Corría la década de los ochenta. Michael Knight, interpretado por el legendario David Hasselhoff, se dedicaba a recorrer las calles en busca de hacer justicia y defender a los desamparados. Su vehículo era un reluciente Pontiac Firebird Trasn Am negro que tenía por nombre Knight Industries Two Thousand, mejor conocido como KITT, el auto increíble. Este héroe motorizado con su inolvidable franja de luz roja en el cofre estaba dotado de inteligencia artificial, de modo que podía conversar con Michael, tomar decisiones y, por supuesto, manejarse solo.
Corre la segunda década del siglo XXI. A 31 años de la transmisión del último capítulo de Knight Rider, cada vez parece más cercano el día en que KITT se haga realidad.
Los coches autónomos son aquellos que no necesitan de la intervención humana para cumplir con sus funciones, es decir, son autos que se manejan solos. Para lograrlo, utilizan cámaras, sistemas de detección láser, GPS, procesadores, software, etcétera. Todas estas herramientas le permiten al “auto manos libres” percibir su entorno, analizarlo, tomar decisiones e imitar la conducción de un ser humano.
Son muchas las compañías que en la actualidad compiten en el desarrollo de esta tecnología esperando ser los primeros en conquistar el mercado: Tesla, Google, Apple, Uber, Volvo, BMW, Toyota, etc. Aunque los prototipos ya existen y han recorrido miles y miles de kilómetros sin la conducción (aunque sí la supervisión) humana, la mayoría de estas marcas coincide en que no será antes de 2020 cuando este tipo de tecnología esté disponible en el mercado; su masificación, sin embargo, no se proyecta sino hasta 2030. De cualquier forma, hoy ya se venden autos equipados con funciones de conducción semi-automática, como el Tesla Model S y su sistema Autopilot, o el Mercedes-Benz Clase E y su sistema Drive Pilot.
La Sociedad de Ingenieros Automotrices (SAE por sus siglas en inglés) ha establecido una clasificación de los niveles de conducción autónoma que tiene que ver con el grado de intervención humana en su funcionamiento. Esta es la división:
Zona de curvas
No todo son rectas en la ruta de la conducción autónoma: el 7 de mayo de 2016, mientras veía una película a bordo de su Tesla S puesto en piloto automático, Joshua Brown murió cuando su auto se impactó con un camión en una carretera de Florida.
Accidentes como este ponen bajo la lupa varias cuestiones éticas relacionadas con la inteligencia artificial aplicada a usos como el manejo de vehículos: ¿de quién es responsabilidad una muerte como esta? ¿A quién se imputa por un “homicidio imprudencial” cuando media este tipo de tecnología? ¿Al conductor que se puso en manos de una máquina?, ¿al fabricante de la máquina?, ¿a la máquina que tomó una mala decisión?
Lo que es seguro es que la tecnología seguirá su marcha y en el camino tendrán que irse resolviendo éstas y otras preguntas. Ya tocará a los legisladores de cada país pronunciarse sobre las normas que regulen esta nueva forma de transportarse. Por lo pronto, los augurios vaticinan que el ritual de enseñar a un joven a meter el clutch y cambiar la velocidad mientras se avanza a jalones en una calle poco transitada quedará en el pasado. La última fase para los vehículos de conducción autónoma nivel 5, cuando dominen todos los caminos del planeta, será lograr una intercomunicación total entre ellos de modo que se alcance una auténtica utopía vial: cero accidentes de tránsito. ¿Las máquinas triunfarán donde nosotros fracasamos?