Son pioneros en fomentar la cultura zapoteca a través de las «pintas»
En los muros de las calles de Juchitán, Oaxaca, el Colectivo Chiquitraca rinde homenaje y fomenta la cultura zapoteca a través del grafiti. Gotha, Dexter, Mex, Jared y Prosh, son cinco jóvenes artistas que dibujan los muros de las pequeñas casas de adobe de la comunidad, para crear conciencia social y recuperar las raíces de la región.
Su proyecto denominado en zapoteco “Bini laanu”, que significa “nuestra gente”; consiste en pintar 20 obras de gran formato de hombres y mujeres, todos adultos mayores, que desempeñan un oficio tradicional en la región del Istmo. De los cuales, hasta el momento, llevan 15 murales de quienes son calificados como honorables, al dejar huella entre sus habitantes.
Gotha, fundador del Colectivo, explica que esta propuesta surge por la necesidad de compartir el arte con la comunidad y desmitificar que el grafiti es malo. Por el contrario, con base en sus trabajos han logrado que la gente los valore e identifique como jóvenes trabajadores y creativos. Incluso los habitantes ahora son quienes les ofrecen sus muros y mantienen en buen estado su obra y el entorno.
“El grafiti es arte. No somos vándalos ni personas viciosas, somos jóvenes interesados en expresar nuestras ideas y buscamos crear conciencia entre la comunidad”, asegura Gotha, quien utiliza ese tag o firma, que lo distingue de los demás grafiteros.
Ante la necesidad de compartir el arte con su comunidad y fomentar el valor de su cultura, iniciaron este trabajo en honor a los adultos mayores, a quienes los zapotecas consideran “la biblioteca de la casa”, porque son personas sabias, en comparación con otras regiones donde son tachados de “estorbos”.
Dexter explica que en cada mural se dividen el trabajo durante tres o cinco días: un equipo pinta el fondo, otro el rostro y así sucesivamente hasta perfeccionar la imagen. En cada pintura, los jóvenes invierten entre 15 y 20 mil pesos en materiales al ser un proyecto autogestivo, por este motivo aún les falta dibujar a cinco abuelos. “Todo ha salido de Chiquitraca, nosotros hemos aportado los recursos por la pasión de pintar y regalarle nuestro trabajo a la comunidad. Por eso los realizamos hasta tener dinero para el material y también cuando tenemos tiempo porque unos estudian y otros trabajan”, aclara.
El primer mural de esta serie fue realizado con acrílico y aerosol en una pared de 5×6 metros; está dedicado a Rosita por vender flores durante más de 50 años en la comunidad de Unión Hidalgo, donde posteriormente efectuaron otros tres murales de indígenas honorables en la región.
En Juchitán también resaltaron el semblante de una cohetera y una artesana que con hoja de palma, elabora escobas y abanicos, productos que actualmente también desarrollan sus hijos. En Tehuantepec plasmaron la imagen del escritor Antonio Santos Cisneros. Mientras que en Chicapa de Castro dibujaron a una panadera que desde hace 65 años elabora panes tradicionales, así como al señor Hermenegildo, quien es trovador.
Al concluir las 20 obras, los artistas planean publicar un catálogo que incluya la biografía de los abuelos distinguidos para profundizar en su historia de vida, así como un croquis para ubicar cada mural.
«Pintar hasta explotar»
El Colectivo Chiquitraca surgió el 27 de abril del 2011 durante una cena decembrina, donde decidieron adoptar ese nombre porque los chiquitracas son pequeños cohetes blancos, con la mecha color rosa, típicos entre los niños del Istmo, lo que les genera recuerdos de la infancia y también, porque su detonación les parece extaciante, al igual que pintar un grafiti; por esta razón ambas experiencias las conjuntan en su lema: “Pintar hasta explotar”.
La recomendación de su trabajo los ha llevado a diversos lugares del país, como fue el caso del proyecto Marchante: un trueque con el arte, donde en octubre del 2013 intervinieron los mercados Juárez, Medellín y San Pedro de los Pinos, ubicados en el Distrito Federal.
Mientras que en Cuernavaca, Morelos, realizaron murales en el DIF Municipal y en la Escuela de Enfermería. En Cosoleacaque, Veracruz, también dejaron huella en las paredes del poblado. Asimismo han expuesto en galerías de la capital de Oaxaca y en Juchitán, además de colaborar con artistas de renombre internacional.Gotha recuerda que en 2001 el grafiti llegó a Juchitán. “Cuando lo vi por primera vez me despertó curiosidad porque era algo muy nuevo, prohibido y místico, fue algo que ya no quise deja ir. Entonces empecé a grafitear pero sólo de manera ilegal, así fue durante casi tres años, mientras tanto viajaba a otros estados y conocía a colegas hasta que me adentré totalmente al ámbito”.
En un principio grafiteaban con el nombre Área 971, pero en ese tiempo sólo hacían “producciones”, es decir, diversos paisajes así como grafiti ilegal. Fue entonces que en 2011 decidieron nombrarse Colectivo Chiquitraca para enfocar su proyecto en homenaje a la región oaxaqueña, como si fuera una especie de tequio (trabajo a favor de las necesidades colectivas).
Una vez concluidos los 20 murales dedicados a los abuelos, los artistas planean iniciar este año el proyecto de los muxes (homosexuales), pues en Juchitán se les nombra así a aquellos varones que gustan de vestirse y asumir roles femeninos, aunque hay quienes no necesariamente se visten de mujer.
