En una sociedad democrática existe el reconocimiento al derecho a la participación política de los ciudadanos a fin de incidir en los asuntos públicos de su comunidad. En este sentido, un Estado democrático establece en su orden jurídico ese reconocimiento en una serie de derechos de carácter político que son inherentes a los ciudadanos y en virtud del ejercicio de los cuales forman parte de la voluntad colectiva que decide el destino de un país.
En México, con la reforma electoral de 2014 se ratificó el derecho de los mexicanos que viven en el extranjero a votar mediante correo postal, la entrega de boleta en los módulos que se instalen en embajadas o consulados, o vía electrónica. Esto implica que los migrantes mexicanos, sin importar el lugar en que residan, puedan participar políticamente en la renovación del poder público de su estado de origen mediante el voto para elegir representantes populares.
En razón de que la aprobación del voto de los mexicanos desde el extranjero o el voto a distancia se da a partir de la reforma electoral de 2005, los mexicanos que viven fuera del país han tenido la oportunidad de participar en los procesos electorales a nivel federal en 2006 y 2012, aunque de manera casi simbólica.
Indudablemente esa conquista es consecuencia de diferentes iniciativas de la comunidad mexicana radicada en distintas ciudades de Estados Unidos, que van desde la demanda de legalización de millones de indocumentados, la defensa de la matrícula consular y la movilización en favor del reconocimiento del voto a distancia, hasta la exigencia de tener representación en el Poder Legislativo.
El esfuerzo de la comunidad migrante ha dado frutos que permiten la legalización de miles de migrantes, la aceptación de la matrícula consular como identificación ante bancos o el establecimiento del voto de los mexicanos que residen en el extranjero en la legislación federal y estatal, así como la posibilidad de representación mediante el diputado migrante.
Si revisamos las cifras sobre la participación de los connacionales en el exterior en los pasados procesos electorales federales, identificaremos algunos rasgos que hacen que el migrante de origen mexicano ejerza ese derecho en baja proporción y que el sentido de su voto vaya en contra del partido gobernante.
Como se desprende de los datos contenidos en los dos cuadros que aquí presentamos, coincidimos con Jordy A. Meléndez Yúdico (“10 puntos sobre el voto de los mexicanos en el exterior”, publicado en el sitio web Animal Político), en destacar tres rasgos distintivos del voto de los mexicanos en el exterior: a) El votante mexicano en el exterior es anti priista; b) Su voto se inclina a la derecha; y c) No se reproduce el llamado “efecto espejo” (cuando el comportamiento electoral del votante en el exterior es similar a los de su comunidad).
En lo que sí diferimos es en que los mexicanos que votaron desde Estados Unidos en los procesos electorales de nuestro país no necesariamente se sienten más identificados con la opción política que representa el PAN ni con sus candidatos.
Si revisamos las cifras, veremos que en 2006 el candidato panista tuvo la preferencia con una amplia diferencia entre Felipe Calderón y Andrés Manuel López Obrador (AMLO), pero para 2012 el candidato de las izquierdas elevó su porcentaje, pues la experiencia de las visitas realizadas hacia Estados Unidos y el contacto con la comunidad mexicana migrante nos demuestra que su voto es contrario al PRI, sin importar su lugar de origen, por considerarlo responsable de su salida del país. Votan por el PAN al no tener una alternativa distinta y nueva, ya que han sido negativas las participaciones que han tenido con ese partido y, en general, se sienten utilizados en cada proceso electoral.
En consecuencia, su voto se inclina a la derecha por falta de alternativas y tan no se produce el efecto espejo que, a pesar de que entre la comunidad mexicana migrante la mayoría votó por el PAN, aquí en México en 2012 su candidato quedó en tercer lugar.
En cuanto al voto por entidades federativas, los ciudadanos en el exterior relegaron al PRI: en 2006, la coalición encabezada por el PRI obtuvo sólo 4.1% de los sufragios emitidos desde el extranjero. En 2012, el candidato priista que hoy es presidente ni siquiera ganó entre los migrantes mexicanos originarios de su estado: de los 4 mil 390 mexiquenses que votaron fuera del país, mil 827 lo hicieron por AMLO; mil 713 por Josefina Vázquez Mota (JVM) y 691 por Enrique Peña Nieto (EPN). Los migrantes mexicanos originarios de 17 entidades federativas votaron mayoritariamente por JVM y el resto por AMLO. Solamente en Zacatecas, EPN se colocó en segundo lugar y en todos los demás casos quedó relegado al tercer lugar.
No obstante que a nivel internacional no sólo se reconoce el derecho a votar desde el extranjero, sino además a ser votado para que la comunidad migrante tenga representación en los órganos legislativos, en México actualmente son 18 entidades federativas las que reconocen el derecho de los mexicanos a votar a distancia: Aguascalientes, Baja California Sur, Chiapas, Coahuila, Colima, Ciudad de México, Durango, Estado de México, Guanajuato, Guerrero, Jalisco, Michoacán, Morelos, Oaxaca, Puebla, Querétaro, Yucatán y Zacatecas.
La participación política de los migrantes, en consecuencia, no termina con la emisión de su voto como parte de esa voluntad colectiva sin importar el lugar donde residan, sino que actualmente, en distintos países, se ha ampliado a la representación que anhelan al ser votados para defender los intereses de los migrantes en los órganos de decisión como el Poder Legislativo a nivel local. En México, sólo Durango, la Ciudad de México, Guerrero y Zacatecas permiten a sus ciudadanos la posibilidad de ser votados para ser electos diputados migrantes.