marcó para la posteridad con su mini ficción El Dinosaurio: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”.
Ejemplos como el citado en este espacio hay y ha habido muchos en la historia política de nuestro país, montados en el dinosaurio. Este año de elecciones intermedias, se puede advertir la cola del reptil en spots de radio y televisión, en los espectaculares, en las camisas rojas, en los programas sociales clientelares, en el abuso de los recursos públicos, en la impunidad de gobernadores, alcaldes, legisladores y líderes políticos en todo México.