“Si el gobierno es incapaz de brindar oportunidades a la juventud para su desarrollo, las y los jóvenes encontrarán otras alternativas, pero pocas serán legales”
En alguna ocasión, en un foro con jóvenes de diversos partidos políticos en Mérida, Yucatán, una joven indígena maya mencionó que todos los institutos políticos hablábamos de jóvenes, pero que ella no se sentía parte de esa juventud a la que hacíamos referencia, y por tanto, necesitaba un concepto más amplio, donde personas como ella u otras en condiciones diferentes, se sintieran parte de la misma.
Ella tenía y tiene razón; a pesar de estar en el rango de edad para ser considerada joven, no se sentía parte de la figura estereotipada de “ser joven”, es decir: aquella que radica en una ciudad, que tiene entre 18 y 30 años en promedio, que asiste a la universidad y es de clase media. Sin embargo, como este caso existen muchos en el país donde no podemos homogeneizar la receta y decir que las y los jóvenes somos iguales, ya que con esta apreciación se desdibuja el mosaico variopinto que representamos.
Asumirse como joven o mejor dicho como juventud, es más que delimitarse a ser un grupo etario. Entender, comprender y potenciar las características propias de las juventudes, partiendo únicamente de un rango de edad es una visión limitativa y estereotipada. Es por eso que los esfuerzos en materia de juventud deben estar encaminados a lograr la incorporación de la perspectiva de juventud en todos los aspectos de la vida pública, es decir, a reconocer la diversidad y divergencia dentro de las personas jóvenes y trabajar en función de ello.
Desde hace algunos meses, a raíz de ésta y de otras experiencias, hemos discutido en espacios (formales e informales), sobre el quehacer de las instancias encargadas de las políticas públicas en materia de juventud en el país. Cabe mencionar que, si bien han sido varias las propuestas y debates, en general coincidimos en que debemos generar cambios partiendo de la base de acciones regionales y municipales, que logren impulsar cambios de abajo hacia arriba, con miras a transformar la política pública en materia de juventud en todo el país.
Es por ello que necesitamos crear instancias en nuestros gobiernos con una perspectiva de juventud, para entender que las y los jóvenes somos diversos y que nos encontramos con aspiraciones, necesidades y retos muy distintos; pese a lo complicado que esto conlleve, debemos encontrar los mecanismos para brindar más y mejores oportunidades y alternativas; oportunidades para el desarrollo, llámese laboral, educativo, afectivo, por mencionar algunas, y alternativas para el desarrollo integral de una mejor vida que puede ser la recreación, la participación, entre otras.
El hacer caso omiso a este llamado puede traer consecuencias muy graves, recordemos que el problema de México no es el desempleo, sino las oportunidades. Si el gobierno es incapaz de brindar oportunidades a la juventud para su desarrollo, las y los jóvenes encontrarán otras alternativas, pero pocas serán legales.