En este sentido, Dexter añade que pintarán a diez muxes, porque a diferencia de otras regiones, ahí son considerados “un regalo de Dios” por ser personas trabajadoras que aportan a la comunidad.
El término muxe es una derivación fonética de la palabra española mujer, que los zapotecas adoptaron en el siglo XVI. Aunque cuenta la leyenda que Dios mandó a San Vicente de Ferrer para colocar en las diferentes regiones del estado a un hombre y una mujer, pero de pronto sacaba a un muxe de un saco, pero al romperse en Juchitán, muchos se quedaron en esa región.
Es por ello, que la intención de Chiquitraca es “que sean conocidos en el país y el mundo, porque suele predominar la homofobia. Nosotros pretendemos hablar de lo que implica tener un hijo muxe”, afirma Dexter.
El grafiti es «cosa del Diablo»
De pronto en el 2001, los muros estaban cubiertos de diversos colores que formaban dibujos pintados con aerosol. Era la primera vez que en Juchitán se observaban las “pintas” en las paredes de las casas con tejados de dos aguas, pero eran consideradas “cosas del Diablo”. A pesar de esos prejuicios, los cinco integrantes del Colectivo Chiquitraca lograron revertir esa visión.
Prosh narra que desde los 12 años se adentró en el mundo del grafiti. “En un principio no conocía a nadie, tan sólo vi a unos chavos que llegaron a pintar por mi casa, pero desaparecieron. Poco a poco salí a las calles y empecé a conocer a chavos que pintaban. Vi a los Chiquitraca en una expografiti en Tehuantepec, les dije que me gustaba dibujar y me invitaron a colaborar”.
A sus 15 años es el miembro más joven del proyecto, aunque en un principio sus padres no lo apoyaban, cuando su madre conoció el arte que creaban decidió ayudarle a comprar el material, porque es una actividad cara cuando no reciben patrocinios o paga.
Prosh asegura que desde pequeño le atrae el dibujo, pero ha desarrollado varias técnicas de forma autodidacta. En un futuro desea estudiar diseño gráfico para crear imágenes digitales en grandes dimensiones.
Por su parte, Dexter de 25 años, señala que utiliza pinceles y pintura acrílica así como aerosol para perfeccionar los murales. En cuanto a las técnicas que aplica asegura que se deja llevar por su imaginación porque las “pintas” implican libertad de expresión, “proyectas lo que llevas dentro, por eso es necesario erradicar la idea de que es sinónimo de delincuencia. En lo personal, me ha enseñado mucho, he conocido muchas cosas sobre el arte y me ha dejado grandes amigos”.
El joven originario de Chicapa de Castro, aclara que nunca fue detenido por los policías, sin embargo “una vez tuve que cruzar el río para escaparme, aunque terminé enlodado y me clavé unas espinas fue una experiencia divertida. Me llevó mucho tiempo aceptar que quería estar en las calles pintando, hasta que lo asumí y luché por este puesto que hoy en día ocupo”.
A pesar de que también se enfrentó a esta situación desde hace siete años, el artista Mex reconoce que no fue sencillo lograr la aceptación de la población. “Antes era muy difícil que nos dieran un área, aunque solicitáramos permiso; ahora nos ofrecen sus paredes y nos dejan proponer el tema, sólo nos dicen que no pintemos cosas malas o ‘del Diablo’, y a cambio nos ofrecen comida o nos apoyan con material”.
Para Prosh el grafiti es un estilo de vida y significa crear identidad para diferenciarse de otros grupos. “Tengo compañeros que me dicen ‘pinche rayador de paredes’, pero ignoran que generamos mensajes que permiten reflexionar sobre temas sociales, políticos, ecológicos o culturales. Por eso debemos mantener lo underground y producir arte en la calle, para no encerrarnos en un estudio y perder la convivencia con la gente”.
El integrante más nuevo del Colectivo es Jared de 28 años, quien considera que la práctica ha sido la clave para alcanzar el realismo en sus obras. “Es una técnica mixta donde aplicamos aerosol, pintura acrílica o utilizamos pinceles, pero al difuminar la pintura logramos esa veracidad en las obras. El grafiti es muy bonito, lo considero un don que Dios nos regaló o como dijera el campesino es ‘nuestro machete’, porque con él sacamos adelante el trabajo”.
En contraparte, Gotha recuerda que fue encarcelado por grafitear en compañía de otros colegas, pero gracias al apoyo de su comunidad los liberaron. Asimismo condena que recientemente en Puebla un mando policial asesinara de un tiro en la nuca a un joven de 18 años al realizar una pinta, y a su vez, repudia la Ley Antigrafiti, aprobada en dicho estado que permite hasta seis años de cárcel a quien dañe propiedad privada.
El joven artista explica que el gratifi es arte. “Es como una utopía, porque puedes llegar a generar un cambio en la sociedad. Por ejemplo, nosotros prácticamente logramos erradicar las “pintas” ilegales en Juchitán, pues la comunidad se dio cuenta que no éramos vándalos que rayábamos por rayar, sino que transmitíamos mensajes. Por eso sí le apuesto a que la cultura y el arte ayudan a vivir en armonía”.
Gotha asume que gracias a las “pintas” cuenta con amigos que también considera grandes artistas, porque día a día evolucionan sus técnicas a través de la imaginación que es lo que caracteriza al Colectivo Chiquitraca.