El gobierno mexicano no debe ignorar las demandas de la sociedad civil a favor de la agricultura orgánica y en contra del uso de semillas transgénicas. Por el contrario, debe emprender acciones legislativas e instrumentar políticas públicas para impulsar el cultivo del maíz nativo y la agricultura orgánica, exhortó el coordinador del Grupo Parlamentario de Movimiento Ciudadano en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, Armando López Campa, al inaugurar el foro Realidad y Retos del Maíz Originario y la Agricultura Orgánica en la Ciudad de México, donde participaron diversos especialistas del país.
La agricultura en la capital, al igual que en muchas regiones del país, ha decaído en las últimas décadas por diversos factores como: el crecimiento de la mancha urbana, la falta de apoyo, la baja rentabilidad de los cultivos naturales, la utilización de variedades diferentes de semillas, la escasez de créditos y agua, los obstáculos para la comercialización y por la brecha generacional. Ante esta situación, en la actualidad sólo producen siete de las dieciséis delegaciones: Cuajimalpa, Magdalena Contreras, Tláhuac, Tlalpan, Xochimilco, Milpa Alta y Álvaro Obregón.
López Campa expuso que el maíz es un cultivo milenario, sustento de nuestra alimentación, considerado un alimento básico en la dieta diaria de la población mexicana. En nuestro país, este cereal se consume principalmente en forma de tortillas, incluidas en la alimentación diaria del 95% de los mexicanos y que son una importante fuente nutricional de calcio, fibra y potasio, además de bajas en grasa y sodio. Por esta razón, dijo el legislador, velará porque se redefinan las políticas públicas y se otorguen apoyos al campo. Además, dijo, a los diputados constituyentes se les propondrá que declaren a la Ciudad de México libre de transgénicos.
Los transgénicos y sus efectos en la salud pública
Un cultivo transgénico es aquel cuyo material genético ha sido modificado: a la planta se le insertan genes procedentes de otros organismos para otorgarle características que no posee de manera natural. A las variedades comerciales se les ha introducido información para que produzcan su propio pesticida o sean tolerantes a herbicidas químicos, explicó el especialista del Instituto de Ecología de la UNAM, Emmanuel González-Ortega.
Existen tres tipos de transgénicos: los que poseen tolerancia herbicida, es decir, son resistentes a la aplicación de herbicidas tóxicos como el glifosato (potencialmente cancerígeno); los resistentes a los insectos son modificados para que las plagas no ataquen los cultivos; y por último, los transgénicos que conjuntan ambas características.
En la actualidad existe una gran cantidad de cultivos transgénicos. Los más comerciales son soya, maíz, algodón y canola. A mediados de los 90, cuando inició la liberación de los transgénicos, se incrementó su producción; hoy se comercializan en menos de 20 países. Sin embargo, dijo González-Ortega, las grandes corporaciones hacen creer que en todo el mundo se siembran, pero sólo se trata de una estrategia para que otras naciones los acepten.
El especialista del Instituto de Ecología explicó que los cultivos se asperjan desde una avioneta principalmente con glifosato, el cual fue reclasificado por la Organización Mundial de la Salud como probablemente cancerígeno. A pesar del daño que ocasiona en la salud, el uso de este herbicida aumentó porque conlleva grandes ganancias para las compañías transgénicas debido a que las patentes vencieron y las formulaciones, al ser de acceso libre, disminuyen su precio. En 1995 se utilizaron alrededor de 66 o 67 millones de kilogramos de dicho herbicida, mientras que en 2014 fueron 826 millones de kilogramos.
Cabe destacar que el glifosato en las plantas provoca la interrupción de su metabolismo general e inhibe la capacidad de la planta para generar su propio alimento a través de la fotosíntesis; además inhabilita la ruta metabólica de los organismos, y aunque los representantes de las compañías semilleras y de agroquímicos niegan que provoca otros efectos, se ha comprobado que es falso.
El especialista destacó que este herbicida provoca efectos negativos en los sistemas microbiológicos, lo que afecta directamente la microbiota del ser humano, la cual posee una gran cantidad de microorganismos y que mantiene una conexión directa con el sistema digestivo y el sistema nervioso central, conformando así el “Eje cerebro-intestino”.
Por lo tanto, en este sistema se generan alteraciones en la población bacteriana, lo que provoca casos comprobados de autismo, enfermedad de Parkinson e incluso Alzheimer. “Estas patologías se relacionan con poblaciones específicas de microbios que naturalmente se encuentran en el sistema digestivo de las personas. A partir del uso de transgénicos y glifosato se ha reportado un incremento drástico de diferentes patologías en niños. Introducir maíz transgénico en México implicará un potencial riesgo para la salud pública”, explicó el investigador.
En los últimos años, por ejemplo, en las zonas sojeras de Argentina donde se asperja este herbicida se ha denunciado el aumento de casos de cáncer, malformaciones congénitas y abortos espontáneos. Además, diversos laboratorios lo declararon potencialmente cancerígeno tras someter a animales de experimentación con tratamientos de glifosato.
