Qué pensaría si le digo que el acoso de la calle se traslada al mundo digital y provoca un discurso de odio en su máxima expresión. Internet es el espacio donde cada día más personas ejercen sus derechos e interactúan de manera rápida y fácil con otras, sin embargo, estas interacciones en el entorno digital suponen nuevos desafíos en términos de seguridad y privacidad.
La violencia a través de tecnologías digitales tiene un común denominador: callar la voz de las personas que están en contra de estas agresiones. El 88.4 por ciento de las mujeres que viven violencia no toman acciones ante las autoridades, según el INEGI.
Tenemos un odio vitalizado, cuando una mujer es violentada o acosada y denuncia en redes sociales, la respuesta es aplastante y descarada, con una oleada imparable de tuits o hashtags que tiene la potencialidad de trasladarse al espacio físico y que además es una forma de violencia psicológica.
Las autoridades han creado programas y legislaciones para combatir la violencia de género, pero se han “quedado cortas”, ya que en 2016 se alcanzó el máximo número de feminicidios. En muchos de los casos, cuando se denuncia una agresión ante las instituciones, se revictimiza a la persona y se le quita valor al delito si se presenta en el plano digital; es más, no saben cómo atenderlo por la falta de normativa al respecto.
En días pasados el colectivo “Luchadoras” colaboró en un informe llamado La violencia en línea contra las mujeres en México. Los datos que se dieron son alarmantes: acoso, expresiones discriminatorias, suplantación de identidad, amenazas de muerte y acecho son los diferentes tipos de violencia de los que son víctimas las mujeres en internet, lo cual impacta de manera negativa en sus vidas, física y emocionalmente.
Sobre la identidad de los agresores, de acuerdo con el INMUJERES, el 86.3 por ciento de mujeres dijo no conocerla; el 11.1 por ciento mencionó que se trataba de algún conocido; el 5.9 por ciento la identificó como proveniente de un amigo; el 4.5 por ciento señaló que se trataba de un compañero de clase o trabajo; 2.3 por ciento identificaron a un familiar y 2.2 por ciento fueron violentadas por una expareja.
Las mujeres son 27 veces más propensas a ser víctimas de algún tipo de violencia en internet, en comparación con los hombres. Las más vulnerables a este tipo de agresiones tienen entre 20 y 29 años de edad y, de acuerdo con el informe mencionado, las defensoras de derechos humanos y periodistas afirman que este tipo de violencia va en aumento.
Para entender el motivo de estas estadísticas hay que tomar en cuenta que las redes sociales, y el mundo digital en general, presentan una dualidad en su uso y funcionamiento, porque por un lado funcionan como un medio de expresión y comunicación, sobre todo para los jóvenes; pero a la vez reproducen, habilitan y potencian situaciones de violencia y desigualdad, donde se ejerce y reproduce la violencia de género.Las formas que más afectan a las mujeres son el spam o virus (23.7 por ciento), la recepción de contenido multimedia (13.8 por ciento), llamadas telefónicas (13.5 por ciento), contacto con identidades falsas (13.4 por ciento), registro en sitios web (10.7 por ciento) y recepción de mensajes (9.7 por ciento).
Hablamos mucho de defender a las mujeres, pero ¿esa defensa es real? Defenderlas de quién o por qué.
La representación de la violencia en los medios de comunicación, en las redes sociales y otros medios electrónicos está a la orden del día, de una forma u otra se exalta a denostar, criticar o difamar a alguna mujer, desde una joven hasta una actriz, empresaria o actora política.Recientemente, y una vez puestas en marcha las precampañas políticas, iniciaron los ataques. Ejemplos, como los de Paty Azcagorta, aspirante a la Alcaldía de Caborca, Sonora, quien no hizo más que subir un post invitando a la apertura de su precampaña para que convertirse en objeto de ataques y difamación; inclusive circuló un video que no corresponde a ella sino a un bailarina brasileña, y a pesar de haber notificado sobre ello a los medios de comunicación, la viralización de la difamación fue imparable.Basta con que alguna actora política levante la mano y diga “aspiro a un cargo” para que se le venga encima una andanada de descalificaciones o presiones psicológicas que la conllevarán a desistir de su aspiración. Me consta. Lo he visto y vivido en los casos de Alejandra Barrales (CDMX), Ma. Elena Orantes (Chiapas) y Martha Erika Alonso (Puebla). No coincidir con el proyecto político no te da el derecho a insultar, descalificar y menos difamar a una persona.
Cuando te das a la tarea de dar seguimiento y apoyar en su ruta a actoras políticas en el país, te das cuenta de que igual en Baja California que Quintana Roo, pasando por todo México, la exaltación a la violencia y descalificación a las mujeres está a la orden del día. Recientemente, algunos cartones de opinión de diarios nacionales se expresan con figuras grotescas del género femenino, ¿qué no podrían expresarse igual con varones?
Estoy convencida de que este tema es estructural en la sociedad. A las mujeres no sólo las insultan los hombres sino las mismas mujeres, logrando con ello ese embate que se identifica como un triunfo del patriarcado, mismo que busca dividir y estereotipar la relación entre mujeres como rivales, como antagónicas, como no aliadas.
Las agresiones tienen consecuencias en las víctimas: daño emocional, daño a su reputación, daño físico, invasión a la privacidad. Es importante tomar medidas de seguridad en nuestras redes sociales para prevenir dichas agresiones. Mientras el Estado mexicano analiza el alcance de este tema y lo atiende, contribuyamos tomando medidas de protección de dispositivos y contenido personal, para poder seguir disfrutando de las redes sociales.