Jefe Político, ¿El enemigo del pueblo?

Ricardo Rodríguez Delegado de Jóvenes en Movimiento en San Luis Potosí @Jovenes_Mov

Ricardo Rodríguez
Delegado de Jóvenes
en Movimiento en San Luis Potosí
@Jovenes_Mov

Uno de los cargos más peculiares durante el sistema porfirista era el de jefe político. El poder que acumulaban en las pequeñas localidades y pueblos era absoluto en aquella época; por ende, podrían ser definidos en la modernidad como “copias a escala” de Don Porfirio Díaz Morí, pues eran una parte fundamental en la toma de decisiones y en el sistema político y administrativo de México durante el Siglo XIX. Además, eran una pieza muy importante para Don Porfirio, ya que resaltaban con mayor énfasis el control y la paz social.

No cabe duda de que era la mejor escuela para quienes aspiraban a ser políticos. ¿Se exigía algún requisito académico? De ninguna manera, ni siquiera algo tan fundamental como saber leer y escribir. En ningún lugar se enseñaba teoría, ni se dejaban lecturas o trabajos por escrito. Las clases eran más en un nivel superior y práctico, se daban en el difícil arte de vivir la vida cotidiana.

Para lograr obtener un cargo como éste, era necesario cumplir requisitos algo curiosos. Salvando los requerimientos exigidos y garantizando algunos años de trabajo que lo avalaran, el aspirante necesitaba la aprobación del gobernador del estado y, como era de esperarse para un puesto de tal importancia, la aprobación del mismísimo Presidente de México: Porfirio Díaz. Cumpliendo estas dos premisas, tenía garantizado su pase mágico a la política nacional.

Ser jefe político otorgaba un gran prestigio que iba de la mano con un enriquecimiento garantizado, era un caché del cual pocos podían presumir. Parte de sus tareas consistían en aplicar multas a su libre discreción y por montos sujetos al propio juicio. Tenía poder en la administración de justicia, instrucción, policía, salubridad, hacienda y beneficencia pública. En pocas palabras, no impartía los sagrados sacramentos porque la Constitución del 1857 lo prohibía, de no ser así, no hay duda de que hubiera sido otra de sus funciones. Eso sí, sus consejos eran parte esencial en la toma de decisiones del aconsejado.

A pesar de que existieron numerosos jefes políticos arbitrarios, es necesario dar mérito a muchos de ellos que asumieron con gran pasión y responsabilidad su cargo, a aquellos que aprovecharon su capacidad de negociación para la resolución de problemas locales sin la necesidad de usar su poder. Sin embargo, su reputación ante la sociedad quedó manchada por aquellos que sí lo aprovecharon de mala manera, generando odio y desprecio de poblaciones enteras.

El jefe político era un poderoso artefacto mediático utilizado como una de las bases de un gobierno en formación, pero a la vez, sus incapacidades, sin dejar de lado la disparidad entre el marco constitucional y sus inevitables abusos, hizo común que muchos afectados y sus familias escribieran a los gobernadores e incluso al presidente de la República en busca de que se hiciera justicia, ya que de acuerdo a las leyes, la consignación de dichos individuos era ilegal.

Afortunadamente para el país, la figura del jefe político desapareció oficialmente en el año de 1917, al establecerse en el artículo 115 que los estados tendrán como base de su división territorial y administración política al municipio libre, que cada municipio será administrado por un cabildo elegido por voto directo del pueblo y ninguna autoridad intervendrá entre el municipio y el gobierno estatal. Por ende, a los estados se les prohíbe, constitucionalmente hablando, restaurar la figura del jefe político o cualquier otra que emane de la misma. Así es como pasaron a ser parte de la leyenda negra.