Palabras del Gobernador de Nariño, Colombia, el 29 de noviembre de 2016, primer día de la conferencia internacional “Movimientos Progresistas y Ciudadanos en América Latina y Europa”
Qué escenario el de venir a México con este nombre, Camilo Romero, y no estar jugando fútbol, sino en este auditorio.
Yo vengo del sur de Colombia, ese país incomprensible e incomprendido. Ese país que se define como el que tiene la democracia más antigua de América Latina; ese país nuestro en el que, desde mi punto de vista y exagerando un poco, no hemos vivido los momentos que han vivido varios países de nuestra América Latina. Esa democracia más antigua no ha permitido un sólo cambio; no nos permitió ni siquiera vivir el populismo: asesinaron a Jorge Eliécer Gaitán muy cerca de la Plaza de Bolívar, la plaza principal en Bogotá.
Esa democracia más antigua de América Latina, excediéndome un poco más, ni siquiera nos permitió vivir la dictadura.
Bajo esa democracia asesinaron a más de tres mil personas de un movimiento político, la Unión Patriótica; bajo esa democracia se dieron unas elecciones en las que asesinaron a cuatro candidatos presidenciales en el 89 y en el 90; excediéndonos más, no fueron elecciones, fueron eliminatorias. Así de dura ha sido la democracia más antigua de América Latina.
¿Cómo estar cerca entonces de la acción política en un país como Colombia? ¿Cómo pedirle a la ciudadanía que sea activa, que participe? Si la realidad nuestra ha sido con contundencia por parte de quienes han tenido el poder en nuestro país, los mismos de siempre, guardando la democracia más antigua de América Latina, y le pedimos a nuestra ciudadanía que participe, que sea activa, que asuma los roles de la democracia.
Estanislao Zuleta, un gran pensador nuestro, autodidacta, profesor de varias universidades en Colombia, decía que lograron el propósito: rodear a la política de asco para evitar que los ciudadanos siquiera se acerquen, para que estén lo más lejos posible de la toma de decisiones, así han fortalecido la democracia más antigua de América Latina y hoy vivimos un contexto que ustedes conocen y que tal vez todos se preguntan y quieren una explicación: ¿Cómo es posible que haya un país en este mundo al que se le pregunte si quiere la paz o no y gane el “No”?
Finalmente comprendimos el mensaje, el diálogo del poder en Colombia, y comprendimos el valor y el papel de la democracia. Entendemos y asumimos que lo que necesitamos es profundizar esa democracia, darle el peso real, el sentido real, el que me permita pararme a mí o a cualquier colombiano o colombiana en un auditorio y decir con orgullo que somos la democracia más antigua de América Latina.
Entonces, tomamos una decisión similar a lo que nos ha explicado aquí el alcalde de Guadalajara. No podemos seguir en la queja, no podemos seguir en el reclamo, no podemos seguir en el insulto, incluso a quienes hacen la acción política. Hay que tomar decisiones, hay que tomar acciones, y nos metimos en la acción política, en la construcción y el ejercicio de lo que hemos llamado una nueva ciudadanía que creemos se está gestando en el mundo, una nueva ciudadanía por encima de paradigmas, una nueva ciudadanía por encima de aquellos estigmas de izquierda o derecha, una nueva ciudadanía que mira al frente, que quiere asumir de su pasado y de su historia lo mejor, pero que también está dispuesta a afrontar de mejor manera estas democracias de nuestra América Latina y el mundo.
Así pues, empezamos nuestra acción política de manera irreverente, de manera rebelde, con una expresión que debo explicar aquí en este contexto: Creamos un movimiento juvenil y estudiantil que se llamó “Movimiento Tienen Huevos”. Eso es más o menos para ustedes el “¡ya basta!” o más o menos para los argentinos el “que se vayan todos”, es “estamos hasta acá” como ciudadanos.
