Reforma política del DF, repensar la Ciudad de México

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Ferrer Galván
Presidente del Consejo Ciudadano de Movimiento Ciudadano en la Ciudad de México

“La Ciudad de México vivirá un momento axial, una transformación histórica en la que deben involucrarse todos y cada uno de los ciudadanos”

La Reforma Política del Distrito Federal es una decisión que no ha alcanzado a entusiasmar a los habitantes de la capital del país. Esto se debe,  principalmente, a que no surge de un proceso social y a que el debate se ha quedado dentro de las exigencias, expectativas y demandas de los sectores políticos.

Ello no quiere decir que la reforma sea estéril; lo que aprobó el Congreso de la Unión en diciembre de 2015 es apenas un atisbo de lo que derivará en la Constitución Política de la Ciudad de México y la construcción de una ciudad estado, que represente el ideal progresista de la capital del país.

El debate y la información difundida han tomado cauces equívocos. La Reforma Política del Distrito Federal no es sólo un cambio de nombre del territorio sede de los poderes de la Unión. En realidad se trata de dotarlo con una estructura política que permita a la ciudadanía obtener plenitud de derechos políticos.

La Ciudad de México deja de ser un distrito propiedad de la Federación para convertirse en una entidad más que se adhiere al pacto federal en que se asienta la República mexicana.
En consecuencia, el debate sobre la integración de la Asamblea Constituyente es sólo un rasgo menor de los muchos detalles que tiene la Reforma Política. Por eso es criticable que la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México se integre en atención a intereses partidocráticos.

Por el contrario, deben generarse condiciones para que el 100% de los diputados provengan de la sociedad civil; que en ellos estén representados los sectores sociales, los trabajadores, expertos constitucionalistas, habitantes de las zonas rurales, populares y residenciales. Debe procurarse una Asamblea que genere un pacto social de los habitantes de la Ciudad de México y no un pacto entre políticos.

En el dictamen de Reforma Política se excluye a la ciudadanía del proceso constitucional; se imposibilita que se expresen y representen las diferentes regiones de la ciudad y que haya voces independientes; más criticable aún es el hecho de que no se incluye a la paridad de género como elemento obligatorio en la integración de la Constituyente.

Sin embargo, la Reforma Política al Distrito Federal es una oportunidad histórica. Al mismo tiempo que la convierte en una entidad federativa, la Ciudad de México tiene la oportunidad de desarrollar nuevas formas de organización gubernamental, de participación ciudadana y de construir una Constitución comunitaria.

Uno de los cambios sustantivos en la organización política que habrá en la Ciudad de México es la forma de gobierno que tendrán lo que ahora son las delegaciones: pasarán a ser alcaldías y en cada una de ellas se conformará un Concejo, un instrumento plural que pondrá fin a los gobiernos autócratas en que se convirtieron las delegaciones.

A partir de todo ello, es el momento de repensar la ciudad más importante del país. La Asamblea Constituyente debería comenzar con plantearse si la actual división política responde a las necesidades, intereses, identidades y convivencias de los habitantes de la Ciudad de México.

Este es el momento de cambiar paradigmas y deshacernos de ideas preconcebidas; vamos a crear la Alcaldía del Centro Histórico, San Lorenzo Tezonco, Aragón u otras; revisemos si una colonia tiene mayor identidad con las regiones de la demarcación vecina; aprovechemos y unifiquemos zonas de identidad, pero divididas administrativamente; hay muchos lugares que son frontera política, aunque en los hechos padecen las mismas problemáticas que los de la demarcación de enfrente, pero son atendidas mediante proyectos gubernamentales diferentes.

Repensar la ciudad no es sólo crear un nuevo equilibrio de poderes; por ejemplo, incluir en la Constitución Política de la Ciudad de México la Carta por los Derechos de la Ciudad, el reconocimiento de barrios y pueblos originarios. Vamos por una Constitución en la que se reconozca el carácter multicultural y pluriétnico, tanto de los pueblos nativos como el que deviene de las numerosas migraciones que ha recibido y seguirá recibiendo la Ciudad de México.

Garanticemos que los pueblos originarios y barrios tradicionales de la Ciudad, tengan el inalienable derecho a que se les consulte sobre su entorno comunitario y que sus tradiciones sean respetadas.
Hay que repensar la Ciudad de México para proteger las zonas rurales y vincular el desarrollo económico de la gran urbe a la producción agraria y garantizar zonas de comercio tradicional, con el fin de proteger a la economía familiar y el autoempleo.

Un buen principio para la Ciudad de México está en reconocer su enorme complejidad y la vocación por la participación ciudadana y la organización vecinal; por eso debe establecerse en la Constitución el derecho a la ratificación y revocación de mandato mediante consultas ciudadanas al menos a la mitad de los periodos de gobierno, y que la ciudadanía tenga en todo momento la posibilidad de convocar a plebiscitos revocatorios de cualquier cargo de elección popular.

Una ciudad tan progresista y con tantos avances en materia de derechos civiles debe verse reflejada en su Constitución, el derecho a decidir, los matrimonios igualitarios, pensión universal para adultos mayores, entre otros. Pero podrían ampliarse y mejorarse otros derechos que ya están consagrados en la Constitución General de la República, como el Derecho a la Educación, a fin de que sea  obligatorio para el Estado garantizar el acceso a la educación media superior y superior y destinar un porcentaje constitucional del presupuesto anual para la educación.

Otros derechos que deben consolidarse en la Constitución local son el de la vivienda, la salud y la alimentación, para que dejen de ser tratados como programas sociales y se establezcan como derechos ciudadanos y obligaciones gubernamentales.

Repensar la Ciudad implica asimismo hacer preguntas, provocar discusiones, escuchar todas las voces posibles; que cada idea sea reflexionada. La Ciudad de México vivirá un momento axial, una transformación histórica en la que deben involucrarse todos y cada uno de los ciudadanos, que no haya una sola palabra en la Constitución de la Ciudad de México que no refleje la voluntad colectiva, cosmopolita y progresista que por décadas se ha conformado en lo que pronto dejará de ser el Distrito Federal.