En la actualidad desarrolla Canción de amor de un día, CADUD, una canción que dura 24 horas, acompañada de un video y un performance en vivo
Con más de 30 años de trayectoria como cantante, compositor, intérprete y escritor, Javier Corcobado desarrolla actualmente un proyecto musical inaudito y ambicioso: Canción de amor de un día, CADUD.
Se trata de una canción inédita que dura 24 horas, en la que colaboran con él más de 60 artistas, así como 30 video-creadores que realizan una película para acompañar la melodía, todos provenientes de España y Latinoamérica.
La estructura de la obra está formada por 100 tracks o piezas musicales (canciones o pasajes instrumentales), enlazadas de tal forma que suenan ininterrumpidamente al ser grabadas por primera vez en un formato de 24 horas.
Antes de iniciar una de sus presentaciones en la Ciudad de México, el artista español, con caballito de anís en mano, le concede a El Ciudadano esta entrevista exclusiva. Viste jeans y playera negra, mientras sus ojos son enmarcados por unos lentes de pasta del mismo color; su semblante es serio, su voz grave y su trato cortés.
La idea proviene de mi niñez, cuando pensaba que una canción podía durar un mes o una semana porque no conocía bien los formatos y soportes discográficos de los casetes; cuando iba rumbo al colegio componía mis melodías pensando que podían durar más de una semana. En 2004, cuando viví en Almería, decidí hacer una canción de 24 horas para romper con todos los soportes y formatos establecidos por la industria discográfica desde el siglo XX al XXI.
Mi intención también es social. En la actualidad la gente vive aceleradamente y con mucho estrés, por eso pretendo que tomen un día entero de su vida para escuchar una canción. El propósito es transmitir paciencia, serenidad y decirle a la sociedad: “no escuches la música en MP3 y con audífonos, mejor pon un disco, párate delante de tu equipo de sonido, como le hacíamos antes, que lo escuchábamos y lo comentábamos, porque eso se ha perdido bastante”.
Experimentar diversas emociones, tanto eufóricas como melancólicas. La canción contiene música que nunca se ha oído en un disco, hay piezas realmente experimentales –aunque a mí no me gusta llamarlas así, pero bueno, el mundo así las conoce-; trabajamos mucho con el ruido, y abarca todos los estilos musicales que te puedas imaginar, así como los que están por venir en el futuro. Te lleva por todo tipo de emociones intensas, a veces alegres, melancólicas o ambientales, y otras insoportablemente sonoras y con mucho silencio.
La lucha es lograr que la música evolucione, que el arte vuelva a ocupar el lugar que le corresponde, pues está denostada al pasar a un plano poco importante. Es decir, la gente oye igual toda la música que se televisa o radia, porque suena a copia de otra copia y de otra copia… El objetivo es defender su evolución y originalidad para que continúe viva, porque es el arte más etéreo e incomprendido de todos. Creo que musicalmente todavía queda mucho por descubrir.
Para poder realizar este proyecto, en el 2011 escribí una novela homónima que se llama Canción de amor de un día, la cual está dividida en 24 capítulos que representan las 24 horas del día. Es decir, cada capítulo es una hora, y empieza de las nueve de la mañana de un día hasta las nueve de la mañana del día siguiente. Es una especie de autobiografía que involucra circunstancias cotidianas como despertar, asearse, trabajar, estudiar, comer o permanecer sobrio, ebrio, tener sexo, sueño, ocio o estrés.
Posteriormente, en Bilbao fragmenté la obra en párrafos y les asigné una duración temporal proporcional, es decir, cada párrafo lo sinteticé en una pequeña pauta poética que les fui mandando a los artistas que invité para que formaran parte del proyecto y compusieran sus canciones o instrumentales, pero les indiqué la duración exacta y la franja horaria a la que pertenecían.
Ha sido un proceso muy minucioso, largo y trabajoso. Ya estamos viendo la luz al final del laberinto porque la música de 24 horas ya la vamos a acabar. Aunque también falta la fase de video, porque en total son 100 piezas musicales ensambladas que forman una sola melodía, pero cada pieza lleva adscrito un video-creación, por tanto, no sólo es una canción sino una película de un día.
Estamos por terminar el ensamblaje de audio de Canción de amor de un día, CADUD, que esperamos editar este año porque es un proyecto donde trabajo al lado de otros 62 artistas musicales y más de 32 video-creadores y realizadores de cine. Es un proyecto muy ambicioso que casi me ha quitado la vida, y también me la ha dado con muchos momentos de felicidad, composición, gestión, administración, trabajo con todos los artistas y, por fin, lograr que las 100 piezas encajen bien en una sola melodía.
La presentación del espectáculo global con todos los artistas en directo se planea realizar para el 2017. Ya empezamos con pequeñas acciones y presentaciones. Queremos efectuar el estreno global en un macrofestival que pretendemos desarrollar en todas las ciudades posibles del mundo. Primero, supongo, será en Madrid, después en ciudades importantes: Nueva York, Berlín y en la Ciudad de México, si no lo presentamos en 2017 será hasta el 2018.
