“El arte no es elitista, nosotros lo hacemos elitista, Hay muchas maneras de tener un acercamiento con la creación”
Primeros pasos
Mi nombre artístico es Virinia Lizardi, porque mi abuela paterna era muy buena haciendo trabajos manuales: pintaba, decoraba, hacía cosas con migajón, etcétera. Yo siento que de ella heredé ese don del arte.
Soy de Mexicali y cuando nos trasladamos a la Ciudad de México, mi mamá se dio cuenta de que me gustaba mucho el color. En donde vivíamos (unos departamentos), vivía también una maestra de pintura, ella fue la primera que me enseñó. Nos llevaba al Ajusco a hacer paisaje, dibujaba magueyes, nopales, el campo en general, y ahí fue cuando inicié mis primeros pasos en el arte.
Ya más adelante me fui a la escuela de Bellas Artes a estudiar artes plásticas, después estudié con Diego Rosales, que fue alumno y ayudante de Diego Rivera y es uno de los últimos del grupo llamado “siete muralistas” que quedan. Trabajé con él en muchos proyectos y hasta la fecha yo lo considero mi maestro. También estuve en los talleres de la escuela Esmeralda, ahí estudié escultura, técnicas y materiales de la pintura. Así que desde niña hasta el día de hoy siempre he estado involucrada en la pintura.
Llevar la cultura a las calles
Yo creo que hay que iniciar en nuestras casas, con nuestros niños y llevar el arte a las calles. Siempre he dicho que el arte no es elitista, nosotros lo hacemos elitista, porque hay muchas maneras de tener un acercamiento con la creación, ya sea música, pintura, danza, la rama que sea. Se puede iniciar en la calle y los padres de familia tenemos que tener la apertura de llevar a los niños e involucrarlos.
Ahora tengo un proyecto que consiste en incluir a los débiles visuales para llevarles el arte, así como a las comunidades marginadas. Que tengan esa experiencia, esa sensación de tocar la pintura, no importa si no saben dibujar o pintar, lo importante es la satisfacción que produce tener ese contacto con el arte. Me parece que esto es fundamental y también lo es el apoyo del gobierno para facilitar estos espacios públicos y ampliar el trabajo que hacemos los artistas.
Difusión cultural
Creo que lo que ocurre en los estados y lo que pasa en la Ciudad de México a nivel cultural es muy distinto. Yo me crié en la Ciudad de México, viví muchos años ahí y me doy cuenta de que en la capital del país la gente tiene mucho más comunicación con la cultura y el arte. Mi experiencia como artista desde una ciudad de frontera como Mexicali, es que hacemos exposiciones, presentaciones de libros, conciertos, etcétera, pero la mayoría de la gente es muy apática en ese sentido.
Justo por lo anterior es que tengo el deseo de llevar el arte a las comunidades y empezar a involucrar a esa gente que tal vez no ha tenido un acceso fácil a la cultura. Hay que mostrársela para que ellos puedan empezar a conocerla y sentir de qué se trata el acercamiento con la música, con la poesía, con la pintura. Yo creo que es nuestro deber como artistas estar dentro de las comunidades que están alejadas de la ciudad.
En diciembre del año pasado, por ejemplo, hicimos una exposición de venta de arte original de pintores bajacalifornianos. Nos fue bien, aunque vendimos poco. No vendimos caro, tratamos de que los precios fueran muy accesibles para ayudar a los artistas locales y además dar pie a que este tipo de eventos tengan continuidad. Lamentablemente la gente no lo ve de esa manera y prefiere irse a San Diego a comprar un cuadro decorativo que mínimo le va a costar trecientos dólares.
Vivir de la cultura y el arte
La mayoría de los artistas estamos muy castigados en el tema económico. No vendemos obra diario, ni cada mes. Quienes no somos famosos vendemos cada dos o tres meses, si nos va bien, y con eso te tienes que mantener para pagar renta, luz, materiales, etcétera.
Mucha gente piensa que el arte debe ser regalado y eso me parece muy injusto. Creo que eso también forma parte de la educación cultural, explicarle a la sociedad que los artistas hacemos nuestro trabajo, que es igual o más complicado que otras labores, y que merece ser bien remunerado.
Yo me preocupo por todos los creadores, por darles impulso, que vayamos todos juntos, que todos brillemos. Una de mis misiones es justamente abrir más espacios donde los artistas puedan exponer su obra y nos demos a conocer.
Como están las cosas en nuestro país, los artistas terminamos haciendo otras actividades para sobrevivir, dar clases, por ejemplo, lo cual no tiene nada de malo, al contario, a mí me encanta, pero también es una actividad muy mal pagada: una clase de inglés se cobra mucho más cara que una de pintura. Yo me ayudo de muchas maneras, tengo varias “cachuchas”, así que trabajo tengo mucho, dinero no tanto, pero ahí la voy llevando.
Me gusta mucho darles clases a los niños, son como esponjitas. Al darles un pincel y ponerles una cartulina o un cartón, es tanto su entusiasmo de tener ahí la pintura, se emocionan tanto, que yo pienso: “esto es lo mío, aquí es donde debo de estar y esto es lo que debo impulsar”, porque en ese momento el niño está descubriendo las formas, las imágenes, y esto les da una sensación de felicidad que contagian.
Los nuevos artistas
Yo les diría a los jóvenes que están empezando en este oficio que lo más importante es que nunca dejen de perseguir sus sueños: si uno no hace lo que quiere, está perdido. Hay que dedicarse a lo que a uno le gusta, con una dirección, con un respaldo, y siempre estarse preparando y seguir aprendiendo. Decía Picasso a sus 92 años que él todavía no había dejado de aprender.
También les recomendaría que vayan a las asociaciones en busca de espacios, porque lamentablemente en México, en el tema del arte y la cultura, existen grandes contradicciones: les piden a los jóvenes creadores mínimo tres exposiciones colectivas, dos individuales, etcétera, y yo me pregunto: “¿cómo quieren que tengan esa currícula si no los dejan exponer?”. Tenemos que darles apertura a estos artistas emergentes.