Los tres procesos electorales internacionales a los que nos referimos, demostraron la apatía del electorado joven, harto de los políticos tradicionales, que no se identificó con ninguna opción política
La historia demuestra que los muros físicos e ideológicos que se han construido para dividir a las naciones, siempre se han derribado
Decía Platón: “El precio de desentenderse de la política es el ser gobernados por los peores hombres”. La sociedad global experimenta una degeneración desde arriba, desde la élite y los gobernantes, y desde abajo, desde la crisis de la sociedad y los gobernados desinteresados en los asuntos relacionados con la política. La crisis de gobernanza que vive México debe ser entendida en este contexto de degeneración social mundial, en la que los ciudadanos nos hemos apartado de la vida pública. Los poderes públicos están pervertidos por la degeneración social de los gobernantes y los gobernados.
La perversión se encuentra en todos los niveles: político, económico, financiero y hasta moral. Desde lo político, la corrupción extendida, la simulación, la degradación de la función pública, el desinterés por el servicio social, así como la ambición desmedida, la enajenación y la obtención del poder por el poder, son males que han degradado a sistemas políticos en gobiernos incompetentes y dictaduras disfrazadas de democracias.
Desde lo económico se permite la formación monopolios y oligopolios en el que 20 empresas en el mundo dominan el intercambio económico y comercial. En su libro “El capital en Siglo XXI” Thomas Piketty hace un escalofriante pronóstico: “Si el rumbo económico continúa, la desigualdad en el mundo será mucho mayor en los próximos 20 años”. Esta desigualdad existe en el escenario internacional entre los que deciden arbitrariamente el destino financiero y económico del planeta, como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial de una parte, y las naciones pobres sometidas a sus decisiones de la otra. De forma global los intereses corporativos se imponen injustamente al bienestar colectivo, mientras que el derroche de los gobiernos contrasta con la excesiva privatización de la propiedad comunal y el despojo de tierras a los pueblos originarios.
En cuanto a lo moral, han llegado al poder personajes insensibles a las necesidades ciudadanas, que prefieren usar la mentira y explotar el odio para alcanzar o reafirmar su poder. Abundan gobernantes sin escrúpulos, sin valores, que explotan recursos naturales irracionalmente y construyen muros para dividir a las naciones. Se ha perdido la vergüenza y se depravaron las costumbres. Principios como la solidaridad, la cooperación, el trabajo colectivo, la igualdad, la equidad de género y la sororidad han pasado a segundo plano en una sociedad mundial orientada por el consumismo y el éxito individual.
México también sufre esta evidente degradación política, económica y social con el aumento de la corrupción, la impunidad, la violencia, la inseguridad, la desinformación de los medios de comunicación, así como el deterioro del tejido social y del medio ambiente.
Arriba los gobiernos se encuentran pervertidos por personajes incompetentes que despilfarran y derrochan recursos, la crisis de la élite económica, política y financiera es alarmante. Sin embargo, abajo, existe una crisis social peligrosa que se extiende por el mundo. El Brexit, el conflicto en Siria, el rechazo al plebiscito en Colombia y la victoria de Donald Trump en los Estados Unidos son la mejor muestra de una sociedad fastidiada de sus gobiernos, harta de sus líderes y políticos.
En todos los casos existe un factor en común. El miedo, el desconocimiento y el “revanchismo social” provocaron que las sociedades se orientaran por posturas extremas. El sistema mundial se alimenta por la intolerancia, la desigualdad, el racismo y los prejuicios presentes en todas las sociedades. El distanciamiento de los ingleses a la política económica europea, el rechazo de los colombianos a la paz y el sentimiento nacionalista contra los migrantes latinos y sirios demuestran la degeneración de las naciones, porque algunos ciudadanos del mundo prefieren la división y la separación, por encima de la cooperación y el bienestar global.
Estos casos también representan la polarización de las sociedades y, por lo tanto, la polarización de la comunidad internacional. En el Brexit, el plebiscito de Colombia y la victoria de Trump, los resultados fueron muy cerrados, ya que ninguna fuerza ganadora contó con una mayoría del 60%. En Gran Bretaña, Colombia y Estados Unidos pareciera que existen dos naciones, una progresista y liberal que busca la integración y otra conservadora y nacionalista que se manifiesta por el aislamiento y, en casos extremos, por la exclusión. Específicamente los casos del Brexit y la elección en Estados Unidos demuestran un fuerte sentimiento nacionalista presente en sus respectivas sociedades. Esto hace pensar que existe una ola nacionalista mundial que hace frente a las consecuencias negativas que ha dejado la globalización y la interdependencia de las naciones.
