La mañana del lunes 29 de febrero de 2016, las primeras planas de la mayoría de los periódicos en México resaltaban el triunfo de los mexicanos Alejandro González Iñárritu y Emmanuel Lubezki en la 88 entrega de los premios de la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas, el famoso Oscar. Bajo el encabezado “Hicieron historia”, la fotografía más utilizada en los diarios presentaba al director y al cinefotógrafo mexicanos flanqueando a un sonriente Leonardo Di Caprio, que después de cinco nominaciones por fin logró llevarse a casa la estatuilla dorada como mejor actor.
A pesar de los tres premios que conquistó (mejor director, mejor actor, mejor fotografía), la gran perdedora de la noche fue The Revenant: de 12 nominaciones (la película más nominada este año), sólo consiguió llevarse tres (dos de ellos considerados entre los más importantes: director y actor). De los nueve Óscares que perdió el filme de Iñárritu, seis fueron para Mad Max: fury road, la potente historia post apocalíptica que terminó la noche como la película más ganadora. Todos estos premios fueron en las categorías llamadas técnicas: mejor dirección de arte, mejor mezcla de sonido, mejor edición de sonido, mejor edición, mejor diseño de vestuario, mejor maquillaje.
Sin embargo, ni The Revenant ni Mad Max: fury road coronaron la noche con el Oscar más importante: para la Academia, la mejor película del año fue Spotlight, la historia de la unidad de investigación del Boston Herald que destapó una extensa red de pederastia al interior de la Iglesia católica.
Lo que para muchos fue una sorpresa, en realidad tiene sus antecedentes: The revenant, la gran favorita de la noche, no estaba ni siquiera nominada en la categoría de mejor guión. Cuando esto ocurre, por lo general quiere decir que la Academia ve en el filme logros técnicos destacables, pero no una película cuya historia y mensaje valgan un Oscar a mejor película. Este mismo caso lo vimos hace dos años: Gravity del mexicano Alfonso Cuarón, arrasó con los premios técnicos (le valió su primer Oscar a Lubezki y el premio como mejor director a Cuarón), pero su guion tampoco estaba considerado. Aquella noche, 12 years a slave se alzó como mejor película, conquistando sólo tres premios, entre ellos, mejor guión adaptado.
Siguiendo el patrón, la mejor película de este 2016, además del premio máximo, conquisto sólo un Oscar más: mejor guión original, para el también director de la cinta, Tom McCarthy.
Efectivamente, con The Revenant vimos algo muy parecido a Gravity: una película visualmente impresionante, fotografiada con maestría por Lubezki que se confirma, sin lugar a dudas, como el mejor cinefotógrafo de la actualidad. Sin embargo, la historia se queda corta ante la magnificencia del escenario en el que ocurre: sus personajes y planteamientos no alcanzan ni el atractivo ni la profundidad que han tenido otros trabajos de Iñárritu, como Birdman (que el año pasado ganó, entre otros, mejor película y mejor guión original) o Amores Perros. Es más, me atrevo a decir que actoralmente tampoco es la mejor película de Iñárritu. Los trabajos de Michael Keaton (Birdman), Javier Bardem (Biutiful), Naomi Watts (21 grams) o Adriana Barraza (Babel), transmitían más en pantalla que la actuación de Leonardo Di Caprio, sin decir que haya hecho un mal trabajo. La Academia, en este caso, premió la trayectoria de Di Carpio, saldó una deuda que tenía con él por otras actuaciones que valían más el Oscar (The Wolf of Wall Street, The Aviator), y resultó seducida por la campaña publicitaria que se creó en torno a las dificultades que enfrentó el actor en el rodaje (no hay que olvidar que, en la competencia por el Oscar, una estrategia publicitaria efectiva puede ser la diferencia entre ganarlo o no ganarlo, y los estudios invierten mucho dinero en este rubro).
En cuanto al triunfo de Spotlight, era de suponerse que la Academia premiara una historia de este tipo, digamos, políticamente correcta. Tal como sucedió con 12 years a slave hace dos años, es sabido que los votantes del organismo son propensos a premiar historias que llevan un mensaje de responsabilidad política o social, como en aquel caso un discurso anti esclavista y anti discriminatorio, y en este una denuncia contra la pederastia. Al aceptar el premio, Michael Sugar, el productor de la película, dejó claros mensaje y destinatario: “Papa Francisco, es momento de proteger a los niños y restaurar la fe”, una de las frases que a minutos de ser dicha se volvió viral en Twitter.
Pensando en lo políticamente correcto, que a nivel discursivo es prioritario para los norteamericanos y sus instituciones, aunque a veces los hechos digan otra cosa, la entrega de premios dio para mucho. En primer lugar, el presentador Chris Rock estructuró toda su conducción alrededor de la polémica desatada por el hecho de que por segundo año consecutivo no había nominados afroamericanos. Su discurso inaugural fue una pieza de stand up comedy plagada de chistes al respecto. Al final, dijo con claridad: “Queremos oportunidades. Queremos que los actores negros tengan las mismas oportunidades que los blancos”. Otro ejemplo de esto fue el ya mencionado discurso del productor de Spotlight, donde hizo votos porque la película y su triunfo resonaran hasta el Vaticano. Por su parte, Leonardo Di Caprio no dejó pasar la oportunidad al recibir su tan esperado Oscar para hablar sobre el cambio climático, problema contra el cual lleva a cabo un intenso activismo y que fue tema de una reunión que sostuvo con el citado Papa Francisco en enero de este año.
Más allá de su discurso contra la pederastia, en Spotlight resulta muy interesante el retrato de los dilemas éticos del periodismo, además de que su trama está estructurada de forma que resulta apasionante para el espectador ir resolviendo el caso y descubriendo la estrujante verdad junto a los reporteros. Al final, más que una película sobre una trama de corrupción en la Iglesia, es una muy buena película sobre la labor periodística.
En contraste, la angustiante aventura de Hugh Glass por sobrevivir al ataque brutal de un oso y vengar el asesinato de su hijo, a pesar de la crudeza y preciosismo con que fue filmada, no supera el impacto que provoca la fría belleza captada por la lente de Emmanuel Lubezki.
El tipo de películas nominadas este año pusieron en la palestra dos formas de entender el cine que conviven en Hollywood: por un lado, las grandes producciones que explotan con excelencia el aspecto técnico del cine, logrando productos audiovisuales espectaculares (The revenant, Mad Max), y por otro, producciones que apuestan más a la historia y al mensaje (The big short, Spotlight, por mencionar sólo a las favoritas). La Academia, como lo ha hecho antes, reparte premios por igual, pero al momento de la decisión final, elige el fondo sobre la forma.