Es un proyecto muy fuerte, que implica mucho trabajo, aunque estamos luchando por conseguir patrocinios, subvenciones, etcétera, pero vamos por buen camino.
Algunos artistas que participan en la fase de audio son: Andrés Calamaro, Bunbury, Vetusta Morla, Magmadam, Cinexin, Aviador Dro, Atom Rhumba, Esplendor Geométrico, Nacho Vegas, La Muñeca de Sal, La Fura Dels Baus, Susana Cáncer, Les Rauchen Verboten, Ajo, Lüger, Javier Almendral, Mariona Aupí, Cathy Claret, Nacho Laguna, Charly Chicago, Audience, Amaral, Los Morenitos, Mar Otra Vez, entre otros.
En la fase de video, algunos realizadores y artistas plásticos son: Alberto García-Álix, Rebeca Crespo, Lois Patiño, Niño Viejo, Chiqui Carabante, Carla Andrade, Universidad Politécnica de Valencia, Aintzane Aranguena, Martin Hardy, Pablo Gallo, Alejandro, Alberto Lomas, Jessica Llorente, Pep Gatell (La Fura Dels Baus).
Soy un gran amante del bolero, el tango, la ranchera y de los crooners desde que era niño, eso ya va en mi sangre. Siempre me defino como un crooner, como un cantante romántico que utiliza el ruido y la distorsión, entonces cuando hago boleros uno las dos cosas. Quizá hay jóvenes que han escuchado boleros antiguos y por prejuicios no les gustan, pero cuando los escuchan en mí les parece bien y lo aprecian. Uno la figura del cantante romántico con la exploración del ruido.
Mis compositores mexicanos favoritos son absolutamente tradicionales, como Agustín Lara, José Alfredo Jiménez, Cuco Sánchez, Consuelito Velázquez; me gustan los grandes, los que le enseñaron al mundo cómo debe componerse una canción. Por supuesto también los europeos como Serge Gainsbourg, Manuel Alejandro, así como los intérpretes españoles crooners, ya sea Rafael, Camilo Sesto, Nino Bravo o el brasileño Roberto Carlos.
Empecé escribiendo poemas y después adaptaba a la música. Con el paso de los años he aprendido el oficio de composición de canciones… todavía estoy en ello…no he conseguido la canción perfecta.
A veces surge la música primero, en otras la letra o un sonido que me inspira, por ejemplo, la maquinaria de una fábrica, y sobre eso construyo una canción. Es decir, compongo sobre todo lo posible, lo prohibido y lo permitido.
Te voy a responder como una de mis performers favoritas, Marina Abramović, artista pionera de este arte, quien dice “se inspira en la vida”, y yo lo comparto, me inspiro en lo que veo o siento.
Cuando uno es más joven se inspira en artistas que ya existen, pero cuando uno va creciendo… Tengo 52 años y me siento en el mejor momento de mi vida, en el más sobrio, en el más creativo, entre comillas. Me inspiran las vivencias, sobre todo las mías, las que provienen de mi interior y de las personas con las que puedo convivir o situaciones que de pronto conozco y son motivo para escribir un poema.
Otra cosa muy buena que decía Marina Abramović, que yo como ella “soy un artista de grandes minorías”: nunca he sido un artista mainstream porque absorbe y mata al artista. Llevo toda mi vida en la música, ya son 30 años de carrera discográfica y pienso seguir, supongo que moriré en un escenario o encima de una máquina de escribir o en mi ordenador escribiendo… no me puedo jubilar.
La música me absorbe muchísimo, sólo he tenido tiempo de editar una novela, tengo dos o tres inéditas. Sin embargo, cuando termine el proyecto de Canción de amor de un día, CADUD, quiero sentarme un año a escribir una nueva novela que ya tengo bocetada.
Me fascina escribir, pero claro, en estos tiempos tan difíciles, el artista tiene que hacer muchas cosas para sobrevivir, y yo no soy millonario, ni ligeramente multimillonario; como decía Dalí: “yo quiero ser ligeramente multimillonario”, bueno, yo también, pero el dinero no es mi objetivo.
Mi objetivo es egoísta, es emocionarme a mí mismo con mis obras, ya sean musicales, poéticas o literarias, luego que le lleguen al público y le emocionen. Es la perpetua búsqueda de una especie de perfección que sabemos que no existe, pero eso me hará sentir joven hasta que tenga 100 años.
Espero que dentro de unos años tenga la posibilidad de poderme sentar frente al escritorio y dedicarme a escribir novelas, porque me resulta igual de emocionante que subirme a un escenario a cantar, que es mi profesión con la que subsisto y a veces no, porque es muy difícil.
Componer, como escribir novelas, me excita y me realiza exactamente igual que subirme a un escenario a cantar, quizá me gusta un poco más escribir novelas porque uno está solo ante su ordenador y no hay nadie más; en la música hay que tratar con mucha gente: los músicos, los promotores, managers, técnicos… soy una persona que disfruta mucho estar y trabajar solo… ser novelista es lo que quiero ser de mayor.