Agandallar: cometer un abuso contra algo o alguien.
H
emos referido en este privilegiado espacio que el partido creado por Plutarco Elías Calles en 1929 (cuyo nombre transitaría del PNR al actual PRI con el PRM intermedio, creado por Lázaro Cárdenas en 1938), fue en realidad un sistema hegemónico de partidos para asegurar el poder del régimen llamado “maximato”.
Los relevos presidenciales fueron casi de la mano con la mutación del partido en el poder. Si Calles montó su aparato político sobre partidos regionales y estatales (con líderes militares en su mayoría), Cárdenas desmanteló el “maximato” y lo sustituyó por uno corporativo, confiado en que la representación ciudadana sería más genuina a cargo de los llamados “sectores”.
Eran cuatro en el cardenismo: obrero, campesino, popular y militar. En su seno actuaban la Confederación Regional Obrera Mexicana, la Confederación General de Trabajadores y los sindicatos de mineros y electricistas. De la mano iban la Confederación Campesina Mexicana, los sindicatos campesinos y las ligas de comunidades agrarias del sector popular (cooperativistas, artesanos, pequeños industriales), en tanto que el sector militar lo integraban individualmente elementos del Ejército y la Armada.
Pero el surgimiento del corporativismo dio paso inevitable a los liderazgos y su lucha enconada por hallar espacio en la estructura del poder. Hubo líderes poderosos, intelectuales rebeldes al sistema (como José Vasconcelos), surgieron los caciques en el campo y los gobernadores con ambición política, legítima o no.
Así aparecieron personajes de todo tinte: desde el cardenista Graciano Sánchez Romo hasta los legendarios caciques que gobernaron Sinaloa y San Luis Potosí: Leopoldo Sánchez Celis y Gonzalo N. Santos (aquél que decía que la moral era una mata que daba moras), respectivamente. En el sector obrero surgieron líderes que se mantuvieron leales al régimen, como Fidel Velázquez Sánchez y Blas Chumacero, pero no pudieron contener el encumbramiento de dirigentes corruptos en el sindicalismo minero y petrolero.
Desde el Palacio Nacional o desde Los Pinos, el régimen creó e hizo crecer una red de mecanismos de autodefensa: cooptó, eliminó, premió lealtades y castigó insubordinaciones con rudeza, sin perder de vista jamás la debida atención a las fuerzas armadas y a los medios de comunicación más influyentes.
El régimen, en su empeño por mantener el poder hegemónico, generó la peor de las enfermedades: la corrupción. Sus tumoraciones se reprodujeron y extendieron sus raíces en metástasis malignas hasta contaminar la salud pública de la nación.
Ese mal se hizo costumbre: la costumbre del poder. Ha penetrado hasta el tuétano en el sistema político y administrativo de México. Chantajes, agandalles, extorsiones, albazos, traiciones, flaquezas, deslealtades, ausencia de convicciones y principios.
A casi 89 años de la instauración del régimen que gobierna a México, el mal se asemeja a la legendaria, poderosa y policéfala Hidra de Lerna, de mortífero aliento venenoso.
Dice una de las leyendas que para matar a la peligrosa y temida Hidra, Heracles (Hércules) y su sobrino Yolao llegaron a una ciénaga cercana al lago Lerna y se cubrieron las bocas y narices para protegerse del aliento venenoso de la bestia. Heracles se enfrentó a ella con su espada y empezó a cortarle las nueve cabezas que tenía, pero cada vez que le amputaba una brotaba otra más fuerte que la anterior. Yolao lo ayudó: quemó el pescuezo de cada cabeza cortada para evitar que renaciera otra. Finalmente, la Hidra murió sin cabezas.
La coalición Por México al Frente parece enfrentar hoy a la Hidra legendaria del lago Lerna, representada por el régimen de gobierno que se propone reemplazar.
Vale la pena citar aquí, para reflexionar en ellas, las palabras del coordinador nacional de Movimiento Ciudadano, Dante Delgado, dichas en la ceremonia en que se solicitó (y obtuvo) el registro de la coalición Por México al Frente, el 8 de diciembre último:
“Vamos a enfrentarnos a más mezquindad, ofrecimientos, chantajes y amenazas. Lo único que no podemos permitirnos es ser ingenuos ni empequeñecernos frente a la amenaza que tenemos por delante. En esta batalla, la clave será ver quién resiste, quién se mantiene firme ante a los embates del poder, porque todos los mexicanos nos están observando y la historia no será complaciente si permitimos que nos dobleguen. Si no nos comportamos a la altura de las circunstancias, la historia lo va a registrar y los mexicanos no nos van a perdonar”.