Hasta 2013, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), se han utilizado en México más de 37 mil toneladas de insecticidas, herbicidas y fungicidas. Según el reportaje La huella de los plaguicidas en México de Greenpeace, en nuestro país se utilizan 30 plaguicidas que están prohibidos en otras naciones, inclusive, exámenes recientes revelan la presencia de glifosato en la orina de niños pertenecientes a una comunidad maya en Campeche.
Emmanuel González destacó que, por el contrario, el maíz nativo posee diversos compuestos flavonoides y carotenoides benéficos para la salud porque son anticancerígenos, previenen la diabetes y la obesidad, retardan el envejecimiento, y cuentan con factores antimutagénicos. El maíz nativo también contiene propiedades antioxidantes, altos contenidos de vitaminas, y previene enfermedades oculares y cardiovasculares.
El objetivo es privatizar los alimentos
Es mentira que los cultivos transgénicos son un éxito a nivel mundial, pues sólo se produce 30% de maíz, 51% de soya, 13% de algodón, 5% de canola y 1% de otros cultivos. En 2015 se reportó que el transgénico más utilizado fue el tolerante a herbicidas, principalmente el glifosato, pues se empleó en el 53% de los cultivos; se usó con resistencia a insectos en un 14%; y en un 33% se empleó transgénicos tolerantes a herbicidas y resistente a insectos, destacó la especialista de la UNAM, Alma Piñeyro-Nelson.
En la actualidad se desarrolló, por ejemplo, una papa resistente a plagas, manzanas que al ser rebanadas no se oxidan y el animal que por primera vez se liberó al ambiente fue el salmón. En el caso del maíz, la especialista apuntó que al ser uno de los cultivos más comerciales, se debe enfatizar que en otras naciones no es considerado un insumo humano pues se destina para engordar al ganado y a las gallinas. Sin embargo, en nuestro país es fundamental en la dieta de la población mexicana, sin importar su estrato social.
Estos cultivos, explicó, se concentran en cinco países (principalmente en Estados Unidos, secundado por Brasil, Argentina, India y Canadá) al acumular más del 80% de la superficie de esta siembra; sin embargo, en Brasil, Argentina e India “quienes emplean maíz transgénico son grandes terratenientes que realizan agricultura de tensión y continúan con la deforestación de selvas y bosques nativos”, aseguró.
Alma Piñeyro puntualizó que uno de los objetivos primordiales para cultivar transgénicos es patentar la técnica genómica y los organismos modificados con estas técnicas. Al patentar se privatizan los alimentos que diariamente consumimos (frutos, semillas y animales), y de esta manera las grandes empresas trasnacionales despojan a la población de sus bienes comunes.
El maíz nativo está en riesgo
En su participación, Tayde Morales Santos, investigadora de la Universidad Autónoma de Chapingo, destacó que el maíz nativo, producto del trabajo milenario de los campesinos mexicanos, está en peligro porque las empresas trasnacionales que dominan la industria alimentaria tienen especial interés en patentarlo.
La invasión brutal de transgénicos está contaminando y uniformando la producción del maíz, “lo cual es un alto riesgo para México porque después de contar con un reservorio milenario tan diverso genéticamente, resultaría imperdonable que se uniforme con las variedades patentadas por las corporaciones trasnacionales”, afirmó.
Este cereal es el nuevo oro de México, el cual se debe cuidar y proteger al ser una de las semillas más codiciadas a nivel mundial, ya que las empresas trasnacionales exportan diversos productos derivados del maíz. Morales Santos dijo que hace diez o quince años los parientes silvestres fueron despreciados por las trasnacionales, pero hoy en día son codiciados porque descubrieron que sus genes son resistentes para ser introducidos en otros organismos.
Biológicamente, el cultivo tiene una amplia capacidad de adaptación por su diversidad genética y cruzamiento natural, lo que genera una múltiple variabilidad de maíz. No obstante, “esta capacidad de recombinar sus genes significa una cuestión favorable frente al cambio climático porque para los empresarios representa una ventaja competitiva. Por esta razón el maíz es tan codiciado actualmente, pero no el grano en sí, sino las patentes para apropiarse legalmente del maíz”, precisó.
Las corporaciones biotecnológicas y semilleras han creado sistemas jurídicos ad hoc, y se han apropiado de las tecnologías y los métodos de mejoramiento creados por cultivadores, fitotecnistas y biotecnólogos para legalmente adueñarse del grano. “Se debe entender que nuestro maíz ya no es un solo maíz, porque técnicamente y jurídicamente lo han clasificado de una manera diferente; por ejemplo, está el teocintle, el nativo, el convencional o el transgénico, nosotros debemos proteger a los nativos y al teocintle”, aclaró.
