Guillermo Revilla
Cuando hablamos de los personajes que moldearon el destino de nuestro país, los nombres que vienen a nuestra mente son, en su gran mayoría, masculinos. Los dos grandes conflictos armados de nuestra historia, la Independencia y la Revolución, están construidos en el imaginario colectivo con las efigies y hechos de Hidalgo, Morelos, Guerrero, Iturbide, Zapata, Carranza, Villa, Madero, entre otros. Sólo el nombre de la ilustre Corregidora, Josefa Ortiz de Domínguez, goza de un reconocimiento equiparable al de los “padres de la patria”.
Al menos dentro de la primera generación de héroes, los que participaron en la Independencia, se reconoce a una mujer con nombre propio; durante la Revolución, en cambio, la parte femenina está representada por el personaje colectivo de la soldadera, la adelita que se unió a la bola para convertirse en revolucionaria.
A partir de la idea de que el teatro puede funcionar como un instrumento para acercar la historia al presente y aprender de ella, Estela Leñero (dramaturga) y Gema Aparicio (directora) llevan a escena El amor secreto de Belisario, obra con la que inician su compañía “Este lado del teatro”, homónima de la revista radiofónica sobre teatro que Leñero conduce en CÓDIGO MX.
Juancho y Maribel, dos niños de secundaria, son olvidados por sus maestros y compañeros después de una excursión. Se encuentran entonces con una misteriosa empleada de limpieza del lugar que visitaban, quien les propone un trato: si la ayudan a volver al pasado para revivir quién fue e intentar cambiar la historia, ella los ayudará a salir del museo y volver a casa.
El viaje de los niños los lleva a visitar el periodo comprendido entre la Decena Trágica y la muerte de Belisario Domínguez. En su travesía, se encuentran con varios personajes históricos, de entre los que destacan los personajes femeninos en los que su misteriosa guía se convierte: María Pistolas, maestra fundadora del Club Femenil Lealtad, Sara Pérez de Madero, esposa de Franciso I. Madero, María Zarco, impresora, y finalmente, María Rojas, su verdadera identidad. Ella, con la ayuda de los niños, intentará salvar al amor de su vida, Belisario, quien fuera asesinado por órdenes de Victoriano Huerta el 7 de octubre de 1913.
El planteamiento de la obra pone al público en el lugar de los niños: a medida que ellos se adentran en su misión, nosotros los acompañamos para descubrir los entretelones de la historia; su asombro es nuestro asombro al conocer la fuerza y coraje de estas mujeres activistas, periodistas, editoras, que forjaron un capítulo importantísimo de lucha por los derechos y libertades de los mexicanos en tiempos de opresión y violencia, demostrando que las grandes mujeres no están siempre detrás de un gran hombre, sino a su lado, en la primera línea de combate.
El pasado, representado por María Rojas, y el presente, representado por los niños, se encuentran en esta puesta en escena que suscribe la tesis tantas veces repetida, pero pocas veces aplicada: “quien no conoce su historia está condenado a repetir sus errores”. Una y otra vez en este país hemos visto la represión y el silenciamiento de aquellos que alzan la voz frente a los abusos de los malos gobiernos; pasó entonces, pasa ahora. Sin embargo, de la misma manera, siempre ha habido personas, hombres y mujeres, dispuestas a dar la lucha, como María Rojas, quien fuera fundadora de publicaciones disidentes y defensora de la libertad de expresión.
Maribel y Juancho, al ser testigos de la historia, aprenden de María, de Belisario y de los demás personajes con los que se encuentran, el valor fundamental de la libertad de expresión, así como la responsabilidad que todo ciudadano debería asumir: no quedarse callado.
El teatro, en cuanto manifestación estética, no DEBE tener una función, sin embargo, puede asumir muchas, como en este caso, revisar la historia de un pueblo para revalorizar algún aspecto de ella que resulte relevante para el presente. El amor secreto de Belisario cumple esta función con humor, sencillez, y lúcida imaginación teatral para maximizar recursos mínimos, teniendo en mente ser accesible para un amplio rango de público, desde niños hasta adultos, pues la mayoría de los mexicanos desconocemos la importancia del papel que estas mujeres desempeñaron en la Revolución mexicana. Este desconocimiento se debe en gran medida a una doble omisión cometida por el mismo grupo: primero, al forjar el discurso canónico de la historia de México; segundo, al diseñar la educación mediante la que se enseña ese discurso.
En última instancia, esta obra pone en escena el tema del derecho a la palabra. El derecho a la palabra por el que peleó y murió Belisario Domínguez, por el que trabajó toda su vida María Rojas, el que defendió María Zarco con sus publicaciones disidentes; el mismo derecho a la palabra por el que muchos periodistas luchan hoy, en uno de los países con más altos índices de asesinatos impunes contra periodistas; el mismo derecho a la palabra histórica que tienen las mujeres, cuya huella en el devenir de nuestro país es más profunda de lo que sabemos y nos enseñan; el mismo derecho a la palabra que reivindica el teatro para hablar de lo que no hablan los discursos oficiales.
El amor secreto de Belisario, fue escrita por Estela Leñero, dirigida por Gema Aparicio, y cuenta con las actuaciones de Gabriela Betancourt, Raymundo Pastor, Tania María Muñoz, Erik Israel Consuelo, Roxana Andrade, Estela Reyes y Annie Valenzuela.