El color de la música
Yo empecé con la música. Cuando tenía 16 entré a estudiar música casi a escondidas de mi papá, porque él decía que eso no era serio, que me iba a meter a consumir drogas y a volverme hippie. Empecé estudiando percusiones, luego cambié a flauta.
Un día en la clase de análisis musical el maestro nos puso una obra de Beethoven. Al terminar, me pregunta: “Susana, ¿en qué tono está?”. Yo respondo: “en azules”. Todos rieron. El maestro me preguntó: “¿Cuál es la dominante?”; repetí: “azul”. Me hizo otras preguntas y yo insistí: “azul”. Me sacó de la clase, yo no entendía por qué. Después mis compañeros me dijeron: “Susana, qué buen truco para zafarte de la clase que está muy aburrida”, y yo les preguntaba: “¿Cuál truco? ¿Ustedes no lo vieron? Era azul”. Yo pensaba que todo el mundo cuando cerraba los ojos al oír música veía colores, y no es así. A mí me pasa, y con Manuel Enríquez, mi esposo, platicaba todo el tiempo de la textura, el timbre, el tono, y yo veía cómo la música se podía convertir en planos como de arquitectura, en modelos geométricos.
Al crear, primero que nada, escucho la música, por ejemplo, un concierto para violín de Bartok, y veo los colores. También me gusta observar la naturaleza, sobre todo en Australia que es tan basta, que el cielo es un poco diferente, tal vez porque no hay contaminación; veo lugares, o reflejos de luz, y eso siempre me hace conexión con alguna obra, con algún concierto, con algún lugar.
Cuando estudié el doctorado en Australia, para que la gente entendiera cómo es el proceso, lo que hice fue un código de colores para dividir a la orquesta sinfónica. Primero, todas las cuerdas en azul; como hay violín, violas, chelos, contrabajos, lo que nos dan es azul de Prusia, azul de ultramar, índigo, en fin, diferentes azules; la sección de alientos son amarillos; y las percusiones son los rojos. Con los colores primarios hago mis tres secciones de la orquesta, y cuando ésta toca, se van combinando: alientos con cuerdas nos va dar azul con amarillo: un poquito de verde; o si es percusión con cuerdas nos va a dar un poquito de violeta. Justamente tomé una obra de Manuel Enríquez para desarrollar esto. Una vez que están los cuadros hechos se pueden armar como un rompecabezas. Son 100 cuadros de 30×30 que forman un sólo cuadro. Los 100 cuadros son la obra para orquesta. Esta fue la exposición Tema y variaciones.
Manuel Enríquez
Como mi papá no quería que siguiera con la música, me dijo que o la dejaba o ya no iba a tener dinero para gasolina (yo tenía en ese tiempo un Volkswagen), ni para pasajes, ni para nada; él quería que me fuera a la Normal de Maestros.
Yo quería seguir estudiando música, así que tenía que generar mis propios recursos. Primero trabajé como secretaria del director de Ópera de Bellas Artes, por las mañanas, para poder seguir estudiando. Un día él me dijo: “O tiempo completo o nada”; yo dije: “nada”.
Entonces la directora de Música me dijo que había un puesto en el Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Musical (CENIDIM). Manuel Enríquez había regresado a vivir a México, iba a dirigir la institución, y necesitaba una secretaria que se encargara también de su música porque venía regresando de Francia y traía sus partituras y correspondencia con el extranjero. Así empecé, a través de mi trabajo, a conocer la obra de Enríquez.
Después me fui a trabajar al Cervantino, y ahí el contacto con Manuel se volvió más cercano, hasta que me propuso casarnos. Yo acepté, pero quise seguir estudiando y trabajando, porque ya me había vuelto independiente y quería continuar siéndolo. Seguí en la música, pero la presión era muy fuerte: Manuel Enríquez tenía oído absoluto, así que cuando yo estudiaba flauta o piano, me decía, aunque estuviera en otro cuarto: “ya te equivocaste, está muy alto, esa no es la nota, está desafinada”.
