Adriana tiene 45 años de edad. Participó el pasado 25 de octubre en la carrera de 5 kilómetros contra el cáncer de mama convocada, año con año, por una marca internacional de cosméticos. Me platica que fue al médico por un fibroadenoma que, al extirparlo y verlo, su médico lo llamó “tejido extraño”; después del estudio histopatológico correspondiente, descubrieron que era un cáncer. “Inmediatamente me programaron para cirugía, me quitaron el seno y recibí cuatro quimioterapias”, me dice.
Un factor muy importante y benéfico para Adriana fue la manera en la que su médico le dio la noticia: “Esto se cura, el cáncer se cura”, le manifestó. “En ese tiempo había un comercial de radio que eso decía, que el cáncer tenía cura. Me dije: ‘entonces sí se cura’. Desde ahí me hice a la idea de que me iba a curar, y eso para mí fue muy importante”.
Generalmente cuando nos dan una noticia de esa magnitud, sobre todo con una enfermedad que tiene un alto índice de fallecimientos en mujeres, nos provoca angustia y temor. ¿Tuviste miedo alguna vez?
Sí, fui sola a la consulta la primera vez; cuando me lo dijeron, no sabía cómo comunicárselo a mi familia y tenía mucho miedo; finalmente se los informé y me apoyaron, inmediatamente fui a terapia psicológica porque desde un principio pensé: “yo me quiero curar”, y mi médico me dijo que había terapia para ayudarme a sobrellevar mi tratamiento.
Tenía miedo al principio, pero al mismo tiempo me sentía muy fuerte, por todo lo que hacía en mi terapia. Y sí hubo muchos momentos de temor, sobre todo cuando recién terminé, me preguntaba con frecuencia: “¿qué tal si tengo otro cáncer?” Hasta la fecha siento dolor en un seno y pienso: “Ay, no vaya a ser un cáncer”.
Me decía: “tienes que estar bien, ya aprendiste mucho”, y a seguir adelante, a seguir con la vida, eso es lo que te hace reponerte a cualquier miedo.
Te extirparon un seno. Como mujer, ¿vives con la idea de que te quitan una parte de ti, pero al mismo tiempo es por tu salud, sobre todo en un mundo en el que los estereotipos estéticos son muy marcados?
Algo que yo tenía muy bonito eran mis senos: antes de que me hicieran la cirugía tuve la oportunidad de usar escotes, usar blusas pegaditas, era una parte de mi cuerpo que yo consideraba muy bonita. Cuando me la quitan, desde un principio pensé: “puedo seguir viviendo sin una chichi, si me la quitan no me importa”.
Me había dicho el médico que al aceptar la cirugía se erradicaba el 95% del cáncer, el otro 5% con las quimioterapias. Reflexioné: “ni modo, es una parte de mi cuerpo pero no es mi pierna, no es mi cerebro, es un busto, algo que es estético”, y no me afectó; hasta la fecha no me afecta. De repente pienso en la cirugía reconstructiva, pero también quiero hacer otras cosas en mi vida. Además, también está el costo y las cirugías que implica, y me echo para atrás, porque considero que hay muchas cosas que valen la pena más que una cirugía reconstructiva. Al final del día, a mí no me hace sentir menos mujer, a mi esposo no le importa, me siento muy segura de mí misma, me siento completa, me siento íntegra.
Tu espíritu se ha fortalecido con una lucha tan intensa. La quimioterapia también es muy invasiva, ¿cierto?
La quimioterapia es lo peor que te puede pasar; la quimioterapia es lo que sientes que te tumba, no el cáncer. Es durísimo, dices: “en mi vida vuelvo a pasar por eso”, te lastima mucho, te deja el cuerpo resentido en muchas cosas, deja una huella muy grande, pero te haces más fuerte. Ahí aprendí esa frase de que lo que no te mata te hace más fuerte y sí es cierto. Te haces más fuerte de todo a todo.
¿Eres una guerrera Adriana?
Sí. Luché mucho, gané mi batalla y eso me hizo crecer mucho. Me hizo ver cosas en la vida que antes no veía, te hace valorar muchos sucesos que parecen insignificantes, pero que enriquecen tu vida, y cuando pasas por otra situación adversa, comprendes que nada es tan difícil como sobrellevar un cáncer: nada de lo que he vivido hasta ahora se compara con eso, entonces sí te sientes mucho más fuerte. Además, no me despegué de Dios y pude hacer todo.
Hay que cuidar nuestras emociones, estar equilibrados, desahogar lo que sentimos; podríamos evitar no solamente un cáncer, sino muchas otras enfermedades.