Como lo menciona Elías Cárdenas: “el fantasma de los nacionalismos se extiende en un mundo globalizado, desigual e injusto”. Esto ha sido aprovechado por oportunistas como Trump en Estados Unidos, Boris Johnson, ministro británico del exterior e impulsor del Brexit, así como otros líderes mundiales como Vladimir Putin y Marine LePen, presidenta del Frente Nacional francés, quien afirmó: “La victoria de Trump es el principio de un nuevo mundo”.
Esta ola nacionalista comienza a tener sus primeras repercusiones: el general pro-ruso Rumen Radev ganó la Presidencia en Bulgaria frente a la candidata pro-europea Tzezka Tsacheva. En Austria, el partido de la Libertad, del derechista Norbert Hofer, es el favorito para ganar la presidencia en la segunda vuelta electoral.
El discurso de odio funciona en sociedades polarizadas. Por ejemplo, el éxito del partido nazi entre los años 1920 a 1925 contrastaba con la decadencia política y económica alemana. La crisis de 1929 provocó una hiperinflación que destrozó la economía y provocó el retroceso de los partidos democráticos y socialistas y el auge de la derecha. En las elecciones de 1930 el partido nazi conquistó 107 escaños en el parlamento y obtuvo más de 6.4 millones de votos, afirmándose como el segundo partido más votado. La presión de los grupos conservadores y militaristas obligó a una coalición política que llevó a Hitler al poder.
El lema electoral “Hacer grande a América, otra vez”, utilizado por Trump, sintetiza el orgullo nacionalista que vive la sociedad de Estados Unidos y exacerba las diferencias culturales contra la minorías. El republicano aprovechó la polarización de una sociedad estadounidense que se balancea entre el conservadurismo y el progresismo. Como lo dijimos en El Ciudadano, la campaña de Trump resultó exitosa porque aprovechó el descontento social y utilizó los valores enraizados en la sociedad americana blanca, anglosajona y protestante, (WHASP en inglés). Al igual que en el nazismo, utiliza a un enemigo objetivo para culpar a los latinos y específicamente, a los mexicanos, de la decadencia social. Es de señalarse que este discurso de exclusión fue bien recibido por la mitad de los estadounidenses que votaron por el empresario.
Existe el peligro de que este sentimiento nacionalista sea utilizado como discurso de campaña por otros partidos y políticos en el mundo. El discurso de exclusión en Estados Unidos y Europa contra los migrantes, aunado a la reproducción de fundamentalismos y fanatismos en regiones del Tercer Mundo, en Medio Oriente y el sudeste asiático, harían del mundo un lugar invivible.
El Brexit, las elecciones en EU y el triunfo del “No” en Colombia, podrían entenderse como el “regreso” de las fuerzas conservadoras y reaccionarias. Particularmente en el caso estadounidense, este neoconservadurismo está ligado a un pensamiento pragmático que se complementa con una ideología democrática-liberal asociada al imperativo business. Como nunca antes en la historia de EUA, el triunfo de Trump sintetiza un “sueño americano deformado” en el que el factor corporativo-empresarial da sentido a los partidos, sindicatos y la cultura en su sentido más amplio, para cumplir con el destino manifiesto, de una sociedad estadounidense que se aferra a los principios de los padres fundadores.
Esta ola nacionalista y neoconservadora en el mundo podría ser malinterpretada si se considera ese fenómeno como homogéneo y constante.
Los casos de EUA y Gran Bretaña también demostraron que la población con menor educación, ubicadas en zonas rurales o pobres se orientaron más hacia proyectos conservadores y especialmente nacionalistas; mientras que las personas en las ciudades que tienen mayor educación presentaron una tendencia progresista.
Los tres procesos electorales internacionales a los que nos referimos, demostraron la apatía del electorado joven, harto de los políticos tradicionales, que no se identificó con ninguna opción política. Es muy preocupante comprobar que la juventud de la aldea global está desencantada y desilusionada de propuestas políticas que prometían el cambio y fracasaron. Si los jóvenes hubieran mostrado su fuerza en la urnas, las elecciones en EUA y Gran Bretaña hubieran tenido otros resultados. La apatía y la omisión generalizada son síntomas de la degeneración global extendida.
Esta degeneración está presente en todas las civilizaciones y sociedades. Por ejemplo, las aportaciones de las culturas griega y romana a la humanidad son innegables; sin embargo, en su momento de esplendor, comenzaron su propia involución. Desde la antigüedad, Platón hablaba de las formas ideales de gobiernos y las formas degeneradas como la oligarquía y la timocracia. En su libro “Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano”, Edward Gibbon describe los factores internos que llevaron a la perdición a la mayor civilización del mundo antiguo. El caso de Alemania no es ajeno a este fenómeno. En menos de un siglo experimentó cuatro formas de gobierno distintas y radicalmente opuestas. Entre 1870 y 1945 fue monarquía, totalitarismo y dos veces república ¿Cómo fue posible un cambio tan vertiginoso en 50 años? Las sociedades evolucionan e involucionan, progresan y se degeneran con rapidez.
