Amado Nervo, considerado uno de los escritores más prolíferos en la historia de la literatura universal, poeta, novelista, ensayista, periodista y diplomático, miembro de la Academia Mexicana de Lengua, y figura central del movimiento modernista, fue siempre un hombre sencillo que encaró todos sus logros con humildad. Inmune al narcisismo, de sí mismo escribió:
¿Versos autobiográficos? Ahí están mis canciones,
allí están mis poemas: yo, como las naciones
venturosas, y a ejemplo de la mujer honrada,
no tengo historia: nunca me ha sucedido nada,
¡oh, noble amiga ignota!, qué pudiera contarte.
Allá en mis años mozos adiviné del Arte
la armonía y el ritmo, caros al musageta,
y, pudiendo ser rico, preferí ser poeta.
-¿Y después?
-He sufrido, como todos, y he amado.
-¿Mucho?
-Lo suficiente para ser perdonado…
La muerte lo sorprendió en cuatro ocasiones. La primera fue la de su padre cuando tenía nueve años de edad. Esta pérdida dejó a la familia en una situación económica precaria, que incluso años después obligó a Nervo a abandonar la carrera de Derecho para buscar trabajo en Mazatlán, donde empezó a escribir para el diario El Correo de la Tarde, medio que tuvo el honor de ser el primero en publicarlo.
La segunda muerte fue el suicidio de su hermano Luis, también poeta. Amén de la impresión que el suicidio de un hermano deja en cualquiera, el suceso desató en Amado, hombre de profundas raíces católicas, un serio conflicto religioso cuyas cavilaciones místicas impregnaron su obra.
La tercera, fue la prematura muerte de Ana Cecilia Luisa Dailliez, el gran amor de su vida. A ella la conoció en París, Francia, a donde asistió como corresponsal de El Mundo para la Exposición Universal de 1900. Ahí también se relacionó con la crema y nata de la vanguardia literaria: Catulle Mendès, Moréas, Lugones, Oscar Wilde, y se reencontró con su amigo Rubén Darío, con quien tuvo una relación constante y duradera.
Ana Cecilia murió de fiebre tifoidea el 7 de enero de 1912.
Esa noche en que Nervo veló en soledad el cadáver de su musa, nació La Amada Inmóvil, su libro de poemas más impactante y famoso, que mantiene su fuerza y vigencia hasta nuestros días, y que fue publicado póstumamente en 1922.
A manera de introducción, el poema inicia con los siguientes versos:
OFERTORIO
Deus dedit, Deus abstulit
Dios mío, yo te ofrezco mi dolor:
¡Es todo lo que puedo ya ofrecerte!
Tú me diste un amor, un solo amor,
¡un gran amor!
Me lo robó la muerte…
y no me queda más que mi dolor.
Acéptalo,señor:
¡Es todo lo que puedo ya ofrecerte!…
Su propia muerte sucedió de forma inesperada el 24 de mayo de 1919, a los 48 años de edad, apenas ocho días después de su arribo a Montevideo como Ministro Plenipotenciario de México en Argentina y Uruguay.
La repatriación de sus restos alcanzó honores continentales. El barco uruguayo que lo trajo de vuelta, fue escoltado por embarcaciones argentinas, cubanas, venezolanas y brasileñas. En México se le rindió un homenaje sin precedentes y fue sepultado en la Rotonda de las Personas Ilustres el 14 de noviembre de 1919.
La figura de Amado Nervo no es relevante sólo para el movimiento modernista, sino para la literatura hispanoamericana posterior hasta nuestro país. Amado Nervo logró constituirse con su talento en la figura principal de su época en México.