COLIMA, MÉXICO, EL MODELO

luis gutierrez

Luis Gutiérrez

Cuando pergeño estas líneas faltan unas cuantas horas para que el domingo 17, en comicios extraordinarios, se elija gobernador  de Colima. Como es sabido, el proceso electoral constitucional efectuado el 7 de junio del año pasado, fue anulado por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TRIFE), porque “se rompió el principio de neutralidad y la elección quedó viciada en cuanto a su validez, por la intervención ilegal de dos funcionarios del gobierno de Colima”. Tal fue la sentencia unánime de los magistrados electorales.

Lo que salta a la vista es que dos de los tres principales contendientes (los candidatos del PRI y del PAN: José Ignacio Peralta y Jorge Luis Preciado), convirtieron la campaña en un estercolero, cuyas heces finales vertieron ambos postulantes entre sí en el pretendido (y fallido) debate celebrado el domingo 10 de enero. De todo hubo en la viña: descalificaciones, filtraciones, golpes sucios, espionaje telefónico…como si no se supieran los antecedentes de los dos candidatos. De hecho, al pueblo de Colima le ofrecieron más de lo mismo.

Hago votos porque la genuina y esperanzadora opción para los colimenses, la que ofreció Movimiento Ciudadano en la candidatura de Leoncio Alfonso (Locho) Morán Sánchez, haya alcanzado el triunfo.
Pero a la luz de los hechos nacionales (incluido la desmesurada euforia por la recaptura de Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera, con todo y el Himno Nacional entonado por los ineficaces responsables de la seguridad pública nacional (hágame usted el refabrón cavor), es inevitable la reflexión: ¿en dónde estamos?

Porque lo ocurrido en Colima, ya lo hemos dicho, es tan sólo la punta del iceberg. Los asesinatos, los secuestros, las trapacerías electorales, la simulación, la inseguridad y la profunda desigualdad social se repiten, se multiplican en todo México.… Y van en aumento.

En esta misma edición de El Ciudadano, recogemos la recomendación del economista francés Thomas Piketty, para que leamos “La riqueza oculta de las naciones”, del joven y talentoso economista francés Gabriel Zucman, que incluye un planteamiento sencillo, referente a México: ¿“Cómo tener un debate razonable sobre desigualdad en lugares en los que existe gran opacidad financiera”?

¿Hacia dónde pues? ¿Por dónde? ¿Cómo?

Veo dos reflexiones pertinentes: una, la revisión del modelo político, económico y social, al que sigue aferrado buena parte de nuestra élite gobernante (el resto acompaña el viaje). Es inaplazable reemplazar un esquema que reproduce e incrementa la pobreza en la misma medida en que encumbra todos los días a un grupúsculo de ricos.

La otra tiene que ver con la que quizás sea la reforma de fondo que México exige: la del presidencialismo imperial, de poderes omnímodos e incuestionables; la de subordinación a todos los intereses, menos los del pueblo; la genuina reforma estructural que necesita nuestro país: la del poder presidencial.

México no merece seguir siendo gobernado por quienes presumen la representación nacional, cuando llegan al poder sin haber alcanzado siquiera el 40% de la voluntad popular.

Es el caso.

Colima es la punta del iceberg.