Y nos decían: “bueno, ¿y qué proponen?” Éramos estudiantes universitarios que queríamos simplemente expresar esa voz que se sentía desde el fondo, desde el alma de los colombianos y colombianas.
Empezamos a configurar movimientos ciudadanos, empezamos a configurar esa nueva ciudadanía, como la llamamos nosotros, y nos presentamos en un partido de izquierda para el Congreso de la República: llegué a ser el senador más joven de Colombia dentro de lo que se conoce en mi país todavía hoy como “el polo democrático alternativo”.
Y claro, lo más importante a mi juicio, sobre lo que deben hacer los movimientos progresistas, es poner en práctica lo que se dice, es ser capaces de la demostración ante la ciudadanía, y esto significará ganarse confianza, porque si algo lograron rodeando de asco la política, alejando al ciudadano, es que este desconfíe profundamente de la acción de la política. Entonces, hay que recobrarla, hay que darle valor. Ahí llegamos, a un escenario de debate, a un escenario de palabra, a un escenario en el que pudimos plantearle varias propuestas a Colombia.
De allí avanzamos hasta una precandidatura presidencial que nos permitió tener el respaldo de 746 mil 518 colombianos y claro, dijimos, hay que asumir un reto, tenemos que pasar de la palabra a la acción, tenemos que pasar del legislativo al ejercicio de gobierno, tenemos que ser capaces de ganarnos la confianza de las mayorías para poner en práctica un gobierno alternativo, un gobierno progresista.
Estamos pues, en el ejercicio de un nuevo gobierno que implica asumir los retos de todos los gobiernos, pero también imponer una nueva agenda de lo que deben significar los nuevos gobiernos para Colombia y, ojalá, para América Latina.
Así es que aquí paso a explicar lo que estamos haciendo en ese pedacito de territorio que se llama Nariño, ese departamento del sur de Colombia muy pegadito a Ecuador.
Para darles una idea, Nariño posee 50 por ciento de población urbana y 50 por ciento de población rural; 64 municipios conforman este departamento que alberga a un millón 750 mil habitantes de población afroindígena. Toda la problemática es una síntesis de Colombia en al sur: narcotráfico, cultivos ilícitos. Hoy es el departamento con más cultivos ilícitos de Colombia, casi 30 mil.
Minería ilegal, todos los grupos, de todas las extremas hacen parte allí en ese Nariño. Y cuando llegamos, claro, el referente primero es que somos pobres y vivimos lejos, es que estamos en el último rincón olvidado de la patria y por eso esa frase que acuñamos es un poco extrema: “Nariño, corazón del mundo”. Yo hoy tengo que reconocer que me excedí un poco, pero logramos el propósito: ganarnos la confianza, el orgullo de ser de esa tierra y decir que somos capaces de estirar la mano no sólo para pedir, sino también para aportar.
El reto no es creerse el ombligo del mundo o el corazón del mundo, sino ser capaces de comprender el corazón de esa ciudadanía, y nosotros empezamos a hacer el ejercicio de innovación política en este gobierno. Aquí planteo lo que nosotros creemos deben ser tres pilares básicos si queremos ser nuevos gobiernos, si queremos demostrarle a la ciudadanía que hacemos acciones distintas.
El primero es ser un gobierno abierto, y un gobierno abierto implica transparencia, lucha frontal contra la corrupción, garantía a la ciudadanía de que no se puede perder un sólo centavo de los recursos públicos. Ahí está el nuevo reto, ahí está la nueva revolución de la ciudadanía en el mundo: el ejercicio y la lucha contra la corrupción.
El segundo pilar es el de innovación social. No podemos seguir abordando los mismos problemas bajo las mismas perspectivas que no han dado resultado, necesitamos arriesgar, aplicar esa bonita frase de Einstein que dice: “si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”. Hemos creado ya el primer Centro de Innovación Social de un departamento allí en ese sur que antes era el último rincón olvidado de la patria. Desde allá empezamos a mandar mensajes esperanzadores al país y claro, deben tener un sustento que para nosotros es economía colaborativa: todos ponen, todos ganan. Es lo que nuestros indígenas (tenemos siete pueblos indígenas en Nariño) han llamado “La Minga”.
