Es frecuente escuchar que la mayoría de las personas opinan que la política es una actividad perversa donde converge lo peor de la condición humana: la ambición, la impunidad, la avaricia, la falta de principios, la lucha encarnizada por el poder. En pocas palabras es el mismísimo infierno.
El desdén y repudio hacia la política es producto de acciones y omisiones efectuadas por ciertos personajes, que han estado presentes activamente en los temas que atañen a lo público en el transcurso de la historia de nuestro país. La noción que hoy en día posee la gran mayoría de los mexicanos sobre la política es preocupante.
Paradójicamente la política es la principal actividad que llevan a cabo todas las personas día a día. Aristóteles en su obra titulada La política, consideraba al ser humano como un zoon politikon, es decir, un animal político que se diferenciaba del resto de las especies por su capacidad de raciocinio y su habilidad de socializar.
La política es una actividad inherente a la naturaleza humana. Mujeres y hombres hacemos política cotidianamente al estar en contacto con nuestros familiares, amigos o compañeros de trabajo, en decisiones tan simples como elegir dónde comer o dónde ir a descansar, pues todas son relaciones de poder.
Por tales motivos es necesario romper con los estigmas que denigran dicha actividad. Por ejemplo, afirmar que todos los políticos buscan satisfacer exclusivamente sus intereses personales denota un conocimiento limitado de la realidad imperante. La situación no es tan simple, los estudiosos de las ciencias sociales y en específico de lo político tienen en cuenta que estos son procesos más complejos que requieren de toda la atención y de un análisis más profundo.
Siendo la política una actividad tan importante, debemos estar al pendiente del desempeño de aquellos que la han elegido como profesión y, que por ende aspiran a ser nuestros gobernantes o que de hecho ya gobiernan nuestro país.
La forma para lograrlo consiste en entender la importancia que inviste a la participación política. Esta labor, desde mi punto de vista, debe ser emprendida por todos, pero en especial por los jóvenes. Somos nosotros quienes estamos más familiarizados con las nuevas formas de interacción, derivado del constante cambio tecnológico y del rápido flujo de información en todo el mundo y sobretodo, somos quienes más pugnamos por un cambio en nuestro entorno que traiga consigo el bienestar social.
La participación política, en términos sencillos, se refiere al conjunto de actividades individuales o colectivas para intervenir en los procesos de organización de la vida social, económica y cultural de una población determinada.
Esto implica entre otras cosas decidir qué sistema de gobierno queremos, quiénes nos representarán en los cargos de elección popular, cómo deben de elaborarse e implementarse las políticas públicas y vigilar el ejercicio de las funciones públicas encomendadas a nuestros representantes.
En la práctica esto no sucede con homogeneidad, de acuerdo al Informe país sobre la calidad de la ciudadanía en México 2014, publicado por el entonces Instituto Federal Electoral, el modo de participar políticamente del 39% de los mexicanos es sólo “platicar con otras personas sobre temas políticos”. Asimismo señala que sólo el 10% de los mexicanos “lee o comparte información política por alguna red social”, lo que a mi juicio indica que el ámbito del Internet, y en específico las redes sociales como difusores de información, continúa siendo un área poco explotada si tomamos como referencia ejercicios en otros países como lo es el caso español.
Retomando el Informe país, el modo de participación política más recurrido por los mexicanos es el electoral por ser “más fácil y económico para los ciudadanos”. Aquí encontramos porcentajes de participación del 66.08% para las mujeres y un 57.78% para los hombres en los comicios federales del 2012.
Esta forma de legitimar el ejercicio del poder sigue colocando a los partidos políticos como las principales instituciones del proceso electoral y de la composición de los congresos. Sin embargo, los partidos tradicionales han contribuido en gran medida a su propio descrédito como actores incapaces de canalizar las necesidades de la población mediante el ejercicio de gobierno.
Hoy más que nunca, los partidos políticos deben asumir nuevas responsabilidades ante una sociedad cada vez más informada y con otras alternativas de participación. Los partidos han perdido el monopolio de ser los únicos entes capaces de llevar a los ciudadanos al poder en los distintos cargos de representación popular.
Hoy se habla del éxito sobre las candidaturas independientes de Jaime Rodríguez “El Bronco” en Nuevo León, o de Pedro Kumamoto en Zapopan. Es innegable el efecto que han generado para la transformación del sistema de partidos y el sistema político mexicano; su éxito ha quedado comprobado en campañas electorales, pero se requieren estudios serios sobre estos casos,para que nos acerquen a entender la viabilidad de dichos fenómenos a la hora de gobernar, pues ser independiente no es sinónimo de buen gobierno.
Esto nos acerca nuevamente a la premisa que indica que los partidos continúan siendo los actores preponderantes en la escena política del país. Es cierto que las reglas del juego han cambiado, la democratización del sistema político se ha traducido en un alto nivel de competitividad electoral, pero los institutos políticos aún son los dueños de las maquinarias electorales, son los protagonistas de los acuerdos y los equilibrios entre los tres poderes, tanto en el ámbito federal como local.
Es casi imposible que exista la vocación de todos los ciudadanos por participar en los partidos políticos, para lograrlo deben utilizarse todas aquellas herramientas derivadas del proceso democratizador en México. Las candidaturas independientes, la consulta popular, el referéndum, el plebiscito y la revocación de mandato, son métodos de participación que ya existen y están a nuestro alcance.
Debemos romper los altos niveles de apatía, tomando nuevamente como referencia el estudio arriba citado, se debe incrementar el 6% de mexicanos que han participado en manifestaciones públicas o el 11% que han colaborado en actividades de partidos políticos.
Se require que seamos entes activos y no pasivos en la toma de decisiones de los asuntos públicos, que nos conciernen a todos. No nos limitemos a escribir en las mal llamadas “redes sociales”, todavía no existe evidencia que respalde que la información que circula en estas redes defina o modifique preferencias electorales.
Si nosotros mismos le hemos dado preponderancia a lo electoral y a los partidos políticos, entonces no dejemos de participar en estos procesos. La participación política debe de estar encaminada a vigilar este proceso con todas las herramientas existentes.
No neguemos nuestra esencia, somos animales políticos, nuestra naturaleza nos convoca a participar en todos los ámbitos; hagamos memoria de todos los conflictos y acuerdos que han sucedido para poder establecer lo que hoy puede vislumbrarse como los pilares de nuestra democracia.