Tuve el privilegio de escribir para Unomásuno las crónicas de toda la campaña presidencial de Miguel de la Madrid, del 14 de octubre de 1981 al 28 de junio de 1982. Nueve meses y 114 mil kilómetros, con respiros de no más de dos o tres días de asueto, en cuanto transporte se puso a disposición de los reporteros enviados a “cubrir” el itinerario del candidato del PRI: ferrocarril, barco, lancha, avión, helicóptero, autobús, avioneta.
Fue un privilegio porque, no obstante mis recorridos periodísticos durante más de tres décadas como reportero por todo el territorio nacional, en la campaña de Miguel de la Madrid me acerqué a mi país y a mis compatriotas palmo a palmo; me propuse fijar mi atención y mi trabajo en la gente abajo del templete: curiosos apostados en los linderos de los parques y las plazas públicas, mexicanas y mexicanos enojados porque se les impedía el paso a salones exclusivos para la claque priista, indígenas humillados por sus propias necesidades, gente esperanzada y confiada en la renovación moral de la sociedad…
Describí a los indígenas huastecos de Huejutla arremolinados después del mitin para capturar paquetes de tortillas que les arrojaban desde un camión de carga; la solicitud manuscrita de “prospiridá” que le hizo al candidato un ejidatario tlaxcalteca; las estadísticas de la miseria en la región desértica de Zacatecas, tierra de caciques; la tristeza de los indios seris, ex pescadores convertidos en talladores de madera de palofierro, porque fueron expulsados de su Isla Tiburón…
Y así, 114 mil kilómetros.
Una tarde, después de caluroso mitin en Huetamo, corazón de la Tierra Caliente michoacana, alguien me transmitió un recado de Miguel González Avelar, entonces jefe de prensa en la campaña (después secretario de Educación Pública): el candidato deseaba conversar conmigo a bordo de su helicóptero, en vuelo de Huetamo a Zitácuaro. Acepté entusiasmado: pensé en una exclusiva periodística, en que ya tenía buena materia para mi crónica diaria, en que no a todos los reporteros se le extendía una invitación así… En fin.
Pero mi gozo se fue al pozo. Un ayudante del equipo de prensa del PRI, me confió: “Creo son tus crónicas. Si nomás te leyeran a ti, los lectores de Unomásuno se formarían una imagen deformada de lo que es México”.
Con eso tuve. González Avelar me diría después que me había subido yo al helicóptero con la espada desenvainada. Trepé a la aeronave del candidato (un Puma bien equipado), en el helipuerto de Huetamo.
Ya me esperaban sentados De la Madrid y el siempre amable Miguel González Avelar. Con un ademán amistoso, sonriente, el candidato me invitó a sentarme frente a él. Y el futuro presidente de México abrió fuego respetuosamente.
Me dijo que estaba sorprendido de mis crónicas al igual que preocupado; quien me leyera (y él estaba entre los lectores de mi crónica, aseguró), estaría formándose una percepción de nuestro maravilloso México muy distante de la realidad.
“Es que son dos visiones distintas, señor candidato”, le respondí. Y agregué: “la de usted es la que se tiene arriba del templete, la mía es la de abajo”. La conversación fluyó, aunque penosamente.
El candidato aferrado a la visión de su México, yo al México que una y otra vez señalé como “los de abajo del templete”. Sorprendí al candidato con lo que todavía hoy considero una frase irrespetuosa de mi parte: “Señor candidato: ¿qué le parece si, para darle una salida cordial a esta plática, intercambiamos responsabilidades? Usted como cronista, yo como candidato presidencial”.
El candidato guardó silencio hasta que le informaron que nos hallábamos en movimiento de aproximación al aeropuerto de Zitácuaro. Entonces De la Madrid me habló desde arriba del templete: “Dos cosas me han impresionado en lo que llevamos de campaña: lo increíblemente grande de nuestro territorio y la crítica situación de nuestros marginados. Ya tiene el IEPES instrucciones para que abordemos estos problemas, que deben ser preocupación nacional”. Hace la friolera de 33 años, el director del Instituto de Estudios Políticos, Económicos y Sociales (IEPES), del PRI, era Carlos Salinas de Gortari.