La historia demuestra que los muros físicos e ideológicos que se han construido para dividir a las naciones, siempre se han derribado. Así como existen tendencias globales nacionalistas o conservadoras, también están los ciclos democráticos, liberales, progresistas y reformadores que terminan con épocas regresivas. La Edad media concluyó con el Renacimiento; las revoluciones del Siglo XIX pusieron fin a las monarquías absolutistas; los fascismos y militarismos de la Segunda Guerra Mundial fueron sustituidos por una ola democratizadora y movimientos de independencia en el Tercer Mundo; finalmente el totalitarismo soviético fue reemplazado por gobiernos liberales.
Esto demuestra que el proceso histórico de la sociedad internacional se caracteriza por un ritmo inestable de avances y retrocesos que dan lugar a etapas regresivas y progresistas en la historia. El pensamiento de Hegel puede servir para explicar el proceso de cambio vertiginoso en las sociedades, en el que la tesis es el esplendor de las civilizaciones, y la decadencia corresponde a la antítesis. La evolución de la humanidad es dialéctica.
Esta transformación no es constante y presenta retrocesos. Incluso es posible afirmar que todo movimiento artístico, filosófico e ideológico, nunca es original y siempre retoma valores y preceptos de tendencias anteriores. Esto permite explicar por qué existen formas liberales y neoliberales, expresiones conservadoras y neoconservadoras; socialistas y socialdemócratas. Aunque en este momento el mundo experimenta una ola nacionalista-neoconservadora es posible que esta tendencia sea sustituida por un nuevo ciclo globalizador liberal.
Este proceso de ciclos históricos regresivos y progresistas tiene lugar en una comunidad internacional inevitablemente globalizada por los medios de comunicación y la incorporación de nuevas tecnologías. Seguramente esta extendida ola nacionalista será derrotada por las mismas formas globalizadoras y por fenómenos sociales y económicos que van más allá de los discursos y las fronteras físicas, como los movimientos migratorios, la integración de los mercados, el intercambio de información, bienes y servicios, así como el cambio climático, por mencionar algunos. El principal obstáculo al que se enfrentarán Trump y los promotores del Brexit serán las mismas “fuerzas de la modernidad”.
La aldea global no se encuentra en un estado de caos permanente, sino que el desarrollo histórico de la sociedad internacional es anárquico, el equilibrio de las fuerzas conservadoras o liberales, nacionalistas o globalizadoras, regresivas o progresistas se autorregula de forma natural y cíclica. No es posible predecir la temporalidad de estos ciclos de autorregulación, sin embargo las nuevas tecnologías y la interdependencia provocan que los cambios sean más vertiginosos y las etapas menos prolongadas.
Tiempos oscuros deben servir para la reflexión de los gobernados. El cambio debe provenir desde arriba con gobernantes sensibles a las causas sociales, pero principalmente desde abajo, desde la ciudadanía que construya una sociedad internacional consciente, informada y que sea el motor de un nuevo pensamiento global que haga frente a la perversión y la degeneración de esta época.
La llegada de Trump a la presidencia del país militar y económicamente más poderoso del mundo es el corolario de esta fase de degeneración global. No obstante, su triunfo también representa la oportunidad perfecta para que la sociedad estadounidense despierte y el mundo haga frente al poder de un megalómano presidencial.
Séneca afirmaba: “la adversidad es una ocasión de virtud”. En este sentido, la sociedad internacional se encuentra a prueba. Desde las naciones hasta los ciudadanos del mundo deben convertirse en el contrapeso necesario a EUA, nación cuyo liderazgo del mundo libre, se encuentra en entredicho.
La transformación de la sociedad global sólo será posible desde abajo, con una ciudadanía de calidad en las diferentes naciones. El empoderamiento de los y las ciudadanas del mundo permitirá generar las condiciones de gobernanza global que exige nuestro tiempo.
Estoy convencido que este ciclo de degeneración llegará a su fin y vendrá una etapa de florecimiento institucional e ideológico que derribe los muros físicos e ideológicos. El escenario multipolar que se originó después de la Guerra Fría liderado por Estados Unidos se aproxima a su fin. La etapa neoliberal mostró su fracaso y está por concluir.
México es parte fundamental de ese contrapeso mundial como potencia media, vecino y principal socio comercial de EUA. El triunfo de Trump también representa nuestra oportunidad de construir una nación con fuerza y dignidad institucional y moral para superar nuestra adversidad. Nuestro compromiso con el mundo y las futuras generaciones de mexicanos es impostergable.