Imagínense lo que esto significa para los colombianos que no fuimos capaces de ponernos de acuerdo en la paz. Si no nos ponemos de acuerdo en la paz, ¿en qué podemos ponernos de acuerdo? Más allá de la selección de Colombia de fútbol, por supuesto, pero algo debe juntarnos.
Y entonces hicimos a escala lo que nos corresponde allí en el departamento de Nariño y logramos tres propósitos comunes, más allá del debate de la paz, del “Sí” o el “No”.
Nos pusimos de acuerdo en paz territorial con equidad social, en crecimiento e innovación verde (creamos la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sostenible), y nos pusimos de acuerdo en integración regional, ser capaces de juntarnos con los otros. Nosotros hacemos parte del Pacífico de Colombia junto con tres departamentos más, hacemos parte de la alianza del Pacífico con México, con Perú y con Chile, pero no tenemos nueve, ni diez, ni once puertos en el Pacífico, tenemos sólo uno.
Entonces, empezamos a juntarnos bajo esa mirada de lo que debe ser el Pacífico, no una carga para el país, sino una inmensa oportunidad.
En otro orden de ideas, nos hemos planteado que nuestros niños no sólo aprendan historia, sino que también aprendan futuro. Esto no quiere decir que aprendan a leer la mano o que aprendan a leer una bola de cristal, no. Nosotros queremos que nuestros niños y niñas aprendan de nuevas tendencias en el mundo, porque sin duda cuando hablé de una nueva ciudadanía es porque hay un nuevo mundo. Si aquí pido que pongamos todos los celulares acá al frente, tendremos más celulares que personas.
Queremos que nuestros niños y niñas aprendan de emprendimiento social y queremos que aprendan de nuevas tecnologías, para nosotros eso implica cerrar las brechas en un departamento que, como les conté, tiene el 50 por ciento de población rural y tiene, por ejemplo, una subregión que se llama Sanquianga, que está en el Pacífico Norte de nuestro departamento y para que se den una idea, tiene el 80 por ciento de las necesidades básicas insatisfechas.
Da dolor de patria llegar a este territorio y allí, por supuesto, ser progresista significa resolver el tema de agua potable para nuestra gente.
Pero también nosotros entendemos que hay que cerrar brechas y brindarle oportunidades a niños de municipios de esa subregión como La Tola o el Charco, que esos niños tengan la posibilidad de conectividad, como puede conectarse alguien en nuestra ciudad capital.
Finalmente, quiero decir que nosotros tenemos una sola certeza, y es que estamos dispuestos arriesgar. No sabemos si el resultado será bueno o malo, pero sí tenemos una claridad, y es que tenemos que intentar algo distinto.
En este mundo de hoy, en este contexto del Brexit, de Trump, del “No” a la paz en Colombia, yo siento que el imperativo de ser progresista, de ser alternativo, es no perder jamás la esperanza, es tener la claridad de que podemos construir un mundo distinto, un mundo mejor.
Así es que nosotros no queremos ser el referente más antiguo de la democracia en nuestra América Latina, nosotros queremos más democracia, mejor democracia, representar una lucha frontal contra la corrupción y claro, para esto es muy necesario aprender a ganar. No basta con tener la razón, necesitamos tener el corazón y a las mayorías de nuestra ciudadanía.
Confianza es lo que hay que recordar, coherencia es lo más importante. Cuando empezamos este gobierno se me ocurrió una frase y la dije: “no hay nada más difícil que empezar un gobierno”, hasta que alguien en Presidencia de la República me dijo un día: “no se equivoque gobernador, hay algo más difícil que empezar un gobierno: terminarlo”. Esperamos terminarlo de la mejor manera, intentando brindar siempre una alternativa distinta.