Acabo de escuchar (domingo 11 de junio de 2017), una arenga del dirigente nacional de Morena, Andrés Manuel López Obrador, en la que convocó a los “ciudadanos libres” de México (no importa a qué partido pertenezcan, dijo), a formar una coalición electoral para 2018, cuando se elija Presidente de la República. Excluye, desde luego, a los partidos políticos (excepto el PT), que rechazaron el ultimátum del propio AMLO, según el cual si no apoyaban a Delfina Gómez, candidata morenista a gobernadora en Edomex, se olvidaran de Morena en el 2018. Y no solo excluyó a estos partidos de su convocatoria, sino que los encasilló ya como “aliados de la mafia en el poder”.
Esta “invitación” de AMLO me indujo a reflexionar, como ciudadano libre que soy (más allá de mi orgullosa y también libre militancia en Movimiento Ciudadano), sobre expresiones recientes de dos distinguidos mexicanos: José Woldenberg, ex presidente del Instituto Federal Electoral (hoy INE) y Luciano Concheiro.
A título personal, preciso que las comparto. Como puntualizo también que los ciudadanos libres y progresistas de México deben unirse para acabar con el corrupto sistema político que oprime al país y sacar al PRI de Los Pinos, pero con propósitos comunes que unifiquen y fortalezcan, que no dividan.
El 5 de abril último José Woldenberg, ex presidente del entonces Instituto Federal Electoral (hoy INE), publicó en el diario Reforma un artículo titulado “Espiral destructiva”, para transmitir “tres tristes notas” sobre el proceso electoral mexicano.
En una de ellas Woldenberg expone:
“Las grandes construcciones ideológicas están en desuso El recurso entonces para lograr crecer en las preferencias del público -se cree-, es la descalificación del adversario. Y puesto que las ideas parecen no conmover a (casi) nadie, lo óptimo, se piensa, es sacar los trapitos al sol del enemigo… Los programas también brillan por su ausencia. A lo más se anuncian buenas intenciones que suelen ser compartidas por todos: «más y mejor educación; salud pronta y expedita; justicia universal; combate a la corrupción» y por ahí. No son suficientes para diferenciar a los adversarios porque lo que repiten son metas compartidas y no rutas para llegar a ellas.
“El recurso entonces para lograr crecer en las preferencias del público -se cree- es la descalificación del adversario. Y puesto que las ideas parecen no conmover a (casi) nadie, lo óptimo, se piensa, es sacar los trapitos al sol del enemigo.”
Woldenberg cita entonces a Luciano Concheiro en su reciente ensayo “Contra el tiempo, filosofía práctica del instante”: «El nuevo tipo de política, basada no en los principios sino en los individuos y su popularidad, está configurada por el escándalo…Lo fundamental se volvió destruir la legitimidad de los contrincantes. El escándalo (sexual, de corrupción, etc.) es el mecanismo más eficaz porque permite arruinar la reputación del individuo de golpe… ».
Cito en este espacio, para su reflexión, tres párrafos de una entrevista que le hicieron a Concheiro un par de días después que se conocieron los resultados de la premiación de Anagrama:
«Vislumbro a nuestros políticos cuando eran niños. Es un juego de la imaginación sin demasiada imaginación. Más bien un cuadro tosco. Él (o ella) encuentra que solo queda una rebanada de pastel en su casa. Ni tardo ni perezoso se la come. Se siente ganador. Su hermano es el perdedor. Luego, de joven, quiere ir al cine a ver una película pero su pareja prefiere otra. Lo resuelven con un volado: uno gana mientras la otra pierde. Así es la vida. Acostumbrados a «juegos de suma cero», donde lo que gana uno forzosamente lo pierde el otro, jamás se les ocurrió compartir el pastel o deliberar sobre las películas y menos aún, eventualmente, encontrar una tercera. Y así actúan hoy.
«Bajo el supuesto de que se encuentran en un juego de suma cero, creen que la descalificación del contrario redunda en su propio beneficio. Lo que gana uno lo pierde el otro, piensan y se regocijan. No les cabe en la cabeza que están bajo un formato en el que todos pierden a los ojos del público. Los «ganadores» recogen despojos.
«Total, demagogia, escándalos y descalificaciones mutuas arman una bonita espiral destructiva. «Que con su pan se lo coman», podría decir uno, si sus repercusiones no fueran para todos.»
El prestigiado diario español El País resume la vida del joven filósofo Luciano Concheiro Bórquez, nacido en la Ciudad de México en 1992: se licenció en Historia a los 19 años de edad, estudió Sociología en Cambridge a los 20, es profesor de Historia del Pensamiento del Siglo XX desde los 22, y a los 24 (octubre de 2016), fue finalista del Premio Anagrama de Ensayo, por su trabajo “Contra el tiempo, filosofía práctica del instante” (Editorial Anagrama).