Este mes de octubre se cumplen 48 años de la matanza estudiantil en Tlatelolco. No se olvida, y mejor que no se olvide, pues ha sido uno de los episodios más oscuros en la de por sí lastimada historia de México.
El crimen dejó dolorosas huellas en todos aquellos que lo vivieron, muchos de ellos marcados de manera tan profunda que su vida se ha visto completamente ambientada en la ideología de la oposición a los gobiernos opresores, autoritarios, corruptos, y en el cuestionamiento de su entorno político y social.
Aquellos que fueron estudiantes en esa época hoy son adultos mayores que dejan un gran legado no sólo en la historia, sino en la vida de sus descendientes, los hijos del 68, jóvenes adultos que en su mayoría tienen en su interior el gen del activismo social y muchos de ellos han enraizado su ideología personal en hacer de este México un país diferente. ¿Qué dejó el 68 en las siguientes generaciones? ¿Qué ocurrió con la herencia ideológica de aquellos estudiantes participantes en el movimiento estudiantil?
Ellos, los hijos del 68, nos platican sobre esta herencia:
Lore Heredia Fernández, empleada de la UNAM, 37 años
Lore nos platica que su padre, Ángel Juan Heredia Espinoza, “El Cabecilla”, no estuvo en el mitin del 2 de octubre de 1968 porque había sido detenido y preso en Lecumberri en junio del mismo año; sin embargo, fue parte activa del movimiento estudiantil.
Una ideología de trabajo responsable y activo, en mi caso, en pro de los derechos humanos; siempre un actuar encaminado a la justicia, a la búsqueda del estado de derecho, a la legalidad y sobre todo la exigencia de un trato digno, respetuoso y tolerante para todas las personas que habitamos en este país. En el actuar profesional y personal siempre he buscado esta línea de la equidad e igualdad y el valor para todas las personas.
No es nada más ese acontecimiento: tuvimos una formación cultural, conversaciones de temas políticos que escuchaba a temprana edad y que van formando un criterio. No es una ideología política, es una creencia de vida en la que pondero que todas las personas deben tener trato igual, no creo en los ciudadanos de primera y de segunda, creo en la construcción de la ciudadanía, creo necesario que el país se rija por un auténtico estado de derecho justo e igualitario sin importar tu condición ideológica, identidad sexual, condición económica y sobre todo la ideología política.
Dejó huella en ambos, porque mi madre, Loreto Fernández Castañares, hizo trabajo político con los presos del 68 al 71; de hecho, ellos se conocen estando mi padre en este proceso, la salida es una etapa complicada, al final sabemos que la reinserción, independientemente de la causa del internamiento, es un paso muy difícil en nuestro país. Él sale con mucho ímpetu, no con ese desánimo de su estancia en prisión; sale con toda la convicción de que el avance democrático y el de la libertad ideológica en México estaba iniciando y había que continuarlo.
Yo creo que el Movimiento del 68 es el inicio de la transición democrática y esto implica toda una cultura de libertad de expresión, la construcción de una izquierda más informada, la propia construcción de ciudadanía. Creo que los escenarios han cambiado, hoy podemos manifestar ideas sobre diversos temas y posiciones; sin duda nos falta, la participación ciudadana no creo que esté marcada por los sesgos gubernamentales, lo que nos falta es informar a nuestros jóvenes, hacerles llegar más conocimientos para construir una ciudadanía responsable, que sepa exigir, que sepa opinar, que sepa construir y no necesariamente se deje sesgar por el gobierno.
Juan Carlos Flores Mendoza, asesor educativo, 39 años
Desde mi punto de vista la herencia más significativa fue el pensamiento crítico; la toma de postura, la reflexión fundamentada, el diálogo y el debate, la actitud contestataria. La mayoría de mis contemporáneos incorporó a su estilo de vida algunas de estas características.
Sin temor al equívoco, mis concepciones políticas se encuentran tamizadas por la educación que recibí en casa; teniendo en consideración el modo de pensar de mis padres, heredé su ideología, siempre crítica y reflexiva.
El estado de cosas que se observa en el ámbito de la política actual nada tiene que ver con las concepciones ideológicas que se gestaron durante el movimiento del 68; el pensamiento crítico, la acción contestataria, el debate y el diálogo hoy figuran como una suerte de escenografía inverosímil, un recurso ornamental inherente al simulacro -el que se observa en el universo político-.
Anónima
Son muchas cosas. Primero, la memoria histórica de un evento escrito con nuestra sangre en la historia de México. Y digo nuestra sangre, porque ahí estuvieron nuestros padres, nuestros tíos, los amigos de ellos y miles de estudiantes, sus madres, trabajadores, todos ellos mexicanos inconformes con medidas de represión, de violencia y traición por parte del gobierno a nuestra gente.
Nos deja la herencia del reclamo social, de tener derecho a levantar la voz, de inconformarnos contra lo que consideramos injusto, de manifestar nuestro descontento ante acciones que nos lastiman en lo más profundo, tanto en lo individual como en lo colectivo.
Nos deja, desde luego, el legado de un pueblo solidario, aunque, si bien es cierto que a todos de alguna manera nos afectó, también nos demostró que podemos hacer nuestro el reclamo y el dolor del otro; lograr transformar una causa ajena en una causa común, nos demostró que podemos alcanzar empatía social.
Claro, nos enseñó que debemos ser inconformes y rebeldes ante todo aquello que transgreda nuestra integridad, y nos recuerda que siempre debemos considerar la otredad, que al final es nuestra.
La política, y sólo refiriéndome a la clase gobernante, es peor que la del 68, porque ha querido callar al pueblo mexicano, si no con dádivas, sí con medidas que lo mantienen dormido (estupidización colectiva con pobreza, falta de alimentación y educación, con los contenidos de la televisión y al permitir niveles tan altos y generalizados de drogadicción); persiguen y tratan encarecidamente de desaparecer a aquellos que se rebelan ante un sistema que hace mucho tiempo dejó de procurar el bienestar y la justicia social.