Palabras del escritor y periodista en las Mesas de Diálogo “Proyecto Ciudadano para México”
Quisiera comenzar con una anécdota personal sobre mi propia incorporación a la ilusión democrática. Voté por primera vez en el año de 1976, ustedes recordarán que en ese momento sólo había un candidato a la Presidencia: hartos de la manipulación electoral, los partidos de oposición se negaron a presentar otro candidato.
El escritor Jorge Ibargüengoitia escribió en el célebre periódico de Julio Scherer un artículo donde decía: “El domingo son las elecciones, ¡qué emocionante! ¿Quién ganará?”.
Evidentemente sólo podía ganar un candidato: José López Portillo. Ese fue el debut en la democracia para mi generación, y desde entonces el panorama ha cambiado de distintas maneras. No deja de ser decepcionante en muchos sentidos y, sin embargo, hay razones para seguir luchando.
Creo que la invitación que tenemos aquí es hacer un atrevimiento, el atrevimiento de imaginar un país diferente.
El subcomandante Galeano, antes Marcos, ha hablado de cierta haraganería del pensamiento en la clase política para decir algunas cosas que están mal. Hay que cambiar esos detalles, pero no vamos a poder cambiar las reglas del juego y las reglas de la participación, y justamente se trata de hacer eso. Creo que debemos combatir lo que la escritora Cristina Rivera Garza ha llamado la apatía militante de muchas personas.
La apatía no solamente se siente, se puede construir y hay mucha gente que ha vivido en ella por comodidad y porque considera que no hay otras alternativas. Pues bien, estamos nosotros aquí ante un horizonte en construcción que me parece definitivo. Los partidos políticos establecidos han descubierto que la política que tenemos es un espléndido negocio y se asignan recursos inmoderados a sí mismos no para solucionar los conflictos, sino para gestionarlos y administrarlos.
Hace falta otra respuesta, que es la respuesta ciudadana; ciudadanizar la política y buscar formas de participación que nos lleven de la democracia representativa que tenemos a una democracia progresivamente participativa, donde la gente tenga poder no solamente el domingo de elección en que sufraga, sino que pueda vigilar y continuar participando en las decisiones de la política supervisando la gestión pública.
En el diagnóstico que nos planteaba el ingeniero Cárdenas, nosotros podemos entender que uno de los grandes desastres del país es la política del corto plazo: el tratar de tomar decisiones económicas y sociales que benefician a unos cuantos por corto tiempo y destruyen el país poniendo en riesgo la soberanía. Se necesita un plan de largo plazo, se necesita una idea de nación.
No hay duda de que el descontento es generalizado y abarca a las mayorías del país, pero estas no han podido articularse en un programa diferente que verdaderamente las represente. La política internacional tampoco ayuda en estos momentos. El ingeniero Cárdenas mencionó la construcción del muro de 16 metros de altura. Tenemos a un presidente de los Estados Unidos que construye un muro y a un presidente de México que sólo habla con la pared. No hay ninguna política real que responda. Para tener una política exterior debemos contar con una política de nación, saber qué es lo que debemos defender nosotros.
El ingeniero Cárdenas también habló de la situación de los migrantes que forman parte de nuestro país y que deben ser incorporados a este proyecto. En muchas regiones, el campo está abandonado. En 1910, en vísperas de la Revolución Mexicana, el diez por ciento de la población vivía en las ciudades y la mayoría lo hacía en el campo. Actualmente esto se ha invertido, con la diferencia de que el campo no es productivo sino que es el sitio de donde la gente se va al otro lado y queda abandonado como una región prácticamente sin soberanía, fomentando y facilitando actividades como el narcotráfico.
Otro tema central tocado por el ingeniero es la impunidad, y de manera muy sugerente la hace vinculante con el rezago económico de México; la complicidad gubernamental en todos los niveles para permitir la impunidad ha producido un rezago económico extraordinario. El costo social y económico de la deshonestidad es una de las causas del retraso en muchos de los sectores de la economía.
Al hablar de los derechos ciudadanos, Cárdenas enfatizó que se necesita una mejoría integral de las personas. Es decir, tener sujetos que no sólo sean vistos como estadísticas de trabajo, sino como personas plenas y desarrolladas.
Un tema que conoce muy bien el ingeniero es el de revertir la Reforma Energética y la necesidad de garantizar reservas. Vivimos en un país que tiene garantizado el abasto de gasolina para los próximos cinco días, un país que está a cinco días de la parálisis.
Contar con reservas significa replantear completamente el desarrollo en el ramo y tomar en cuenta que esto sólo se puede hacer con una política propia de petroquímica y de desarrollo tecnológico, explotando fuentes alternas de energía.
Pero esta política tiene que ser liderada por nosotros mismos. No podemos hacer, como ya lo permite la Reforma Energética de Peña Nieto, una política en donde la explotación en aguas profundas puede estar en manos al 100% de la iniciativa extranjera.
Por último, es necesaria una reforma de la educación entendida no como la reforma exclusivamente laboral y sindical que se ha pretendido hacer en el gobierno de Peña Nieto, sino como una reforma de contenidos. Creo que ahí está el germen de la mejor política de seguridad que puede tener este país, porque no hay nada que garantice más la seguridad que la transmisión de valores. Esto se da con la educación y a largo plazo, y no es un incentivo para quienes piensan que todo se debe resolver de manera inmediata y obteniendo los mayores réditos posibles. Para ello es muy importante la educación pública. La privatización de la educación atenta contra este principio, y un proyecto de nación debe estar fincado en una educación pública que transmita valores.
Termino con lo que me parece el punto fundamental: ¿Qué hacer después de este diagnóstico? Un movimiento, sugiere el ingeniero Cárdenas, suficientemente amplio para poder incluir a las personas que quieren transformar el país desde los más diversos horizontes y desde las más diversas convicciones.
Entiendo en esto un movimiento que apela a una unidad clara con motivos muy precisos. No se trata de entrar en todos los temas que hay que cambiar en este país, sino de entrar a los esenciales, aquellos que nos pueden unir, aquellos que nos pueden articular: el combate a la impunidad, la lucha por una oportunidad equitativa para todos, por una política que rescate la soberanía nacional.
Estos valores fundamentales pueden articular a un grupo muy diverso. Estamos llamados a la inclusión y esto, desde luego, es una apuesta por la tolerancia, es una apuesta por la lucha contra la discriminación.
Lo ha propuesto alguien que ya ganó la Presidencia de México, no hay que olvidar esto, y que no asumió, como podría haber ocurrido, una actitud vengativa o destructiva. Por el contrario: a partir de ese agravio sufrido por el ingeniero Cárdenas han surgido ideas y este movimiento posible; se trata de transformar esa injusticia en una opción de futuro y de esperanza. Estamos ante una de las lecciones éticas más firmes y más congruentes del México reciente.
Por lo tanto, este llamado a caminar juntos con un sentido de la inclusión surge de la voz más acreditada y nos recuerda aquella idea de lo que podemos ser en colectividad que expresó Octavio Paz en un endecasílabo: “los otros todos que nosotros somos”.