El maíz transgénico está protegido internacionalmente por el Acuerdo sobre los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio, que en México tiene su correlativo en la Ley de la Propiedad Industrial. No obstante, dijo, “una contradicción es que los maíces nativos y sus parientes silvestres no tienen protección en el sistema de propiedad intelectual, pero la mayor parte de las semillas del mundo, incluidas las setenta razas de maíz en México, ya se encuentran en los bancos de germoplasmas mundiales, principalmente en el noruego, donde tienen resguardadas las semillas para los financiadores de la llamada Arca de Noé, integrada por la Fundación Bill y Melinda Gates, la Fundación Rockefeller y la Fundación Slim”.
Al término de su ponencia, Tayde Morales exhortó al legislativo federal y los legisladores locales para que protejan las especies nativas de nuestro país, de lo contrario los transgénicos invadirán un territorio de origen y de diversidad, ya que diversos estudios indican que en México se inició el mejoramiento y la domesticación del maíz, pues la convivencia con el grano le brindó a los indígenas conocimiento y sabiduría para realizar cuidadosamente la selección, los cruzamientos, el intercambio de las semillas y así crear una amplia variedad maicera que poseemos hoy en día.
México debe declarar una moratoria a la liberación de transgénicos
La investigadora Elena Álvarez-Buylla de la Facultad de Ciencias de la UNAM señaló que los transgénicos en México no sólo afectan al campo mexicano, también implican una amenaza para la biodiversidad y el futuro de la seguridad y soberanía alimentaria de este país al ser el centro de origen del maíz. En los laboratorios corporativos se está sustituyendo un cereal sano por uno que contiene sustancias relacionadas con fármacos, plásticos e insecticidas para hacerlo resistente a plagas o proteínas que originalmente se expresaban en bacterias, además lo hacen tolerante al glifosato.
El paradigma que se utilizó para crear los transgénicos está superado porque se argumentaba que se puede mover el gen de un organismo a otro y predecir su impacto, pero se comprobó que es falso porque el gen entra en interacción con diversos componentes genéticos y no genéticos. Por tanto, no se puede controlar el número de insertos y esta incertidumbre se multiplica al liberar las plantas en el campo.
Álvarez-Buylla realizó este proceso en su laboratorio para demostrar dicha preocupación, sin embargo utilizó la flor Arabidopsis thaliana, para no arriesgar la bioseguridad del maíz, además porque sus plántulas crecen de la semilla o planta madre y son idénticas genéticamente. Científicamente demostró que mientras crecen las plántulas son indistinguibles, pero al desarrollarse la flor se observa que dos terceras partes de la población de dicha planta es normal, pero una tercera parte se altera de tal forma que crea órganos aberrantes en vez de pétalos.
“Con este experimento debería ser suficiente para que México declarara una moratoria definitiva a la liberación de transgénicos, en particular del maíz, aunque todos los transgénicos deberían ser resguardados en sitios bioseguros y no se tendrían que liberar en el ambiente porque ocasionan consecuencias negativas en la agricultura de todo el mundo”, exhortó la investigadora de la UNAM.
Aunque los transgénicos fueran la maravilla del mundo y resolvieran problemas tecnológicos, no deben liberarse al ambiente porque implican riesgos inaceptables. Los corporativos lucran con la esperanza de disminuir el hambre en el mundo, aunque los transgénicos no se usan para producir alimentos ni evitan el hambre, sólo aumentan los impactos negativos en el ambiente, en particular la emisión de gases con efecto invernadero, y aumentan el uso de agrotóxicos, en particular el glifosato.
Esta tecnología implica beneficios privados y grandes riesgos públicos, por eso consideró que deben prohibirse y, por el contrario, garantizar respeto y apoyo a la agricultura campesina, así como fortalecer su autonomía. “Se requiere denunciar este fraude tan dudoso, pero el gobierno participa en la colusión con los intereses corporativos en cuanto a la bioseguridad nacional. Preservar el maíz libre de transgénicos no sólo es un derecho, sino una obligación”, enfatizó.
Cultivos orgánicos, nueva alternativa
Ante la crisis que enfrenta el sector agropecuario mexicano, los pequeños productores buscan diversas alternativas. Una de ellas es la producción orgánica ante la creciente demanda de alimentos sanos, principalmente por parte de los países desarrollados. Estos se caracterizan por excluir el uso de productos de síntesis química como el caso de fertilizantes y plaguicidas, así como organismos modificados genéticamente, como es el caso de transgénicos; están libres de aguas negras y radiaciones en los alimentos, explicó Octavio Rivero, asesor de productores y campesinos de Milpa Alta.
Actualmente, el 85% de la producción orgánica de México se destina a la exportación, principalmente a los mercados europeos y estadounidenses. “Tienen una visión contraria a quienes pretenden traer productos transgénicos a México. De hecho es una contradicción porque Estados Unidos nos vende todo ese tipo de semillas y fertilizantes, pero ahora se interesan por comprar lo orgánico que producen nuestros agricultores”, expresó.
El excandidato de Movimiento Ciudadano a jefe delegacional en Milpa Alta concluyó que la producción de alimentos orgánicos defiende la soberanía alimentaria, la recuperación y conservación ecológica de los recursos naturales, el mejoramiento de los ingresos económicos, la calidad de vida de los productores y, a su vez, impulsa un desarrollo rural más incluyente.