La vocación por la música
Mi pasión por la música viene de dos lados; uno es el gusto que se da por naturaleza cuando se tiene alguna vocación, y otro, igual de importante, es la parte formativa. Desde muy niño (yo creo que tenía unos cuatro años), mi papá me llevaba a los conciertos de la Orquesta Filarmónica de la UNAM, me inculcó el amor, el gusto por la música, por estudiarla, por escucharla.
Otro evento que me marcó fue como a los 11 años, cuando un día llegó un piano a mi casa. En ese momento empecé a explorar la música en un contacto creativo, quería realizarla, hacerla… si no hubiera tenido la vocación para hacer música, para ser músico, tal vez sólo me hubiera quedado en conocerla, en ser melómano y nada más.
Gracias a esa vocación fue que llegué a sentarme al piano. Lo interesante de haber sido autodidacta es que crecí con total libertad en mis inquietudes musicales, lo negativo es que tengo ciertos handicaps o limitaciones: la lectura, el solfeo, los vas desarrollando por necesidad, pero entonces el crecimiento es un poquito disparejo. Cuando tuve mi primera clase de piano dije no gracias, porque lo que tenía que leer era muy simple; pero es lo que no conocía, y lo que ya tocaba era más complejo, entonces había esa disparidad y me aburrí.
Empecé con el clásico grupo que todos tenemos en la prepa
A mí se me dio siempre muy bien la parte científica y la parte de matemáticas; por otro lado, yo crecí en casa de artistas y también tenía muy desarrollada la parte creativa visual. Al final de la preparatoria te proporcionan “orientación vocacional”, para saber a dónde vas y el resultado estaba entre arquitectura, diseño industrial, artes plásticas o incluso actuaría, matemáticas, una cosa así. Llegó un punto en el que dije: “a mí lo que me gusta es lo creativo”, no me quise dedicar a algo científico cien por ciento, pero sí a la creación con un poquito más de rigor, fue en ese momento cuando decidí estudiar diseño industrial. Paralelamente a la formación académica, fue que se empezó a desarrollar realmente mi gusto por la música y mi quehacer musical. Empecé con el clásico grupo que todos tenemos en la prepa pero más en serio, ahí fui descubriendo mi vocación musical y luego, cuando empecé a trabajar en el Instituto Mexicano de la Radio como musicalizador y escribiendo música para un programa, fue cuando dije: “no, pues esto también me gusta”.
En la crisis post adolescencia, la crisis de pensar: “¿A qué me voy a dedicar? ¿Qué es lo que realmente quiero hacer?”, llegué a la conclusión de que ambas cosas me satisfacen y me llenan. Le dedico tiempo a la parte visual, multimedia, diseño industrial y gráfico, porque me gusta, no porque sea el trabajo que tengo que hacer para poder hacer lo otro. Pero también está la música, por supuesto, y el crecimiento en la música se ha dado de manera más reciente y con mayor intensidad, porque es como una curva, por un lado eres autodidacta, por otro, independiente y por otro lado autogestivo; entonces las cosas van muy despacito. Festejo en este mes 20 años de carrera con un concierto en el “Lunario”, pero son 20 años de trabajo de los cuales los últimos cinco, en peso específico, equivalen a otros 20 en logros.
Gestión y acción cultural
Este es un asunto más complicado de lo que parece porque hay muchos factores. Mi ventaja es que tengo un pie en ambas partes; soy músico, gestor y promotor cultural también, sé de lo que sufren las dos partes, eso me da la visión para poder entender muchas cosas, me permite a mí, como músico, cuando voy a tocar en algún lado, saber qué es lo que está pasando, todo con lo que tienen que lidiar para lograr el concierto o el fin cultural.
Dentro de este mismo tema de difusión cultural y musical, yo creo que inculcar el gusto por la música a los niños y a los adolescentes en la escuela es importantísimo, no para generar músicos, instrumentistas o cantantes, sino para generar el amor y el conocimiento de lo que implica la música. A lo mejor tú cantas bien aunque tu pasión es la medicina, o eres excelente abogado o ingeniero, pero llegas de la chamba y te gusta sentarte a tocar el piano y sabes hacerlo porque llevaste esa educación paralela en tu vida, entonces disfrutas y buscas cuándo hay un concierto de piano, te dan ganas de ver a determinado pianista, y desarrollas, a fin de cuentas, el ámbito cultural como debe ser.
He creado un camino por mí mismo, como Matías Carbajal, no como el hijo del escultor Sebastián
Cuando entré a la carrera mi papá siempre me aleccionó, me puso en alerta desde antes: “mira si te dicen algo sobre mí, para bien o para mal, no hagas caso, tú eres tú y yo soy otra cosa”. Y sí, efectivamente, en la carrera, tanto en arquitectura como en diseño, había profesores que me decían: “¡Eres hijo de Sebastián! Ya no vengas, tienes 10”; esos eran los simpatizantes, claro, porque también estaban los detractores que me advertían: “¡De mi cuenta corre que no pases esta materia!”. La ventaja es que yo supe desde antes que esta situación iba a ocurrir, y como estaba preparado para eso nunca me afectó. En el ámbito musical una gran ayuda es que mi papá es conocido como Sebastián y yo como Matías Carbajal; entonces, de entrada, no relacionan los nombres y eso me ha permitido (y yo lo saboreo y disfruto mucho), hacer mi propio camino. Ahorita que tengo más o menos un lugar, una carrera más o menos caminada, me causa menos empacho que digan: “¡Ah, es hijo de Sebastián!”, porque todos los logros, todas las puertas que he tocado y abierto han sido por mérito propio, eso me da mucha satisfacción. A mi papá lo invito a los conciertos como mi papá, no como Sebastián, ahí es cuando esa satisfacción de la que te hablaba se convierte en algo muy importante, que tu papá vaya a verte a alguna presentación y compartirle ahí tus éxitos.Más allá de la etapa normal de la adolescencia en la que todos nos peleamos con nuestros papás, cuando comencé a trabajar con él, empecé a madurar y me empezaron a caer todos los veintes sobre de qué se trata el asunto; comienzas a cambiar, vas descubriendo ese respeto, te das de topes contra la pared en tu propio trabajo y te das cuenta que se necesitan muchas cosas; entonces empiezas a admirar a la persona, no tanto como tu papá y el cariño que puedes tenerle por naturaleza, sino por lo que ha hecho, por lo que ha logrado. Es bonito cuando hay ese respeto y admiración, y también cuando lo sientes de regreso, cuando tu papá te echa porras por algún logro.
Busco compartir la emoción de la música
Más allá de tocar, de lo que la misma música transmita, busco compartir una emoción, compartir la emoción de estar rodeado de amigos, no solamente de grandes músicos sino de amigos; hacer sentir al público que estoy contento o nervioso y que la música que estoy brindándoles va con todo el sentimiento, con todas las ganas; eso además se irradia y se transmite, es como una bola de nieve que comienza en el escenario, llega al público, crece y después regresa. Así es como terminas un concierto con todo el mundo contento y prendido.