Después él ganó una beca en Alemania para vivir allá y componer unas obras. Nos fuimos, y para mí ese fue un parteaguas en el que pensé: “Es muy complicado querer ser músico cuando estoy casada con uno de esta talla”. En Berlín me dediqué a visitar museos, y empezó a interesarme mucho la parte iconográfica de la música y la pintura. Cuando regresé a México, tras un paso fugaz por Historia del Arte y un par de años en Teatro, terminé en Artes Plásticas.
La idea surgió porque aparte de artista visual soy curadora e investigadora. Como viuda de Manuel Enríquez, soy heredera de todo su acervo, que se encuentra depositado en la Biblioteca Nacional de las Artes. Hace dos años, parte de ese acervo no se había abierto, como las cajas de fotografías, pues no había quién las identificara. ¿Quién va a saber de esas fotos que son de los años de mi matrimonio con Manuel Enríquez, quién las iba a identificar?
Propuse que se abrieran las cajas y que el tiempo que estuviera en México, yo iba a colaborar para identificar y revisar todo eso. Me tomó dos años documentar las fotografías, y en esos documentos apareció también un álbum de cartas inéditas que Manuel Enríquez recibió en 1986 con motivo de su cumpleaños número 60. Cuando terminé ese trabajo de documentación y clasificación, vino la idea de la exposición.
En términos de curaduría primero hay que tener un tema. En este caso, pensé, si son los 90 años de nacimiento, vamos a juntar el material que existe de cuando cumplió 60, que fue otra celebración de su nacimiento. Entonces, la exposición se va a llamar Hoy de ayer: hoy celebramos los 90 y recuperamos el ayer cuando fueron los 60.
El recorrido incluye una selección de ocho partituras que nos muestran la trayectoria de Manuel Enríquez, desde su primer cuarteto de cuerdas escrito en 1957, hasta la última partitura, “Cenzontle”, que él estaba componiendo en abril de 1994, unos días antes de su fallecimiento; vitrinas con las cartas enviadas a él por compositores mexicanos como Blas Galindo y Rodolfo Halffter; otra con cartas de instituciones que lo felicitan; otra más con cartas de amigos, y se termina con una serie de fotografías donde él aparece con personajes de la cultura nacional e internacional como Octavio Paz, Eduardo Mata, y Ligeti. Aparte de esto hay estaciones de audio donde el usuario puede escuchar algunas de las obras de Manuel Enríquez.
México desde allá
Yo siempre pensaba: “extraño México, me quiero quedar aquí”. Pero en 2015, por primera vez en 14 años, dije: “ya me quiero ir”. Me sentí muy decepcionada de las condiciones en que veía al país, con tanta corrupción, tanto caos. La ciudad es un lío de tráfico, de obras, es como un sitio en construcción que no acaba nunca. Las calles están muy sucias, no hay empleo, la corrupción de los políticos, que ha existido siempre, ahora está aunada al cinismo. Ahora dicen: “sí y qué” o “mil disculpas, no lo vuelvo a hacer”. Es penoso que las únicas noticias que llegan a salir en el extranjero de México siempre son las más feas, y tú quieres convencer a la gente de que eso no es México, pero llego aquí y me encuentro con marchas, quejas, cosas que no se resuelven, maestros que protestan y protestan y el gobierno no responde. Todo el mundo me decía: “no salgas, no vayas a tal colonia, no tomes un taxi en la calle, asaltaron a mi amiga, secuestraron a tal…”, es como una paranoia.
Australia, se te olvida cerrar el coche, vas, vienes, y no pasa nada. Sí hay corrupción, pero cuando alguien es descubierto, inmediatamente lo sancionan, lo quitan y va a la cárcel; hay un robo o un asesinato y encuentran al culpable. No es que las cosas no pasen: pasan, como en todas partes del mundo, pero hay una ley, hay un orden, hay una manera de resolver las cosas. Se pagan muchos impuestos, pero las cosas funcionan.
Sin embargo, todo lo malo que pasa es una décima parte, porque el 90% del país es gente buena, trabajadora, admirable, porque puede vivir aquí con todo y contaminación y problemas. Yo también nací, crecí y viví aquí y lo soportaba, no lo notaba, porque uno quiere a su país, a su ciudad, a pesar de todo.
¿Regresarías a México?
Si hubiera la oportunidad de hacer algo bueno, interesante, positivo, creativo y no sólo en beneficio mío, sino para alguien más, sí, regresaría a México.