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lgunos representantes de la élite en el poder se muestran tan convencidos de que gobiernan a una sociedad de imbéciles, que actúan en consecuencia. Parafraseo a Enrique González Pedrero porque (aclaro), me refiero a los mandaderos, no a los mandatarios. Ya conocen el dicho: “qué difícil es hacerse tonto cuando un tonto se empeña en parecer inteligente”.
La estrategia de desarticulación de los Estados nacionales (en México y América Latina) está en marcha desde 1982.
México incluido, esa estrategia lo abarca todo y corre por cuenta de los partidos políticos neoliberales y los gobiernos de la nueva derecha, cada vez más lejos de la sociedad que les estorba: la ciudadanía crítica y exigente.
A vuelo de pájaro, estas son las líneas:
- Hacer de la política una sociedad anónima de capital variable.
- Convertir los intereses de la Nación en activos empresariales globalizados, hacer alianzas con los dueños de los medios de comunicación (comprarlos, rentarlos, inventarlos, infiltrarlos o crearlos). Reprimir, hasta anularla, toda expresión de libertad de conciencia.
- Ayudar (y en algunos casos obligar) a los dueños del capital a enlazar sus empresas con el mundo global de los negocios.
- Aniquilar toda resistencia sindical, política y laboral.
- El objetivo es la subordinación total. Dominar política, económica y culturalmente a cuanto se oponga al modelo.
- Esa subordinación incluye necesariamente a los gobernadores de los estados (que sean útiles y disciplinados, no necesariamente inteligentes), a los que se somete por dos vías: la del dinero o la complicidad de ida y vuelta: me das, te doy; me cuidas, te cuido; me apoyas, te apoyo; me golpeas, te golpeo. Ello explica el por qué de la impunidad y los silencios cómplices, los castigos selectivos y la justicia pervertida, el poder público y el poder corrupto.
- Convertir a los legisladores en corredores empresariales.
- Anular las reivindicaciones sociales.
El caso es dejar a la sociedad en estado de indefensión total, criminalizar toda protesta, crear perversamente chivos expiatorios, meter en cintura a los partidos políticos (es decir, incorporarlos a pactos patrioteros por México a cambio de prebendas), y quitarles el filo a sus dientes, para que en lugar de mordidas den… etcétera.
Nos presumen que en tres años ya se crearon un millón 800 mil empleos para dejar boquiabiertos a quienes ignoran que el gran desafío no es dar trabajo a quienes están desempleados, sino crear por lo menos 800 mil anuales, ofrecer soluciones a más de 4 millones de mexicanos subempleados y formalizar al 55% de la fuerza laboral del país.
Este es el meollo de la difícil batalla: la economía del Estado (nuestro Estado), atenazada por la élite gobernante al modelo neoliberal; la creciente y perversa transformación del Estado en una estructura policiaca y militar que protege los intereses de los poderes público y fácticos, mediante un régimen de miedo, cuando no de franco terror.
Así estamos. Pero hay que luchar.