Mientras se siga excluyendo a este sector, no se puede hablar de democracia plena
Se ha señalado que las juventudes hemos participado de forma activa y organizada en los movimientos sociales en México y el mundo. Las y los jóvenes encabezan colectivos, organizaciones de la sociedad civil, y son líderes en sus comunidades y centros educativos. Esto lo han logrado con poco o nulo apoyo, motivados por su propio esfuerzo y firmeza. Las juventudes quieren informarse, opinar, organizarse y participar para llegar a cambiar la situación del país.
El art. 55, fracción II de la Constitución precisa que la edad para ser diputado o diputada es de 21 años cumplidos el día de la elección, aunque la edad en la que toda persona alcanza la ciudadanía, y por derecho puede votar, sea a los 18 años. A pesar de que las juventudes estén desempeñando un papel relevante y fundamental en México desde antes de la mayoría de edad, no son considerados aptos para contender por un cargo de elección popular.
Lo anterior podría ser una contradicción legal donde se está discriminando a las juventudes menores de 21 años que ya están en madurez para ser incluidos en la toma de decisiones, como cualquier otra persona mayor a 21 años. Se les excluye de ser votados en procesos electorales, de llegar a plasmar sus iniciativas en favor de las juventudes y hacerlas una realidad, por la excusa de la edad. Hay escasos jóvenes proponiendo por los jóvenes, y sus propuestas están siendo desechadas por la enorme mayoría de los congresos.
En la LXII Legislatura del H. Congreso de la Unión se propuso la modificación al artículo 55 de la Constitución a fin de reducirse la edad para ser votados. Sin embargo, la propuesta fue desechada.
Las y los jóvenes de 18 años no tienen experiencia legislativa, como tampoco la persona que compite por primera vez a sus 35 o 45 años. Es erróneo considerar a la juventud como sinónimo de inexperiencia: es el mismo argumento que llegan a usar con las y los adolescentes cuando éstos buscan un empleo, y les ofrecen los de peores ambientes laborales y salarios precarios porque no cuentan con la experiencia. La capacidad no está asociada con la edad.
Según la Encuesta Nacional de Valores en Juventud 2012, casi 90% de los jóvenes dicen estar poco o nada interesados por la política. Eso quiere decir que un 10% sí desea participar, y entre ellos hay quienes desean trabajar desde un nivel legislativo para cambiar la situación en la que vivimos. Si se ha hecho visible el enorme descontento por parte de las y los jóvenes con las instituciones, se debe motivar su participación política en ellas, en vez de seguir ahondando su alejamiento. En la misma encuesta, se precisó que más del 72% de los jóvenes considera que las y los políticos no los representan, y un 89% no cree que su voto sirva para generar cambios en el país. Si no creen en los políticos, ni en las instituciones, y se les niega ser votados, es entendible que no les interese la política.
En los últimos meses han surgido pulsaciones de interés a la participación ciudadana, y se aplaude que tomen en cuenta a la ciudadanía. Si Diputados Ciudadanos ha comenzado a abrir las puertas, aquí es donde las y los jóvenes debemos poner sobre la mesa este tema que claramente nos está segregando.
Es ahora cuando los partidos políticos y sus militantes deben estar trabajando para que las juventudes hallemos en sus cuadros un espacio donde seremos escuchados, además de comenzar nuestra militancia. Mao Tse-tung dijo: “Los jóvenes son jóvenes. Si no, ¿para qué crear la Liga de la Juventud? Los jóvenes difieren de los mayores, y las muchachas, de los muchachos. Si pasamos por alto estas diferencias, nos separaremos de las masas. Ustedes tienen ahora nueve millones de miembros. Si no prestan atención a las características de los jóvenes, el resultado será que tal vez sólo un millón de ellos los apoyen, mientras los restantes ocho millones les nieguen su respaldo”.
Este año habrá proceso electoral en 13 estados de la República Mexicana, además de que se llevará a cabo la elección a la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México, un proceso histórico para las y los habitantes de esta ciudad, donde se plasmará en una Constitución la agenda progresista que el Distrito Federal ha ostentado durante los últimos gobiernos de izquierda.
Cabe mencionar que en nueve de los 14 estados (contando a la Ciudad de México) donde se llevarán a cabo elecciones, predominan las personas jóvenes.
En el caso de la Constituyente, debe ser un proceso de avanzada que incluya a las y los jóvenes que defenderán los avances en derechos humanos de la gente joven, pero las listas de los partidos estarán plagadas de personajes conocidos, por tanto, las mentes frescas y con ideales propios de la juventud no estarán, porque no tienen la suficiente edad.
Las y los jóvenes no debemos ser apartados de la democracia en el país. Si el deseo de uno de nosotros es alterar el incierto rumbo de las juventudes en México debería poder hacerlo, sin que le obstruyan el anhelo. En los congresos locales y federal no hay los suficientes jóvenes que defiendan una agenda que beneficie a los más de 38 millones de personas en esta franja de edad que hay en México.
El INEGI apunta que el 61% de las personas jóvenes no cree que la democracia sea la mejor forma de gobernar, sin embargo, se está alejando a los que sí lo creen, y no sólo lo creen, desean trabajar de la mano con las instituciones para que mejore la democracia en nuestro país. Incorporándoles, se atraerá al sector que las mismas instituciones han decidido excluir durante años.
Es un cliché que las y los jóvenes tiendan en mayor medida a apostar por partidos políticos de izquierda, si estos no muestran antes que trabajan en favor de las juventudes y para mejorar su calidad de vida. Por lo anterior, la juventud concentra el mayor porcentaje de indecisos en las épocas electorales, y cuando no hay proceso electoral se apartan completamente. Las y los jóvenes no creemos en los partidos de siempre, en los políticos profesionales que nos mienten y no nos incluyen.
Se debe hacer una realidad la inclusión de las y los jóvenes a partir de los 18 años, sin excusa. Para ello debe existir la mayoría en los congresos que lleguen a aprobar las reformas necesarias para que una o un joven de 18 años pueda llegar a donde se toman las decisiones en este país y en cada estado de la República.
Si cada proyecto político es elaborado con perspectiva de juventud, si se toman el tiempo de escuchar a las y los jóvenes, de abrir los espacios para que lleguemos a la toma de decisiones y seamos nosotros quienes podamos construir nuestro propio ideal de país, entonces los proyectos políticos serán capaces de volver a conectar con la juventud.
Existe un grave problema con el voto joven, es decir, con el futuro. Y mientras se siga excluyendo a ese sector, no podremos hablar de una democracia plena.